"La Madre Kwan Yin encarnó, en China, como un Rayo de Amor Compasivo de Avalokiteswara y Amida Buddha, al querer resolver, por Misericordia, los sufrimientos de los seres humanos. Nació como hija del Emperador Miaozhuang, y le pusieron el nombre de Princesa Miaoshan.
El Emperador Miaozhuang quería que su hija - Kwan Yin o Miaoshan- se casara, viviera como una ama de casa y le diera un nieto para que fuera heredero del reino; pero Kwan Yin vivía en "Satori" o profunda meditación contemplando el Cielo de Amida Buddha, que es la Tierra Pura del Esplendor sin límites.
Kwan Yin se negó a casarse y , debido a esto, su padre, el Emperador, la encarceló y la hizo sufrir mucho. La Princesa utilizó el encarcelamiento del cuerpo para estar más tranquila, en Paz, y permanecer en Meditación.
Por petición de Kwan Yin, se le cambió la cárcel por un convento, pero el monarca le ordenó a la abadesa que le hiciera la vida imposible, para que se hastiara del convento, saliera, se casara y le diera un sucesor. Viendo que de ninguna forma podía sacar a su hija de su entrega espiritual, finalmente, el soberano mandó a que la mataran.
Al desencarnar Kwan Yin llenó con tanta Luz el infierno, que los demonios le pidieron a Dios que la devolviera a la encarnación, para librarse del brillo de su Pureza, que no los dejaba vivir en paz.
Al padre de Kwan Yin se le devolvió todo su odio, llenándosele todo el cuerpo de dolorosas pústulas. Kwan Yin se disfrazó de renunciante y fue a donde estaba su padre, quien no la reconoció; entonces le dijo que solo podía sanarse con el OJO Y LA MANO DE UN SER SANTO. Kwan Yin conservó su cuerpo físico en la isla de PUTUO, que está enfrente de Shangái, en China, y a ese lugar mandó el Emperador a sus sirvientes para que le sacaran el ojo y la mano a un ser santo, que no era otro que su propia hija,
El monarca se sanó con el ojo y la mano de su hija. Cuando llegó a PUTUO, se enteró de lo que le había hecho, no pudo resistir el dolor y se arrepintió amargamente. Kwan Yin recuperó sus miembros y regresó a un plano celestial muy cerca del físico, para, desde allí, seguir ofreciéndole a la humanidad su mano de ayuda y su ojo de observación de AVALOKITESWARA, para que se contemplen las Leyes Divinas del Amor Compasivo".
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Libro: SÉPTIMO RAYO VIOLETA.
AUTOR: Rubén Cedeño.
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