Leland hace
mención de su creencia de que los aquelarres de los brujos (reuniones rituales)
siguen celebrándose, aun dentro de la Ciudad Santa. Sin embargo, los conjuros y
narraciones que añade a su texto básico sugieren solamente las prácticas
individualísticas que generalmente caracterizan a la magia popular europea.
¿Había reuniones de brujos en el norte de Italia? En una región en que se
practicaba la brujería
con poco temor a
las represalias oficiales, la ausencia de referencias más explícitas a
actividades de grupo parece una indicación suficiente clara de que no se
celebraban. Al parecer, Leland opinaba lo contrario, porque como fundador de la
Sociedad del Saber Gitano, practicante y estudiante de magia, era el auténtico
romántico que se sentía más a su gusto en una antigüedad reconstruida que con
el mundo mecanizado a su alrededor.
Esa nostalgia,
que se encuentra en muchos de los ocultistas de la época, es la clave para
comprender por qué hombres al parecer mundanos se vestían con trajes exóticos,
pronunciaban encantamientos en un lenguaje imposible y actuaban en general como
si el futuro de la humanidad dependiera de otra cosa que de la expansión de la
civilización industrial. Sin embargo, la realidad es que el final del siglo xix
fue testigo de la existencia de muchos grupos dedicados al estudio y la
práctica de la magia. La brujería, en opinión de los adeptos de la Orden
Hermética de la Aurora Dorada, en Inglaterra, o de la Orden del Templo de
Oriente, en Alemania, era un cristianismo adulterado, un culto del Diablo, que
no merecía la consideración de los hombres instruidos.
La Aradla de
Leland, publicada en 1899, no llamó mucho la atención y pronto fue olvidada.
Margaret Murray, la dama que hizo de la brujería algo intelectualmente
respetable, no se refiere nunca a ella en sus dos principales libros, y tampoco
es mencionada en las páginas de La Brujería Hoy, de Gerald B. Gardner, que
inauguraron la ronda contemporánea de revelaciones respecto a la "Antigua
Religión". Thomas C. Leffibridge, cuyo libro Brujas presentaba de nuevo la
obra de Leland a un púbico moderno, comentaba que "parece raro y es
probable que fuera ahogada de algún modo por intereses ocultos". Una
explicación mucho más
probable es que
incluso el descubrimiento de una secta dedicada a Diana en la lejana Italia no
demostrara que los gru-pos dedicados a la brujería de la Edad Media, si es que
llegaron a existir, hubieran sobrevivido en el mundo moderno.
Hay un intervalo
de dos siglos entre Aradia y El Culto de la Brujería en la Europa Occidental,
de Margaret Murray. Al revés de Leland, la señorita Murray no pretendía que la
brujería organizada hubiera sobrevivido a sus perseguidores. Lo que sí ofrecía
era un notable y profundo estudio en apoyo de su tesis de que la brujería,
mientras existió, fue una religión diferente, que coexistió con el cristianismo
durante la Edad Media. Esta teoría no exige una creencia en la posibilidad de
hechos milagrosos.
A pesar del
título de su libro, Murray limitaba en gran parte su estudio a las Islas
Británicas. Comenzaba con una distinción crítica entre "brujería
operativa", o las varias prácticas de la magia popular, y "brujería
ritual o las formas de una religión enraizada en un nivel de civilización que
precedió al desarrollo de la agricultura. Su teoría consiste en que esta
religión, que según ella cuenta con un dios, en forma de hombre o de bestia,
unos ritos bien definidos y una excelente organización, sobrevivió al
advenimiento de la iglesia cristiana.
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