CUARTO NIVEL DE PODER:
CUARTO CHAKRA: ANAHATA
(EL AIRE).
Este chakra está
situado cerca del corazón y posee analogía con la glándula endocrina timo y con
el plexo nervioso cardíaco.
Como centro energético
es el que se localiza en el medio del ciclo septenario de los chakras.
Precisamente ello posee claras analogías con sus virtudes, poderes y atributos,
los cuales se encuentran en conexión con la idea de equilibrio, armonía,
fusión, amor, suavización, etc.
La relación planetaria
de Anahata es con el planeta Venus y su elemento es el cobre, el cual
utilizamos precisamente como material conductor. Los signos zodiacales afines
son Libra y, en segundo lugar, Tauro.
En el corazón, donde
espíritu y materia realizan su fusión, Shiva y Shakti se unen, y en su danza
eterna de la creación irradian su amor sobre todo lo que existe y así hacen
posible la continuidad del universo. Recordemos que éste es el chakra central,
situado a la mitad de la escala, y en el cual han de equilibrarse los chakras
superiores con los inferiores, y viceversa. El amor de este chakra se expresa
como aceptación gozosa de la misión y el lugar que nos ha correspondido dentro
del todo, con una vivencia de paz interior que irradia como producto de la
armonía con el propio yo.
Anahata significa en
sánscrito, "el ruido que se hace sin que dos cosas hayan chocado", lo
cual podríamos resumir como lo intacto, lo prístino, lo virgen y lo puro. El
elemento de este chakra es el aire, asociado con el conocimiento, el amor y
todas las cosas ligeras y espirituales. El aire simboliza la libertad, el vuelo
de los pájaros, lo fresco y abierto, lo sencillo y lo suave... Es, en
definitiva, el aliento, el prana o el T'Chi.
Mediante este chakra se
perciben las relaciones sutiles que existen entre las diferentes cosas y
niveles del universo, para lo cual se necesita internamente un estado de
equilibrio. Es decir, cuando la mente está funcionando en ondas extremas, muy
raramente es capaz de captar las sutilezas de las interrelaciones que hay entre
todo lo que existe. Ya dice la sentencia iniciática que "el Todo está en
todo, y todo está en el Todo".
De este modo, el amor
se contempla como una combinación entre interrelación, afinidad y equilibrio.
Cuando el ser humano empieza a percibir las relaciones que hay entre los
diferentes fenómenos de la vida, entonces está entendiendo, viviendo y
disfrutando de las leyes tan justas y perfectas que rigen el cosmos.
Todo lo que permanece y
sale adelante es producto de un equilibrio entre sus partes, lo cual significa
que los extremos están condenados de nacimiento a morir, o bien a integrarse en
el justo camino del centro. Igualmente, para que el ser humano continúe cada
vez más vivo y consciente de su sendero necesita ir descubriendo de continuo el
punto de equilibrio entre sí mismo y lo que le rodea, y esta ecuanimidad sólo
se alcanza en la plenitud del corazón, como centro gravitatorio que es de
nuestro ser. Nada ni nadie se puede dormir en este proceso, pues lo que resulta
un punto de equilibrio hoy, mañana seguramente puede estar dos o tres pasos más
delante, que es lo que los chinos llaman "el lugar correcto".
Perder el amor es
envolverse en lo mundano, lo egoísta, el aislamiento, la separación y, por
tanto, es la pérdida de la gracia y del estado idílico de la conciencia.
Cuando este chakra está
excesivamente abierto, el riesgo es perder el fundamento y las bases, con lo
que la persona se siente como volando y está literalmente "en las
nubes". El equilibrio afina con la gracia, la delicadeza, la amabilidad y,
cómo no, la paciencia, pues sólo si nos perpetuamos en esa búsqueda continua
del equilibrio entonces nosotros mismos podremos colaborar al equilibrio del
mundo.
