Aventuro esta hipótesis con grandes reservas. John M. Allegro, en El Hongo Sagrado y la Cruz, había expuesto ya su osada opinión de que buena parte de la mitología del antiguo mundo, incluyendo las historias del Antiguo y del Nuevo Testamento, refleja un culto de las drogas y la fertilidad, en el que se utilizaba el hongo alucinógeno Amanita muscaria (llamado en Europa agárico). Según Allegro, este culto seguía vigente en el siglo i de la era cristiana. Las autoridades de la nac;ente comunidad cristiana, ignorantes de los verdaderos orígenes de la secta a la que se habían convertido, aceptaron documentos como los evangelios y epístolas por su valor nominal, en lugar de como una iniciación en clave de los secretos del culto. Herejes como los gnósticos siguieron arropando a esa verdad, pero fueron cruelmente suprimidos a lo largo del tiempo.
Yo difiero de la tesis básica de Allegro, pero debo admitir al mismo tiempo que pudo existir un encubierto culto a las drogas en el mundo antiguo. Es posible que el cono-cimiento de los venenos, que estaba relacionado con la brujería en el antiguo orden imperial, incluyera la ciencia de cómo utilizar esas sustancias en dosis limitadas, o mediante aplicaciones externas, para crear efectos alucinógenos. Esta ciencia pudo transmitirse dentro de una organización muy limitada y formal y llegar más o menos intacta hasta la Edad Media.
Aparte de si la destreza en la composición de alucinógenos era algo antiguo, o relativamente reciente, al parecer es un hecho que existía en la Edad Media. Recuerdos de las antiguas prácticas del culto celta, muchas de las cuales habían perdurado en diversas prácticas populares, así como una comprensión distorsionada de los cátaros, pudieron proporcionar la base para ensueños privados que, en un estado de conciencia anormal, pudieron asumir la forma de una "realidad aparte", totalmente satisfactoria.
Esto podía ser una experiencia mucho menos espiritual que el éxtasis aprobado por la iglesia medieval, pero altamente funcional para los hombres y mujeres que vivían en los márgenes de la sociedad de la Edad Media.
¿Y qué hay sobre los ingredientes más repugnantes de las recetas, como por ejemplo la grasa del cuerpo de los bebés, o el tuétano de los huesos de los niños? Lo más probable es que se trate de fantasías de los demonólogos, pero es posible que existieran individuos que aceptaran la necesidad de tiles sustancias y pudieron producirse casos auténticos de infanticidio o de violación de tumbas para obtenerlas.
Repito que todo esto no son más que puras conjeturas. La única razón de que me interese en este aspecto de los brujos medievales, como adeptos a un culto de las drogas, es porque soy consciente del papel que esas sustancias han representado en el ocultismo de épocas más recientes. Aleister Crowley escandalizó a sus antiguos compañeros de la Aurora Dorada por su propia aceptación del opio y la cocaína como legítimos adyuvantes en la práctica de la magia, y la reanimación de una brujería más autónoma hacia fines de la década de 1960 está íntimamente relacionada con el uso de las drogas por los jóvenes. Lo mismo pudo ocurrir en la Edad Media. La religión celta floreció en un ambiente en que se bebía increíblemente, y el culto dionisiaco griego -que fue en sí mismo una religión oculta, que coexistía con los más respetables cultos de los templos-exigía el alcohol como vehículo para el éxtasis. ¿No pudo haber funcionado de igual modo un uso sistemático de aluinógenos para grupos aún menos ortodoxos en los mundos de la magia griega y celta?
Incluso si hubiera en qué apoyar esta hipótesis, debería recordarse que las creencias y prácticas griegas eran tan dispares que no existía nada que se pareciera ni de lejos a un culto universal. El poeta Robert Graves, por ejemplo, ha expresado la idea contraria de que sí que existía el culto a la "Diosa Blanca" por toda la Europa antigua, y, siguiendo a Margaret Murray, que los grupos rituales de brujas medievales mantuvieron vivo este "culto diánico" hasta una época posterior.
Desde luego, es cierto que se da un motivo lunar en el folklore griego, en la triplicidad de Artemisa-Selene-Hécate (la luna creciente, la luna llena y la luna menguante) y que representaciones celtas de una diosa madre (la Magna Mater) se asemejaban con mucha frecuencia a esta imagen griega. Pero los celtas acostumbraban a ser partidarios de las tríadas. Además, al revés de sus oponentes griegas, las diosas madres celtas son raras veces representadas con los atributos que las acreditan como diosas de la caza -una característica vital del culto a Diana, tal como ha sido interpretado por los miembros de los grupos rituales modernos-.
Si ni tan siquiera los druidas, los servidores de Cernunos, hicieron acto de presencia en todo el mundo celta, la existencia de un extendido culto matriarcal, que estuviera dedicado al equivalente celta de Diana, nos parece muy poco probable.
Yo tiendo a compartir la idea de Jeffrey Burton Russell sobre la imagen medieval de la bruja como una gradual humanización de las características de las antiguas deidades celtas. No hay duda de que existía mucha hechicería en el mundo celta, prescindiendo incluso de las artes practicadas por los shamanes tribales que conocemos con el nombre de druidas. Creo que esta brujería sobrevivió a la caída de los druidas y a las predicaciones de los sacerdotes cristianos. Lo más probable es que sus practicantes fueran en su mayoría mujeres, que quedaban excluidas de los ministerios druídico y cristiano.
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