También se cree que el 21 de diciembre, cuando el espíritu
de la Navidad desciende para acompañarnos en las fiestas, se limpie la casa,
con el fin de recibirlo libre de energías negativas.
Después de la cena, se
abren todas las puertas y ventanas para recibirlo y se enciende
incienso de mandarina.
Todos los presentes se sentarán en una mesa que elegirán
como especie de santuario de Navidad donde encenderán tres velas, en forma de
triangulo:
una azul para la paz,
la amarilla para la alegría y la
armonía, y
una roja para el amor.
En el centro se colocará una fuente de metal o barro donde se quemarán todos los deseos cumplidos del año anterior.
A continuación, se escriben en un papel los deseos para el año entrante. Se recomienda pedir primero por el bienestar y la paz mundial hasta llegar a los deseos más personales. Estos se guardan hasta el año siguiente para repetir el ritual.
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