QUINTO NIVEL DE PODER:
LAS FORMAS MENTALES Y EL AURA. Parte 1
Desde el punto de vista de la Psicología
Trascendental o profunda, cada persona posee unos determinados esquemas con los
que filtra y asimila sus experiencias, que en realidad lo que hacen es
construir "la realidad" de la persona. Es decir, en función del
sistema de creencias, las ideas filosóficas, las concepciones acertadas o
erróneas de la realidad, y la forma de pensar, el ser humano ve, observa y
tamiza la realidad objetiva para constituir lo que podríamos llamar la realidad
personal. Esta realidad personal o subjetiva puede ser analizada y estudiada
por el terapeuta, ya que en origen se basa y se sustenta en determinados
esquemas psíquicos e ideas bastante concretas en torno a los cuales gira la
visión que la persona tiene del mundo. Así, por ejemplo, con definiciones de la
realidad como "todos los hombres son crueles", "el amor es
débil", "controlarse abre todas las puertas", "con la
flexibilidad se consigue todo", "más vale lo que tienes en tus manos
que lo que ves en tu imaginación", etc., el ser humano establece
superesquemas mentales según los cuales da forma a la realidad que observa o
persigue. Estos supraconceptos o superesquemas mentales, desde el punto de
vista esotérico pueden ser estudiados e interpretados como espacios o formas de
realidad, a los cuales el ser humano va dando mayor fuerza y entidad
progresivamente. Es decir, se trata de niveles de realidad que en los planos
sutiles se plasman como conglomerados de energía psíquica o mental, los cuales
en cierta medida podemos imaginar como una especie de nubes psíquicas con una
coloración determinada. En realidad, se trata de algo mucho más complejo, ya
que no estamos hablando de una simple nube de vapor coloreado, sino de una
estructura de partículas mentales y, por tanto, de partículas
"inteligentes" organizadas. Así, se puede decir que nosotros somos
creadores o emanadores de las realidades que nos circundan, al menos en buena
parte. Obviamente, muchas de las experiencias que se nos presentan vienen dadas
por un componente evolutivo, según el cual vivimos aquello que nos hace falta
vivir para desarrollar nuestra conciencia, con lo cual de alguna manera estamos
sometidos a una especie de plan de estudios o plan pedagógico de evolución de
la conciencia. Pero, simultáneamente, nuestras emanaciones de pensamientos
hacia afuera -hacia el espacio mental- van generando estructuras mentales
organizadas, muchas veces de una tremenda energía, y en las cuales nos vemos
inmersos, muchas veces sin darnos cuenta, pensando que tal experiencia nos ha
llegado fortuitamente. Sin embargo, las hemos ido generando y alimentando
nosotros mismos con una serie o cadena de pensamientos, a veces conscientes y a
veces subconscientes, que se han ido estructurando, organizando y energetizando
en el entorno de nuestra aureola astral. Para los clarividentes, estas formas mentales
o formas de pensamiento son realidades energéticas observables, que irradian
colores con diversas intensidades. Su forma y su intensidad son resultado
directo de la energía o la importancia que la persona les ha concedido. Así,
las formas mentales son creadas, construidas y sostenidas por sus dueños
mediante sus cadenas de pensamientos habituales. Cuanto más definidos y claros
sean estos pensamientos, más definida será la forma y, lo que es muy
importante, la naturaleza y fuerza de las emociones asociadas a esos
pensamientos dan a la forma mental su color, su intensidad y su potencia. Por
ejemplo, alguien puede construir una forma mental a base de tener continuamente
en su mente la idea de algo que teme mucho, por ejemplo, "mi marido me
puede estar engañando". La creadora de esta forma mental sin darse cuenta
comenzará a actuar como si esto de verdad fuera a suceder o estuviera
sucediendo. Cuanto más poder le dé aportándole energía consciente o
inconscientemente, más posibilidades habrá de que se cree el resultado tan
temido. Frecuentemente, la persona ni siquiera se da cuenta de que esta
estructura mental está pasando a formar parte de su vida, siendo como una
especie de equipaje extra que lleva consigo misma de un lado a otro. Lo más
importante, en síntesis, es que estos sistemas o estructuras mentales o de
creencias atraen muchos efectos desde la realidad exterior hacia la propia
persona. Obviamente, para cambiar estas formas mentales y, en su caso,
diluirlas, es necesario primeramente haberlas detectado, lo cual no es ni mucho
menos imposible. Hay que tener en cuenta que estas formas mentales no están
profundamente enterradas en el inconsciente, sino que se sitúan en el límite
con la conciencia, que es lo que se suele denominar la subconciencia. Por ello,
pueden ser sacadas a la luz con métodos tales como el trabajo corporal
energético, la meditación o el escribir en un papel las asociaciones de
pensamientos que una persona produce en un estado de receptividad. Cuando la
conciencia es capaz de enfocar a una de estas formas mentales o de pensamiento,
entonces se produce la expresión o exteriorización de los sentimientos
asociados a dicha forma mental. La liberación de tales emociones permite tener
una visión más clara acerca de la forma mental y, por tanto, del filtro
específico que supone ante la realidad. Además, se desvelan los orígenes de la
forma mental y el proceso por el cual ésta se ha ido fortaleciendo. Esta
metamorfosis o cambio va a ir dando lugar a una perspectiva más madura y nítida
de la realidad, y no mediatizada de continuo por la forma mental desarmónica.
