Los grandes
juicios por brujería, que comenzaron en Bretaña con el procesamiento de Dame
Alice Kyteler, en 1324, fueron un decidido y finalmente afortunado esfuerzo por
parte de los clérigos cristianos para suprimir a sus antiguos rivales. Pero,
tal como los reconstruye la señorita Murray, esos procesamientos no tuvieron
únicamente un carácter religioso, sino que incluían también la lucha por el
poder político entre los pueblos originarios de Europa y sus sucesores
orientados por Roma.
Lo que
diferenciaba el estudio de Margaret Murray de las anteriores obras sobre
brujería era su total aceptación del material proporcionado por las
"confesiones" de los torturados por brujos. Los escritores que la
precedieron las tomaron por su valor nominal, como prueba de un cristianismo
pervertido, o las rechazaron enteramente, como el producto de la imaginación de
los clérigos. En El Culto de la Brujería en la Europa Occidental son
consideradas afirmaciones sobre hechos de lo que Murray denominaba el
"culto Diánico". El diablo -o dios- de los brujos, al que se decía
adoraban en las reuniones rituales, era un hombre vestido de negro, para
ocultar su verdadera identidad, o cubierto con pieles de animales para
representar a la divinidad de la naturaleza (el Dios Cornudo) que era el objeto
del culto. Los grupos de trece miembros (doce adoradores y el que iba vestido
de dios) eran organizaciones destinadas al culto.
Diez años después
de la publicación de su primer libro, Margaret Murray escribió El Dios de los
Brujos. Por entonces había aceptado ya completamente la idea de que las hadas
de la leyenda eran los habitantes aborígenes pigmeos de la Europa Occidental.
También eran los herederos de la "Antigua Religión", y los
conquistadores, que querían contar con su lealtad, aprendieron a adoptar sus
costumbres.
Por esa razón se
encontraban adeptos al culto Diánico entre los miembros más relevantes de las
cortes reales de Inglaterra y Francia.
Murray había presentado ya su tesis de que tanto Juana de Arco, como el notable Gilles de Rais, ejecutado en 1440 por asesino de masas, habían sido jefes de asociaciones de brujos. En un segundo libro añadía los nombres de William Rufus, el rey inglés asesinado en New Forest en 1100,y Thomas á Becket, como personas que profesaban la "Antigua Religión". Decía de los cuatro que habían sido los sacrificios humanos exigidos al final de cada ciclo de siete años del reinado de un rey. Según esta teoría, William Rufus murió por sí mismo, pero los otros tres, de los que, irónicamente, dos fueron canonizados por la iglesia a la que se oponían, fueron sustitutos rituales. Juana y Gilles de Rais murieron en lugar de Carlos VIII, y Becket murió por Enrique II.
Esta extraordinaria afirmación implicaba que no solamente los reyes de Francia e Inglaterra, sino también altos miembros de la jerarquía católica, como el santo arzobispo Thomas a Becket, eran sólo nominalmente cristianos. Significaba también que la idea de una víctima divina era básica para la comprensión de la política medieval. Como podía esperarse, esta teoría hizo perder a Margaret Murray gran parte de su reputación como historiadora seria. Pero ella, sin amilanarse, publicó en 1954, el año de La Brujería Hoy de Gerald B. Gardner, El Rey Divino en Inglaterra, una afirmación final de su convicción de que la realeza británica había aceptada la "Antigua Religión", desde los tiempos romanos hasta el siglo xvii.
Los libros de
Margaret Murray se han convertido en una especie de evangelio para los brujos
contemporáneos, al igual que la Aradia de Leland. Más que otra cosa, crea-ron
la leyenda de la "Antigua Religión", continuada por Gerald Gardner,
Sybil Leek, Alex Sanders, Raymond Buckland y los otros muchos que han proclamdo
ser adoradores
actuales del Dios Cornudo y de la diosa de la luna. De lo que no se sabe nada es de hasta qué punto influyó la señorita Murray no solamente en que se legitimaran las asociaciones de grupos que salieron a la superficie después de la Segunda Guerra Mundial, sino también en que fueran posibles. No hay pruebas ciertas de que existieran dichas asociaciones en Inglaterra antes de la aparición, en 1921, de El Culto de la Brujería en la Europa Occidental.
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