viernes, 18 de abril de 2025

HISTORIA DE LA BRUJERIA Y WICCA PARTE VIII

 


Leland hace mención de su creencia de que los aquelarres de los brujos (reuniones rituales) siguen celebrándose, aun dentro de la Ciudad Santa. Sin embargo, los conjuros y narraciones que añade a su texto básico sugieren solamente las prácticas individualísticas que generalmente caracterizan a la magia popular europea. ¿Había reuniones de brujos en el norte de Italia? En una región en que se practicaba la brujería

 

con poco temor a las represalias oficiales, la ausencia de referencias más explícitas a actividades de grupo parece una indicación suficiente clara de que no se celebraban. Al parecer, Leland opinaba lo contrario, porque como fundador de la Sociedad del Saber Gitano, practicante y estudiante de magia, era el auténtico romántico que se sentía más a su gusto en una antigüedad reconstruida que con el mundo mecanizado a su alrededor.

 

Esa nostalgia, que se encuentra en muchos de los ocultistas de la época, es la clave para comprender por qué hombres al parecer mundanos se vestían con trajes exóticos, pronunciaban encantamientos en un lenguaje imposible y actuaban en general como si el futuro de la humanidad dependiera de otra cosa que de la expansión de la civilización industrial. Sin embargo, la realidad es que el final del siglo xix fue testigo de la existencia de muchos grupos dedicados al estudio y la práctica de la magia. La brujería, en opinión de los adeptos de la Orden Hermética de la Aurora Dorada, en Inglaterra, o de la Orden del Templo de Oriente, en Alemania, era un cristianismo adulterado, un culto del Diablo, que no merecía la consideración de los hombres instruidos.

 

La Aradla de Leland, publicada en 1899, no llamó mucho la atención y pronto fue olvidada. Margaret Murray, la dama que hizo de la brujería algo intelectualmente respetable, no se refiere nunca a ella en sus dos principales libros, y tampoco es mencionada en las páginas de La Brujería Hoy, de Gerald B. Gardner, que inauguraron la ronda contemporánea de revelaciones respecto a la "Antigua Religión". Thomas C. Leffibridge, cuyo libro Brujas presentaba de nuevo la obra de Leland a un púbico moderno, comentaba que "parece raro y es probable que fuera ahogada de algún modo por intereses ocultos". Una explicación mucho más

 

probable es que incluso el descubrimiento de una secta dedicada a Diana en la lejana Italia no demostrara que los gru-pos dedicados a la brujería de la Edad Media, si es que llegaron a existir, hubieran sobrevivido en el mundo moderno.

 

Hay un intervalo de dos siglos entre Aradia y El Culto de la Brujería en la Europa Occidental, de Margaret Murray. Al revés de Leland, la señorita Murray no pretendía que la brujería organizada hubiera sobrevivido a sus perseguidores. Lo que sí ofrecía era un notable y profundo estudio en apoyo de su tesis de que la brujería, mientras existió, fue una religión diferente, que coexistió con el cristianismo durante la Edad Media. Esta teoría no exige una creencia en la posibilidad de hechos milagrosos.

 

A pesar del título de su libro, Murray limitaba en gran parte su estudio a las Islas Británicas. Comenzaba con una distinción crítica entre "brujería operativa", o las varias prácticas de la magia popular, y "brujería ritual o las formas de una religión enraizada en un nivel de civilización que precedió al desarrollo de la agricultura. Su teoría consiste en que esta religión, que según ella cuenta con un dios, en forma de hombre o de bestia, unos ritos bien definidos y una excelente organización, sobrevivió al advenimiento de la iglesia cristiana.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario