viernes, 18 de abril de 2025

HISTORIA DE LA BRUJERIA Y WICCA PARTE XIV

 


Las malvadas damas del hermano Heinirch :

 

Hoy Tanya puede decir de sí misma que es una bruja, pero hace tres siglos una afirmación semejante en el mundo cristiano le hubiese proporcionado una invitación a aparecer ante los magistrados locales, que podía implicar tortura e incluso la muerte por haber cometido el más horrendo crimen que podía concebir la mente medieval.

 

 

Claro que esto no ha sido así ni siempre, ni en todas partes. En la Rusia de sus antepasados, por ejemplo, no se han producido nunca esas enormes persecuciones de la brujería que caracterizaron a la Europa Occidental, por la sencilla razón de que Rusia no había superado aún los pro-gromos que en Europa habían precedido a las masacres de los que eran acusados de brujería.

 

La abuela de Tanya nos contó en una ocasión el modo como habían sido asesinadas casi todas las personas de su pueblo, en un pogromo que se ' produjo cuando ella era una niña muy pequeña. No era necesario buscar a los que traficaban con el Diablo, cuando quedaban a mano los judíos para absorber las agresiones provocadas por un ambiente hostil y poco dócil. Y recordando el horror del período de mi crianza, Europa se mostró bien dispuesta a recurrir de nuevo al pogromo, cuando volvió a ser necesario procurarse víctimas para los oscuros dioses del éxito material.

 

El hecho de que Tanya sea bruja y judía es una simple coincidencia. Lo irónico es que si viviéramos todavía bajo las leyes medievales, Tanya sería probablemente absuelta de la acusación de brujería porque no es una cristiana bautizada y no puede ser, por tanto, una apóstata, como se supone que es toda bruja por definición. Sin embargo, su conocimiento del mundo de la magia, tanto en creencias como en prácticas, la condenaría por las leyes que prohibían la hechicería, y aún podría 77preguntársele, bajo tortura, cuanto supiera sobre los renegados cristianos que acudían a los "aquelarres" y las "sinagogas" de los brujos. En algunas regiones, aunque la dejaran graciosamente en libertad, por tratarse de su primer delito, podría ser obligada a llevar un tocado, conocido como "sombrero de judía", como muestra de su desgracia pública.

 

Aunque los tratados modernos sobre brujería encuentran unos románticos orígenes al término "sabbat" (aquelarre), que lo diferencia del judío "sabbath" (sábado judío), hasta un superficial conocimiento de las fuentes medievales indica que un crudo antisemitismo impuso esta costumbre. Por ejemplo, a las agrupaciones de brujos se les llamaba frecuentemente "sinagogas"; el término "coven" (1) no aparece en la literatura de los juicios, hasta ser empleado en Escocia a finales del siglo xvii. La jefe de las cabalgatas de brujas, en las regiones y períodos en que este concepto era fundamental en la imagen de una bruja, no es ((1) En inglés, reunión ritual de trece brujos. (N. de la T.)) con frecuencia otra que Herodias, la escandalosa reina ju-día que logró que su hija pidiera la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.

 

En los peores períodos del pánico de la brujería de los siglos xvi y xvii, los brujos fueron frecuentemente acusados de las mismas actividades antisociales (envenenamiento de pozos, asesinato de niños) que antes se les atribuyera a los judíos. Y, finalmente, como los judíos, al brujo no se le condena por lo que hace sino por lo que es... el que se ha vuelto contra Cristo.

 

La implícita asociación del judaísmo con la brujería es, a mi entender, la clave para la comprensión de la leyenda medieval de la bruja, que dio finalmente lugar a fantasías como la Aradia y las reconstrucciones celtas de Margaret Murray y Gerald Gardner. Eso también explica por qué en un país como España se produjeron pocas persecuciones y no hubo ninguna histeria, mientras Europa Occidental se convulsionaba en su totalidad en el temor a los brujos.

 

La iglesia española estaba demasiado ocupada con los moriscos, los judíos y los musulmanes, que se habían convertido sólo nominalmente al catolicismo, después de un edicto de Fernando e Isabel por el que se exigía el exilio de los no cristianos. En Italia, otro país en el que no llegó a explotar la locura de los brujos, bastaba con el miedo a los protestantes. (Esta asociación, como veremos más adelante, es también la clave para la comprensión de la tradición del ce-remonial mágico, presente en toda discusión sobre brujería, tanto en la Edad Media como en los tiempos modernos.)

 

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