En los bautismos se enciende una vela con el fuego del cirio pascual y se le entrega al
recién bautizado (o a sus padres) como símbolo de la luz de Cristo que reciben y que deben mantener brillando siempre. En la fiesta de la Presentación, que es también la Purificación de la Virgen María (2 de febrero) se bendicen velas y por eso se le llama «Candelaria».La costumbre de encender cirios en las procesiones y ante las imágenes de Cristo, María Santísima y los santos es un signo muy antiguo que nos recuerda que Jesús es la luz del mundo y todo el que está en él comparte esa luz. La vela es un símbolo de ofrenda espiritual, de nuestra devoción que continúa más allá de nuestra presencia física en el lugar santo.
Y también se prenden en los velorios o velatorios,…
«Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad». -Lucas 11,35
Muchas personas desconocen la importancia de estos antiguos ritos que hoy se están perdiendo, como el rezar rosarios a los recién fallecidos y velar a los muertos (velatorio, de ahí su nombre), previamente al funeral y posterior entierro.
Al menos aquí en Chile, las empresas funerarias han abaratado sus costos al mínimo, eliminando las velas y utilizando junto a los féretros cirios sintéticos (ampolletas incandescentes o las modernas leds); pero estos objetos artificiales no cumplen con la misma función, como sí lo hace una vela que arde. Sólo son luces artificiales, no son, como deberían ser, velas para velar (acompañar) a una persona cuya alma está aún en tránsito, porque no somos sólo carne, sino también y sobre todo, espíritu.
¡ «Qué solos se quedan los muertos…» al menos en Chile
Otra hecho que en Chile nos llama profundamente la atención es éste: al difunto se le deja solo por la noche, en la iglesia o templo donde se le ha estado velando. Mucha gente pensará que eso no tiene importancia, que el muerto muerto está y que le da igual cómo y dónde se le tenga; pero la importancia citada se refiere al alma o espíritu del fallecido, no a sus restos materiales que en definitiva ya son únicamente un envoltorio, una ‘vieja corteza’ como bien decía el Principito. La tradición, la costumbre, dispone que el difunto debe ser velado toda la noche por sus familiares y amigos. No su cuerpo, insistimos, sino su espíritu. Porque velar significa también ‘cuidar’, ‘vigilar’, y eso es muy importante, para que ese espíritu pueda transitar hacia la Luz con tranquilidad y sin ninguna perturbación.
Y esto es lo que aquí criticamos; la desidia, la indiferencia, cuando no el incumplimiento flagrante por parte de los responsables eclesiásticos y de los párrocos de las distintas iglesias chilenas, de esta importante cuestión.
Los obispos de la CECH (Conferencia Episcopal Chilena) aprobaron en el ya lejano año 1954 un documento titulado: ‘Normas preceptivas que el Episcopado de Chile da sobre vida litúrgica’. En este documento ‘preceptivo’, es decir, ‘de obligado cumplimiento’, se dice lo siguiente (reproducimos textualmente):
Gracias por compartir Carolina,
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