Inclusive entre los
seres que se aman en una pareja existe un punto de balance que no es fácil de
lograr, y se podría decir que "el que se entrega por completo al otro no
hace sino labrar una desgracia, pues es preciso buscar el equilibrio entre el
amor y la individualidad, lo que significa sacrificar un poco de ambas
cosas". El volumen de energía que circula a través de cualquier chakra
puede ser prácticamente ilimitado, siempre y cuando se administre correctamente,
pero no podemos olvidar que para recibir también hay que dar, y que para crecer
también hay que invertir... El trabajo chákrico no consiste simplemente en
realizar mantrams, mudras o meditaciones simbólicas para "recibir"
energías. Llega un momento en que no recibimos nada más si no somos capaces de
invertir, de experimentar y, en definitiva, de vivir...
¿Qué es la afinidad?.
Es la palabra que usan los químicos para describir la tendencia de una
sustancia a entrar en combinación con otra, lo cual ocurre debido a que la
estructura atómica y, por tanto, el numero y disposición de los electrones y
protones, resultan complementarios entre ambas. El resultado de la afinidad es
un enlace. Cuando se combinan dos sustancias debido a la afinidad existente
entre ellas, se forma un nexo que da lugar a un compuesto estable y diferente.
Cada uno de esos elementos tenía algo que el otro necesitaba para alcanzar su
balance perfecto.
Existe una cierta
relación entre los enlaces humanos y los de la química, pero los primeros son
infinitamente más complejos. Nos sentimos atraídos hacia aquellas personas que
nos inspiran una afinidad; quizás esa otra persona capte algo en nosotros que
también le atrae, y así es posible que se produzca un enlace, el cual sería
estable mientras dure ese sentimiento, pensamiento o interés de afinidad.
Existe también una
afinidad dentro del propio yo que viene a ser como una especie de aceptación
incondicional de nosotros mismos, reconociéndonos como piedra bruta pero con
todas las potencialidades internas. La afinidad es también una cualidad
vibratoria, pues cuando nos encontramos "en afinidad" existe un
estado de armonía y de coherencia en todo lo que decimos y hacemos; entonces,
irradiamos amor porque hemos creado un centro coherente dentro de nosotros, el
cual a su vez armoniza las circunstancias de alrededor.
Al entrar de lleno en
la experiencia del cuarto chakra, se descubre un aspecto trascendente del yo
consistente en prescindir de nuestros límites, a veces autoimpuestos y, en
consecuencia, posibilitar la fusión con una parte del mundo que nos rodea. La
experiencia del amor como una fuente que en sí es inagotable significa la
apertura jubilosa y abundante del cuarto chakra. El amor es una fuerza
unificadora, que trasciende los límites y ahonda en el entendimiento de la
interdependencia que hay entre los seres, con lo cual es una energía que
perfecciona, enseña y nutre a la persona. El amor es la expansión y el
equilibrio del aire, la aurora que asoma por el este, el espíritu de la paloma,
el espíritu de la paz... y con él hallamos centro, núcleo y razón de vivir. El
amor no es una cuestión de buscar conexiones, sino de comprender que ya estamos
conectados mediante sutiles relaciones que abarcan todos los aspectos de la
vida. Por encima de todo, el amor es el sentimiento profundo de afinidad
espiritual, y la sensación de estar conmovido, elevado y exaltado por encima de
los límites normales. Es la conexión con una profunda verdad fundamental que es
común a toda vida y que en esencia todos compartimos. El convierte lo profano
en sagrado para que lo reverenciemos, y si perdemos ese sentimiento de relación
con todo lo que vive, entonces perdemos también el sentimiento de lo sagrado,
con lo que dejamos de reverenciar y proteger a esa parte de nosotros que nos
alimenta.
También existe una
relación entre la curación o sanación y el cuarto chakra, pues curarse es
restablecer el equilibrio en un organismo psicofísico o, incluso, en una
situación. Sanar es análogo a "devolver el estado de integridad", pues
las enfermedades resultan de un desequilibrio que fracciona el cuerpo
energético y que destruye las afinidades resonantes del yo con la naturaleza.
Evidentemente, la
apertura del cuarto chakra está relacionada con sentimientos de compasión,
conexión y comprensión hacia quienes nos rodean, y eso naturalmente conduce al
afán de curar.