jueves, 6 de junio de 2024

CURSO DE ALTA MAGIA BLANCA PRACTICA. Día 101

 

SEGUNDO NIVEL DE PODER:

EL AURA HUMANA.

Expresiones tales como "sentí allí malas vibraciones" o "la energía del acto fue enorme" se van haciendo cada vez más populares en el lenguaje coloquial.

 A veces, cuando discutimos con alguien, podemos sentir como si extrajeran algo de nuestro plexo solar, y si alguien nos traiciona, podríamos percibir como si ese sujeto nos hubiera "apuñalado" en la citada región corporal.

 Por otra parte, hay situaciones en las que nos sentimos rodeados de amor, de cariño, y como bañados en un mar de dulzura, de bendiciones y de luz. Ambos extremos y ambos tipos de experiencias se basan en la dinámica de los campos energéticos.

 Existe un fluido de energía radiante que, en incesante movimiento, penetra los sólidos bloques de hormigón entre los que solemos vivir, y sus movimientos son cambiantes constantemente, como el mar. La ciencia ya ha demostrado que estamos constituidos por campos energéticos y así, por ejemplo, se miden las corrientes eléctricas del corazón con el electrocardiograma (E.C.G), y las del cerebro con el electroencefalograma (E.E.G). 

Además, el detector de mentiras puede medir el potencial eléctrico de la piel. Existe además un aparato llamado S.Q.U.I.D. (dispositivo de interferencia del cuanto superconductor) que ni siquiera entra en contacto con el cuerpo al medir los campos magnéticos que lo rodean. 

El doctor Samuel Williamson de la universidad de Nueva York afirma que el S.Q.U.I.D. permite obtener más información sobre el estado funcional del cerebro que un E.E.G normal.

 El doctor Inyushin de la universidad de Kazajstan, en la antigua U.R.S.S., ha realizado amplias investigaciones sobre el campo energético humano desde los años 50. 

Basándose en los resultados de sus experimentos, sugiere la existencia de un campo energético que él llama "bioplásmico", compuesto de iones, protones libres y electrones libres. El Dr. Inyushin apunta que el campo de energía bioplasmática es un quinto estado de la materia, más sutil que los cuatro niveles conocidos (sólido, líquido, gaseoso y plasma). 

Según los estudios que él ha realizado, parece haber un equilibrio entre partículas positivas y negativas relativamente estable dentro del bioplasma. Si se produce un desequilibrio grave, la salud del organismo se cresiente. Además, el Dr. Inyushin ha descubierto que una cantidad importante de esta energía se irradia al espacio, con lo que es posible medir las nubes de partículas bioplasmáticas tras desprenderse del organismo. 

Como observamos, en nuestra época la ciencia está redescubriendo conceptos que ya se conocían desde muy antiguo. Así, la tradición espiritual de la India, que cuenta con más de 50 siglos de antigüedad, habla de una energía universal denominada Prana.

 En el tercer milenio antes de Cristo, los chinos estudiaron con profundidad la existencia de una energía vital a la que llamaron T`chi, fuerza la cual contiene dos polos, el Yinn y el Yang. 

La Kábala, teosofía mística judía surgida alrededor del año 538 a.C. denomina a esta misma energía Luz Astral. 

Los pitagóricos, alrededor del año 500 a.C. afirmaban que existe una energía que todo lo interpenetra, similar a la luz. 

En el siglo XIX Van Helmont y Mesmer observaron una fuerza que denominaron "magnetismo animal". A mediados del siglo XIX, el conde Wilhelm von Reichenbach dedicó 30 años a experimentar con el campo al que denominó fuerza "ódica". 

En 1911, el Dr. William Kilner dio cuenta de sus estudios en el campo energético humano contemplándolo a través de pantallas y filtros coloreados. 

A mediados del siglo XX, los doctores George de La Warr y Ruth Rown construyeron nuevos instrumentos para detectar las radiaciones de los seres vivos, desarrollando la ciencia que llamaron radiónica, sistema para detectar, diagnosticar y curar a distancia sirviéndose del campo energético y biológico humano. 

El Dr. Wilhelm Reich, psiquiatra y colega de Sigmund Freud al principio del siglo XX, se interesó por una energía universal a la que denominó "orgónica". 

En síntesis, todas estas investigaciones a lo largo de la historia apuntan al hecho de que existe un campo energético humano (C.E.H) compuesto de partículas ínfimas y que tiene un movimiento semejante al de un fluido, como las corrientes de aire o de agua. Cuando dichas partículas sutiles se desplazan juntas formando nubes, los físicos suelen denominarlas plasmas. Muchas de las propiedades del C.E.H. medidas en laboratorio sugieren un quinto estado de la materia denominado bioplasma por algunos científicos. 

En síntesis, el campo energético humano (C.E.H.) está inmerso en el campo energético universal (C.E.U). El C.E.U. empapa a todos los objetos animados e inanimados que existen en el espacio y los conecta sutilmente entre sí; fluye de un objeto a otro y su densidad varía en relación inversa a la distancia desde su fuente. Sigue, además, la ley de la resonancia simpática, que es ese fenómeno que se produce cuando se golpea un diapasón y otro situado cerca comienza a vibrar en la misma frecuencia, produciendo idéntico sonido. Además, los observadores visuales que alcanzan a captar el C.E.U. revelan que un campo específico se puede encontrar muy organizado, pudiendo formar figuras de carácter geométrico, como pueden ser puntos de luz de carácter aislado, espirales, tramas de líneas, chispas y nubes. El campo palpita y se puede detectar mediante el tacto, el gusto y el olfato sutiles, y su sonido y luminosidad son también perceptibles para los sentidos superiores. Los investigadores de este campo afirman que el C.E.U. es básicamente sinérgico. Sinergia es "la acción cooperativa entre dos o más fuerzas (causas), cuyo efecto conjunto es superior a la suma de los efectos individuales". Es decir, este campo es justo lo opuesto a la entropía. Recordemos que la segunda ley de la termodinámica dice que "la entropía o desorden de las moléculas y del universo crece continuamente"; según esta ley, el desorden en el cosmos siempre está creciendo y, además, no es posible extraer más energía de algo que la que previamente se haya depositado en ese algo. Siempre se obtiene un poco menos de la energía que se puso en ese objeto inicialmente, por lo que jamás se ha logrado construir una máquina de movimiento perpetuo. Precisamente éste no es el caso del C.E.U., que parece que continúa siempre creando más energía, pues como el cuerno de la abundancia se mantiene eternamente lleno, por mucho que se tome o extraiga de él. Por tanto, el C.E.U. tiene un efecto organizador sobre la materia y es capaz de crear formas, por lo que cualquier cambio en el mundo material va precedido por una modificación de dicho campo. El aura humana o campo energético humano (C.E.H.) es la parte del C.E.U. relacionada con el ser humano. 

Basándose en sus observaciones, los clarividentes han creado modelos teóricos que dividen el aura en 7 capas, a veces denominadas cuerpos, estratos, planos o niveles, que se interpenetran y rodean mutuamente en envolturas sucesivas. Cada cuerpo subsiguiente está formado por sustancias más finas y vibraciones más altas que el cuerpo al cual rodea y penetra.

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