El espíritu constata con alegría al
dejar la atmósfera fluídica de la Tierra, lo que hizo de bueno, y, con
tristeza, las acciones reprobables. Son entonces desnecesarios e inútiles los
pedidos a supuestos juzgadores divinos, para que se compadezcan de las faltas
por él cometidas.
Es oportuno también esclarecer que
locales donde se hacen evocaciones a seres desencarnados –como los cementerios,
entre otros – constituyen puntos de atracción del astral inferior, en razón de
las corrientes fluídicas afines formadas por los pensamientos de desaliento de
los allí presentes.
Por eso, cuando alguien tuviere, por
ejemplo, la obligación moral de acompañar a un sepelio debe desviar el pensamiento de la comunión
debilitada y erguirlo sereno, claro, límpido, consciente al Astral Superior,
para que el espíritu pueda ser encaminado a su plano de evolución, libre de sus
ligazones con la materia y de las influencias originarias de las emociones
inferiores existentes en el planeta.
Ningún espíritu encarna teniendo como
punto de partida el astral inferior. Él obligatoriamente pasa para el mundo
correspondiente a su clase, y, solamente de su mundo, podrá venir a
re-encarnar.
No es sin
decepción y sufrimiento que muchos espíritus ven caer el castillo de fantasías
que construyeron en la mente con el material ofrecido por el misticismo que aún
predomina. Tan grande es el apego a esas ilusiones que ni mismo en estado de
semi conciencia espiritual son capaces de raciocinar, para tener el
esclarecimiento que tantos beneficios les proporcionaría.
En tal estado – y porque el cuerpo
fluídico les da la impresión del cuerpo físico – los espíritus quedan vagando
por la atmósfera fluídica de la Tierra y se disgustan con la falta de atención
de las personas que no perciben su presencia. Así, se perturban, pierden la
noción de su estado y quedan en una situación de completa perplejidad. Con el
correr del tiempo, se van familiarizando con el ambiente y estableciendo
conocimiento con otros espíritus, en idéntica situación.
Al penetrar en el astral inferior, los espíritus observan el cuadro de la vida material terrena como siempre lo conocieran. Expresándose como los demás desencarnados, por la acción del pensamiento, como si estuviesen hablando, pueden oír el mismo timbre del sonido que les da la idea de ser de la propia voz. Ese fenómeno es perfectamente comprensible: los pensamientos se propagan a través de ondas y formas y las condiciones de comunicación se realizan de acuerdo con las afinidades vibratorias.
Los espíritus en el astral inferior
quedan completamente ilusionados sobre la realidad de la vida y en dependencia
de ser despertados para ella. Y ese despertar no es fácil, si tomamos en cuenta
la influencia del ambiente perturbador que los envuelve. Sin la lucidez
indispensable al esclarecimiento del embotado sentido del deber, permanecen en
una situación inferior a la que mantenían cuando encarnados, pues reducen,
considerablemente, la posibilidad de mejorar su estado espiritual.
Tal situación contribuye para que el espíritu se acomode en el astral inferior por desconocer los males que le advienen de esa permanencia en un medio de baja espiritualidad, con la circunstancia agravante de almacenar, para rescate futuro, carga más o menos pesadas, conforme la actividad a que se entregó en ese ambiente.
Cuando el ser humano no posee esclarecimiento con respecto de la vida espiritual, son las cosas íntimamente relacionadas con la materia que más lo influencian en los momentos que anteceden y suceden a la desencarnación, de la cual comúnmente no se percibe. Esa influencia es aún mayor cuando el espíritu vivió dominado por los vicios, con el pensamiento dirigido para las ilusiones del mundo físico.
Algunos espíritus pasan, entonces, a actuar sobre las personas, y esa actuación, cuando persistente, acaba por tornarse obsesiva. Es ese el deseo que los lleva a permanecer en el astral inferior, en una ocupación semejante a la que tuvieron como encarnados. Procuran ejercer esa actividad donde encuentran seres con mediumnidad desarrollada y sin el conocimiento de los recursos de defensa espiritual proporcionados por la disciplina racionalista cristiana.
Los espíritus en estado de perturbación en la atmósfera fluídica de la Tierra no pueden evitar las influencias deletéreas perjudiciales, cualquiera sea el grado de evolución que hayan alcanzado.
En el astral inferior, los espíritus
dan expansión a los vicios que alimentaron en cuerpo humano. Así, si tienen
voluntad de fumar, se aproximan de las personas que están fumando y
experimentan, por inducción, el mismo placer que ellas sienten. De igual modo
proceden con relación a los demás deseos, de ahí concluyéndose que los seres
poseedores de vicios pueden servir, como instrumentos inconscientes, a la
satisfacción de prácticas viciosas alimentadas por los espíritus del astral
inferior.
Gracias por compartir Griselda.
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