Cambiando de manera lógica y serena dicha forma mental, se la puede ir
sustituyendo por otra de carácter positivo y creativo. Inclusive, se puede dar
el caso de formas mentales que están encadenadas unas a las otras, tanto en lo
positivo como en lo negativo. Por ejemplo, para aquella persona que pensaba
continuamente en la posibilidad de que su marido la engañara, la activación de
esta forma mental puede conducir a otra forma mental en la cual esta mujer se
siente débil o enferma físicamente, lo cual en realidad es un truco que está
activando para atraer la atención de su marido hacia ella, y conseguir de esta
forma que le dedique más tiempo. Esta forma mental a su vez podría conducir a otra
en la cual pasados unos días ella cae, con sentimientos de culpabilidad, porque
sabe que no estaba haciendo lo correcto y que en buena parte sólo se está
basando en imaginaciones o sospechas pero no en realidades tangibles, y así
sucesivamente. En ocasiones, se produce el paso de una forma mental a la otra
sencillamente porque la energía mental de la primera forma se agota
momentáneamente, y entonces se produce el paso a la segunda, continuando de esa
manera el proceso. Así se produce una especie de ciclo sin salida. Estas formas
de la realidad pueden ser eufóricas, como en el caso de una persona que piensa
que va a hacer grandes cosas y que va a alcanzar niveles materiales importantes
en poco tiempo, pero que a la vez no es consciente de la enorme cantidad de
trabajo que sus elevadas metas le van a requerir, aparte de los normales
tropiezos. En sentido contrario, las formas mentales pueden ser de un carácter
pesimista, en el cual la persona se ve a sí misma en un estado inferior al que
posee en realidad, con lo que existe una exageración de los defectos
personales. En este último caso, el individuo ve la parte de sí mismo que le
gustaría cambiar pero no contempla la posibilidad de realizar efectivamente el
cambio. Las formas mentales o formas de pensamiento se mantienen estacionarias
en el campo energético de la persona hasta que una entrada externa o interna de
energía las dispara. Además, las formas mentales no solamente se alimentan de
la energía de los pensamientos de su dueño, sino también atraen los sentimientos
y pensamientos similares de otros individuos, sobre todo de aquellos que tienen
inclinaciones semejantes.
Como habíamos dicho, la clave para romper con
una pauta de formas cíclicas de pensamiento está inicialmente en expresar y
liberar los sentimientos, para luego entrar en un trabajo de mayor toma de
conciencia de los esquemas mentales. Por ello, el terapeuta puede usar ese
"disparo" de la forma mental como manera de penetrar en el ciclo y
dar inicio a su tratamiento. Por tanto, el disparo de la fuerza mental no es
necesariamente negativo, siempre y cuando exista una toma de conciencia del
proceso y voluntad de cambio. En este aspecto el sanador tiene un importante
papel, ya que a través de la conversación y la entrevista con su paciente puede
ayudar a hacer una definición o un mapa claro de las estructuras mentales o
superesquemas mentales que se encuentran en la base de la forma mental. Esto no
es un juego de palabras, pues la forma mental en sí es la estructura energética
sutil, mientras que los esquemas mentales son las interrelaciones concretas de
pensamiento que se producen en la cabeza de la persona cuando la forma mental
se ha disparado. Así, se trata de liberar las emociones ligadas a la
experiencia cíclica, y posteriormente escribir sobre el papel los pensamientos
y actitudes concretas que sostienen, alimentan, estimulan y originan la forma
mental. A este respecto, hemos de recordar que la forma mental ha ido tomando
existencia debido a determinados pensamientos y creencias concretas que el
individuo ha ido repitiendo constantemente a lo largo de los últimos meses o
años.
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