Para los romanos, resultaba importante la supresión del culto druídico de Cernunos, por razones puramente políticas. Con el advenimiento del cristianismo, el Dios Cornudo se encontró con unos nuevos y tozudos enemigos. Se adoptaron las imágenes en cuclillas de Cernunos para representar al Diablo, y las historias en las que Cernunos aparecía como el enorme señor negro de las bestias pasaron a formar parte del folklore concerniente al modo como era visto el Diablo por sus seguidores. Hay que advertir que el color negro era el modo de representar lo sobrenatural; para los celtas, el color de la muerte era el rojo.
Otros dioses y diosas corrieron mejor suerte entre los cristianos que Cernunos. El mejor ejemplo es la triple Brigantia (la Alta), o Brígida, una diosa madre celta, asociada con frecuencia por los romanos a Minerva, que se convirtió en Santa Brígida de Kildare. Atributos de otras divinidades fueron endosados a santos prestigiosos, como el monje Columba, del que se decía que sabía el lenguaje de los pájaros y que tenía un caballo blanco que predijo la muerte de su dueño. Divinidades locales menores, como las figuras veneradas originalmente como protectoras de pozos y ríos, se convirtieron en las hadas, de las que los teólogos dirían que eran demonios de poca importancia o almas de los no bautizados. Incluso un gran festival pastoral, como Samuin (1 de noviembre), fue cristianizado y convertido en el Día de Todos los Santos.
Según los relatos
romanos, los druidas practicaban los sacrificios de animales y humanos y
sabemos que el culto a la cabeza cortada era la expresión más corriente de la
religión celta. Pero no hay nada que sirva de apoyo a la afirmación de Margaret
Murray de que los sacerdotes celtas practicaban el culto de Cernunos
vistiéndose de modo que se asemejaran a él, como tampoco hay nada que sugiera
la existencia de grupos rituales de brujos como una especie de burocracia
religiosa. Cernunos es también representado ocasionalmente desnudo, como dios
de la guerra (los celtas luchaban desnudos en una demostración de valor contra
sus acorazados enemigos), pero tampoco hay ninguna razón para creer que los
festivales celtas requerían que sus participantes no llevaran más que "la capa
del cielo".
Los sangrientos festivales de bandas errantes de guerreros no cuadran bien con la imagen del aquelarre que se desarrolló finalmente en la tradición medieval, y parece que se puede afirmar con seguridad que la imagen de la "sinagoga" o "coven" (1) es parte del 20 por ciento de la tradición de la brujería que es estrictamente invención clerical. Incluso el número trece, asociado a esa palabra "coven", puede explicar carse fácilmente si no olvidamos que el término es sólo una variante de la palabra "convento". Como tenía forzosamente que saber la bruja escocesa que introdujo el término en su confesión, grupos religiosos, como los franciscanos, preferían mantener sus comunidades o conventos con un número lo más cercano posible al que formaban Jesús y sus doce apóstoles. En los juicios medievales no se fijó en ningún momento una composición específica para las "sinagogas".
((1) En inglés, grupo ritual compuesto por trece brujos.
(N. de la T.))
Aunque el cambio de la forma humana a la animal, mediante algún tipo de encantamiento, es un motivo ocasional en la mitología grecorromana, entre los celtas es la característica fundamental de una doctrina en la que el mundo de los pájaros y los animales y el de los hombres se entrecruzan continuamente.
Constituye
también el origen de la creencia en el vampirismo, que los celtas compartían
con los griegos y los romanos. Las diosas guerreras, particularmente las que
adoptaban la forma de cornejas o cuervos, podían atacar a sus enemigos y
despedazarlos literalmente.
En Grecia eran monstruos, a los que se llamaba lamiai; en Roma, lamiae o strigae (derivado de la palabra que servía para designar a una lechuza). La tradición posterior vulgarizaría un tanto a estos seres sobrenaturales prensentándolos como fantasmas chupadores de sangre, que intentaban recobrar su perdida vitalidad. En la era cristiana, lo que había sido una temible característica de las diosas paganas se convirtió finalmente en una de las acusaciones lanzadas contra las viejas indefensas que encajaban con el primer estereotipo de la bruja.
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