Esta tradición
oral pudo comenzar cuando un brujo solitario le traspasó sus conocimientos a
otro ; las reglas de las agrupaciones pueden haberse ido desarrollando de modo
gradual, al dar por sentado esos brujos que se suponía ideal-mente que debían
reunirse en grupos. Una forma u otra del Libro de las Sombras debe haber
precedido a todos los grupos rituales de la historia. Pero quizá no haya nunca
la manera de saber con seguridad cuál es la verdadera historia de esos grupos
modernos, y yo me limito a apuntar esto como mi propia explicación a estas
cuestiones.
Ninguna discusión
sobre la brujería contemporánea está completa sin hacer referencia al
pretendido satanismo de Anton LaVey, que considera a todas las religiones
tradicionales fraudulentas y psicológicamente destructivas. Antiguo ocultista,
que había tenido profesiones tan variadas como domador de leones y fotógrafo de
la policía, LaVey convirtió en 1966 un grupo que se reunía para discutir sobre
ocultismo en la Primera Iglesia de Satán. Su casa de San Francisco se
transformó en el centro en que se celebraban Misas Negras, a las que se daba
gran publicidad, y en lasque se hallaban todos los aditamentos necesarios: una
mujer desnuda como altar, teatrales invocaciones al diablo y el consejo de
practicar los "siete pecados mortales".
LaVey, cuyo
sentido de la teatralidad excede incluso al de Alex Sanders, ha demostrado ser
un maestro de la fantasía ocultista, en el más puro estilo de Aleister Crowley.
La Biblia Satánica, uno de los diversos libros que ha escrito, expresa una
filosofía coherente en la que el Diablo aparece como el símbolo de todos los
deseos humanos reprimidos por el cristianismo ortodoxo. El culto al Diablo en
la Iglesia Satánica intenta satisfacer una necesidad humana de ritos, al tiempo
que permite una expresión terapéutica de la sensualidad y las hostilidades que
son parte de la condición humana. La concepción de LaVey de la brujería como
conjunto de técnicas para enfocar unas capacidades para-normales latentes puede
que no sea otra cosa que una pues-ta al día de la "Magick" de
Aleister Crowley renovada, pero no ha dejado de irritar a otros brujos de
culto.
La cuestión de si
la brujería debe considerarse una religión se planteó poco después de la muerte
por cáncer de la querida abuela de Tanya. ]Ésta había comenzado a tener un
sueño repetido, que daba gran énfasis a un sentimiento de pérdida, que es el
punto central de la mayor parte de las concepciones teológicas del infierno. En
el sueño, la pérdida se producía por su negativa a adoptar ninguna creencia
religiosa. Según su psiquiatra, al que había acudido esporádicamente desde la
infancia, por cuestiones de terapia, el sueño significaba que Tanya no se había
enfrentado aún a la dimensión específicamente religiosa de la mortalidad
humana. Sorprendida y entristecida por la muerte de su abuela, no podía
encontrarle ningún significado.
El doctor
preguntó cómo era posible que Tanya dijera de sí misma que era una bruja y no
se identificara con algún tipo de experiencia religiosa. Ella insistió en su
ateísmo y el psiquiatra señaló con idéntica resolución la evidencia de la
preocupación religiosa que brotaba de su subconsciente. Finalmente, tuvo que
admitir que creía en Dios y que la perspectiva de su magia adquiría una nueva
cualidad a causa de esta creencia.
Es difícil, si no
imposible, trazar una línea entre las esferas de la magia y de la religión.
Ambas se refieren al mundo en términos que van más allá de los estrechos
límites de lo que hoy consideramos una naciente concienciación, la distinción
existente entre un descubrimiento de trascendencia a la que el hombre responde
con culto y el reconocimiento de una armonía, con la que intenta sincronizar a
través de sus símbolos.
Desde esta
perspectiva, es comprensible que la magia deba emplear continuamente un marco
religioso para sus prácticas y que la religión deba darse mayor realce
adoptando las vestiduras de la magia.
Tanya, que se ha
descubierto por fin cierto sentimiento religioso, comparte en este aspecto la
posición de las brujas de culto, que desde los días de Gerald Gardner han
proclamado que sus ritos tienen una perspectiva intrínsecamente religiosa. Es
posible que la que ha llegado más lejos en esta dirección haya sido Sybil Leek;
en El Arte Completo de la Brujería llega a desarrollar una teología para la
"Antigua
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