La facultad medianímica (mediúmnica) depende del organismo. Es independiente de
las cualidades morales del médium, y se la encuentra desarrollada tanto en los
más indignos como en los más dignos. No sucede lo mismo con la preferencia que
dan los buenos espíritus al médium.
Los buenos espíritus se comunican más o menos
voluntariamente por tal o cual médium, según la simpatía que sienten por él. Lo
que constituye la cualidad de un médium, no es la facilidad con que obtiene
comunicaciones, sino su aptitud para recibirlas buenas y no ser juguete de
espíritus ligeros y mentirosos.
Los médiums que desde el punto de vista moral dejan más que
desear reciben a veces muy buenas comunicaciones que sólo pueden venir de
espíritus buenos, de lo cual algunos se maravillan sin razón, porque a menudo
son de interés para el médium y para darle sabias advertencias. Si no las
aprovecha, aumenta su culpabilidad, porque escribe su condena. Dios, cuya bondad
es infinita, no puede negar asistencia a los que más necesitan de ella. El
virtuoso misionero que va a moralizar a los criminales hace lo mismo que los
buenos espíritus con los médiums imperfectos.
Por otra parte, los buenos espíritus, queriendo dar una
enseñanza útil a todo el mundo, se sirven del instrumento que les viene a mano;
pero le abandonan cuando encuentran otro que les es más simpático y que
aprovecha sus lecciones. Retirándose los buenos espíritus, los inferiores, poco
cuidadosos de las cualidades morales, que les molestan, tienen entonces libre
el campo.
De aquí resulta que los médiums imperfectos moralmente, y
que no se enmiendan, son, tarde o temprano, presa de malos espíritus, que a
menudo los conducen a su ruina y a las mayores desgracias incluso en este
mundo. En cuanto a su facultad, de bella que era y que hubiera continuado
siendo, se pervierte al principio por el abandono de los buenos espíritus y
concluye por extinguirse.
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