sábado, 4 de mayo de 2019

LA AILUROMANCIA



La domesticación del gato permanece siendo desconocida, incluso en la mente de los más 

experimentados, un misterioso misterio. No hay prueba alguna de las razones que podrían 

haber llevado al gato salvaje, descendientes de los miácidos - carnívoros que surgieron en 

el período Eoceno, hace 40 o 45 millones de años -, a acercarse al hombre de esa 

manera, o incluso una justificación que haya llevado ese mismo hombre a querer 

domesticar ese animal. En contrapartida, desde hace 12 mil años, el gato y el hombre 

reflejan sentimientos afectivos recíprocos uno hacia el otro.

Se cree que, a mediados del siglo XVIII, antes de nuestra era, incluso antes del Nuevo 

Imperio Egiptico, fue elegida una gata para representar a la divinidad Bastet, que presidía 

los nacimientos y que, hasta entonces, había sido representada por una leona. En el 

entramado, existía, concomitante, otra temida diosa, Skehmet, refiriéndose a una divinidad 

guerrera y destructora, que sembraba la muerte a su paso. Esta diosa también estaba 

representada por una leona. Sin duda, los egipcios eligieron a la gata para representar a 

Bastet y, por consiguiente, ser capaces de discernirla de Sekhmet. Hay presentaciones de 

la primera con cuerpo de mujer y cabeza de gato, o de una gata de apariencia esbelta.

Aunque hay la posibilidad de que todas las especies de gatos conocidas en los días 

actuales tengan un antepasado común, el gato africano, que proporcionó una inspiración 

célebre para el pueblo egipcio, parece que esos felinos aparecieron en Europa mucho más 

tarde. Sobre esto, se piensa que al principio de la Edad Media el momento en que el gato 

salvaje irrumpió en Europa, proveniente del Norte de África. Desde los primordios, ese 

animal es considerado benéfico y protector, contrario a los comentarios populares que lo 

retratan como la reencarnación de la sombra, de las fuerzas del mal o un animal diabólico.

Surgió entonces el nacimiento de la Ailuromancia, es decir, la ciencia de los presagios 

relacionados a los gatos, algunos de los cuales se remontan a la más lejana antigüedad. A 

diferencia de los demás métodos divinatorios, la Ailuromancia no involucra todo un 

miticismo y tampoco obliga al consultante - el gato, trivialmente - a permanecer estático y 

atento. La Ailuromancia tiene como fundamental cimiento la relación entre gatos y 

humanos y, principalmente, el movimiento de ese animal cuando solo; esta actitud, el 

palpar de la corpulencia del gato sólo y el modo en que él enfrenta las divergentes facetas 

del mundo en que vive tratan de proporcionar una interpretación vívida sobre el futuro de 

algunos individuos. A diferencia de lo que muchos piensan - llegando a ser considerada 

una leyenda urbana, prácticamente

Además, la edad, la raza y todas las demás características del gato deben, obligatoria e 

indudablemente, componer una parte de la premonición que se hará. De esta forma, se 

sabrán los indicios sentimentales del animal, es decir, si sus fines son benéficos o 

maléficos, y, concomitantemente, las directrices que la predicción del futuro tomará. Sin la 

debida información sobre el animal, la adivinación puede embarcarse en un proceso de 

futuro erróneo, principalmente cuando hay falta de cautela y atención mediante el animal.



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