Distribución armónica de los nombres de los dioses planetarios de los siete días de la semana
(según Hammerly Dupuy)
La cuenta "hacia adentro" y el sentido
"antihorario" están íntimamente vinculados y responden a una
concepción del tiempo y del espacio radicalmente diferente a la que tiene el
hombre occidental contemporáneo. A ello nos referiremos detenidamente en otro
trabajo, pero no queríamos dejar de mencionarlo aquí.
Ahora bien: Sin perjuicio de su coherencia
interna, las hipótesis de Dio Cassius presentan algunos inconvenientes.
Si el nombre de los días de la semana se hubiese originado
en la "tabla egipcia" de los días y las horas, resultaría entonces
que los astrólogos egipcios habrían ordenado los cielos en función,
precisamente, de las horas del día.
Asimismo, si la distribución armónica de los astros se
hubiese originado en los estudios de Pitágoras sobre la armonía por cuartas,
resultaría entonces que los pitagóricos habrían ordenado los cielos en función
de sus escalas musicales.
Estas conclusiones habrán de sonar como verdadera
"música celestial" a los oídos de quienes creen que los hombres de
todas las épocas no han hecho más que idear universos a su propia imagen y
semejanza. A nosotros, en cambio, estas conclusiones que podrían deducirse de
las hipótesis de Dio Cassius, nos suenan por demás desafinadas. Los hombres de
todas las épocas -los hombres sabios, se entiende- han procurado experimentar
primero y realizar después la armonía entre los Cielos y la Tierra, lo cual,
por cierto, es algo bien diferente de lo anterior.
Es cierto que la armonía de las octavas musicales, así como
también la armonía de los intervalos de 3ª y de 5ª, puede ser percibida por
cualquier oído entrenado cuando, por ejemplo, se hace vibrar una cuerda de
violín o de guitarra. Pero la "armonía por cuartas" no es algo que
responda a la naturaleza física de las vibraciones sonoras: Los Tetracordios no
pudieron surgir de ninguna clase de "ciencia experimental positiva"
sino de la aplicación al campo de la música de principios cosmogónicos y
cosmológicos preexistentes. Los Tetracordios son un reflejo,
un símbolo de la armonía de las esferas y no al revés como pareciera
desprenderse de la hipótesis de Dio Cassius. Los Tetracordios son
un soporte por medio del cual podemos aproximarnos a la música celestial. La
música celestial no existe por los Tetracordios sino éstos por
aquélla.
El mismo criterio debe aplicarse a la "tabla
egipcia". Si los astrólogos egipcios establecieron la división del día en
24 horas es porque descubrieron que, de ese modo, se ponía en concordancia la
sucesión de los días de la semana astrológica con el orden celeste. La semana
astrológica existe por el orden celeste y no éste por aquélla.
El conocimiento de la secuencia Saturno, Sol, Luna,
Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, tuvo que ser, necesariamente, previo
a la semana astrológica egipcia y a los Tetracordios pitagóricos.
Esto no invalida las hipótesis de Cassius. Por el contrario,
las confirma. Sólo que las coloca en el orden jerárquico que les corresponde en
el camino del Conocimiento:
Lo profundo es razón de lo superficial y nunca a la inversa.
Consecuentemente, un símbolo está siempre en un plano exterior a la cosa
simbolizada. Así, ningún cristiano que conserve el sentido de su propia
tradición estaría dispuesto a admitir que Cristo es un símbolo del Sol: El Sol,
en cambio, bien puede ser considerado un símbolo de Cristo. Lo mismo vale,
dicho sea de paso, para los pueblos tildados de "idólatras" y
"primitivos". Jamás esos pueblos han rendido culto "a los
astros" sino a las potencias simbolizadas por éstos.
El problema del Centro
Las hipótesis de Dio Cassius muestran dos modos de expresar simbólicamente el
orden armónico de los astros -es decir, de las potencias celestes-, pero no son
suficientes para comprender el significado de ese orden.
El movimiento de los astros, la armonía de las esferas,
expresa una música celestial sin que para ello se
requiera que los astros modifiquen su ordenamiento físico. Al contrario,
la música celestial se produce precisamente porque las esferas
ocupan el lugar que ocupan, y no otro. La música celestial es
un fenómeno enteramente natural, o sea, inherente a la naturaleza
de las cosas. Pero si el orden físico de los astros es en sí mismo un orden
armónico, ¿por qué un ordenamiento planetario que se supone armónico ha de
diferir de ese orden físico?.
Alquimistas como Filaletes, Bernardo Trevisano y Basilio
Valentino han mencionado la siguiente disposición de los astros:
Mercurio-Saturno-Júpiter-Luna-Venus-Marte-Sol |
Esta disposición expresa la correspondencia simbólica entre
los astros -las potencias celestes- y las etapas de la obra alquímica. No viene
al caso exponer aquí el significado de la secuencia. Lo que interesa es la
ubicación final, culminante, del Sol (el oro). La obra alquímica es, ante todo
y por sobre todas las cosas, una obra interior. El camino
del alquimista es un camino hacia adentro, de modo que el
punto culminante no puede ser otro que su propio Centro.
Mediante el decreto del 7 de marzo de 321, Silvestre, obispo
de Roma, dispuso que los días de la semana fuesen designados en forma ordinal,
a excepción del primero (dies Domini) y del séptimo (Sabbatum). Siendo
el domingo el Día del Señor, este día viene a ocupar, en la tradición
cristiana, el mismo lugar que ocupa el sábado en la tradición hebrea. El
mismo lugar, insistimos, pese a que el domingo es el primer día y el
sábado el último: Puesto que se trata del día central, su ubicación
al principio o al final de una secuencia es indistinta, toda vez que el Centro
es el principio y el fin de todas las cosas.
Al referirnos a la ubicación central, tanto
del día domingo en la semana cristiana como del Sol en el simbolismo planetario
de la obra alquímica, estamos aludiendo a una determinada cualidad
objetiva (la cualidad de ser Centro), que para nada depende de su
ubicación física o convencional. Esta es la cuestión clave para comprender el
significado de la semana planetaria.
Puesto que el domingo-Sol es el Centro, el número-símbolo
que le corresponde es, obviamente, el número del Centro. En las tradiciones
griega, egipcia, hermética, romana, cristiana e hindú, el número del Centro es
el 7 (número de Brahma y número del Anahata, el Chakra del
corazón, por ejemplo). Cualquiera sea el orden en que los astros aparezcan
presentados, al Sol le corresponderá, por lo tanto, el número 7. Y también es 7
el número del domingo cristiano, aunque se lo presente como el primer día de la
semana en vez de como el último (el sábado de los judíos, en acuerdo con el
relato bíblico del Génesis y cuyo número es, por supuesto, 7).
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