La domesticación del gato permanece siendo desconocida, incluso en la
mente de los más
experimentados, un misterioso misterio. No hay prueba alguna
de las razones que podrían
haber llevado al gato salvaje, descendientes de los
miácidos - carnívoros que surgieron en
el período Eoceno, hace 40 o 45 millones
de años -, a acercarse al hombre de esa
manera, o incluso una justificación que
haya llevado ese mismo hombre a querer
domesticar ese animal. En contrapartida,
desde hace 12 mil años, el gato y el hombre
reflejan sentimientos afectivos
recíprocos uno hacia el otro.
Se cree que, a mediados del siglo XVIII, antes de nuestra
era, incluso antes del Nuevo
Imperio Egiptico, fue elegida una gata para
representar a la divinidad Bastet, que presidía
los nacimientos y que, hasta
entonces, había sido representada por una leona. En el
entramado, existía,
concomitante, otra temida diosa, Skehmet, refiriéndose a una divinidad
guerrera
y destructora, que sembraba la muerte a su paso. Esta diosa también estaba
representada por una leona. Sin duda, los egipcios eligieron a la gata para
representar a
Bastet y, por consiguiente, ser capaces de discernirla de
Sekhmet. Hay presentaciones de
la primera con cuerpo de mujer y cabeza de gato,
o de una gata de apariencia esbelta.
Aunque hay la posibilidad de que todas las especies de gatos
conocidas en los días
actuales tengan un antepasado común, el gato africano,
que proporcionó una inspiración
célebre para el pueblo egipcio, parece que esos
felinos aparecieron en Europa mucho más
tarde. Sobre esto, se piensa que al
principio de la Edad Media el momento en que el gato
salvaje irrumpió en
Europa, proveniente del Norte de África. Desde los primordios, ese
animal es
considerado benéfico y protector, contrario a los comentarios populares que lo
retratan como la reencarnación de la sombra, de las fuerzas del mal o un animal
diabólico.
Surgió entonces el nacimiento de la Ailuromancia, es decir,
la ciencia de los presagios
relacionados a los gatos, algunos de los cuales se
remontan a la más lejana antigüedad. A
diferencia de los demás métodos
divinatorios, la Ailuromancia no involucra todo un
miticismo y tampoco obliga
al consultante - el gato, trivialmente - a permanecer estático y
atento. La
Ailuromancia tiene como fundamental cimiento la relación entre gatos y
humanos y, principalmente, el movimiento de ese animal cuando solo; esta actitud, el
palpar de la corpulencia del gato sólo y el modo en que él enfrenta las
divergentes facetas
del mundo en que vive tratan de proporcionar una
interpretación vívida sobre el futuro de
algunos individuos. A diferencia de lo
que muchos piensan - llegando a ser considerada
una leyenda urbana, prácticamente
Además, la edad, la raza y todas las demás características
del gato deben, obligatoria e
indudablemente, componer una parte de la
premonición que se hará. De esta forma, se
sabrán los indicios sentimentales
del animal, es decir, si sus fines son benéficos o
maléficos, y,
concomitantemente, las directrices que la predicción del futuro tomará. Sin la
debida información sobre el animal, la adivinación puede embarcarse en un
proceso de
futuro erróneo, principalmente cuando hay falta de cautela y
atención mediante el animal.
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