viernes, 20 de junio de 2025

HISTORIA DE LA BRUJERIA Y WICCA PARTE XXV

 


Durante la Edad Media, esas brujas, que debían mantener sus prácticas secretas a causa de las prohibiciones, serían cristianas, pero con un cristianismo lleno de fuertes reminiscencias celtas. Como ocurrió con el vudú de Haití, incluso el lenguaje de la hechicería debió cambiar para reflejar las creencias oficiales que sustituían a la más primitiva religión de un pueblo subyugado, pero la propia hechicería suponía una estructura mítica extraída de una era casi olvidada. Irónicamente, y de nuevo como en

 

Haití, las costumbres de un desaparecido sacerdocio serían conservadas por individuos que en una época anterior hubieran sido excluidos de tal ministerio. Hasta aquí, pues, es correcto hablar de la "Antigua Religión", pero no precisamente en el sentido que le da Margaret Murray.

 

Es obvio que se dieron muchas otras influencias en la conformación de la brujería de la Edad Media. La leyenda desarrollada por los perseguidores, introduciendo una visión del mundo en términos cátaros, pudo empujar a los propios brujos a sustituir a Cernunos por el Diablo, en su recuerdo de un pasado celta, aunque en estas circunstancias era el Diablo como amigo de la humanidad y no como su implacable adversario.

 

Otra influencia fue la tradición de la magia ceremonial, reintroducida en Occidente por los que estaban familiarizados con su continuidad en la cultura híbrida del mundo is-lámico. Los textos mágicos, por ejemplo, eran una clara copa de la brujería celta, aunque los magos, que generalmente eran hombres procedentes de un ambiente urbano e intelectual, interpretaban su hechicería como una manipulación de los poderes ocultos de la naturaleza y no como el erótico culto al diablo atribuido a ignorantes campesinas. Pero, con el tiempo, retazos de la ciencia de aquellos tratados pudo haberse mezclado con prácticas celtas, de un modo que reforzó la imagen del brujo como el ser que cul-tivaba unos poderes demoníacos.

 

Entre tanto, un elemento potencialmente condenatorio se había introducido en la tradición de lo que las brujas podían y no podían hacer. Era la idea de que el alma de un brujo podía separarse, en cierto modo, de su cuerpo para asistir a los aquelarres o hacer maleficia. El concepto de la lamia o striga del folklore grecorromano pasó a aplicarse a los brujos en general. Ya no se trataba de cambiar de forma, como en la licantropía (1), sino en la insidiosa acción del cuerpo astral o espectral del brujo.

 

Parejo con esta idea existía la convicción de que los endemoniados eran personas infestadas por los poderes extraños adorados por los brujos. Mediante las ceremonias relacionadas con el exorcismo, el embrujado podía ser obligado a revelar la procedencia del mal que le aquejaba. Incluso podía ser capaz de presenciar lo que le sucedía al cuerpo espectral del brujo, sin tener en cuenta lo que se supiera sobre la localización o actividades de su cuerpo físico.

 

En Loudun, en la década de 1630, una histérica priora francesa, Soeur Jeanne des Anges, convenció a suficientes personas responsables de que estaba poseídaa como para provocar el arresto de un sacerdote, Urban Grandier, que se había ganado la enemistad de los principales ciudadanos de Loudun. Durante el juicio, los jueces oyeron testimonios que aseguraban que el sacerdote, a pesar de estar encarcelado, había podido aún atacar a las monjas en su convento. Condenado por sorcier (brujo, hechicero), Grandier fue torturado y luego quemado vivo.

 

Soeur Jeanne, cuya frenética retractación había sido considerada por los jueces como una prueba más de la intensidad de su posesión, fue finalmente liberada de sus demonios y se convirtió en una especie de celebridad en la corte de Luis XIII. El hijo del rey, el futuro Luis XIV, nació con la camisa de la monja, de la que se decía que era milagrosa,colocada sobre el vientre de su madre, e incluso el mundano y doliente Richelieu le concedió una audiencia en un tiempo en que su puerta estaba cerrada para todo el mundo.

 

((1) Término médico para designar la manía en que el enfermo se figura estar convertido en lobo. (N. de la T.))

 


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