Quimera o Realidad Parte B
Si de una quimera o fantasía se tratase la
alquimia, no hubiese perdurado hasta nuestros días, más bien se hubiese
desvanecido en el tiempo y hoy simplemente sería un dato histórico, pero ésta
ciencia transmutatoria, sigue siendo la realidad de antaño, presente y futura,
que aguarda a ser descubierta por aquellas almas anhelantes de felicidad, que
busquen en sus entrañas, en su cueva oscura, para sacar el más puro oro que
químico alguno pudiera conocer.
Lamentablemente las fuerzas de nuestra vil
naturaleza, se oponen constantemente, para que el buscador, no solo no
encuentre, sino para que ni llegue a ver la veta de oro que espera a ser
explotada.
El Bhagavad-Gita en su C.3, texto 39 dice lo
siguiente: Así, la
conciencia pura del ser viviente está cubierta por su enemigo
eterno en la forma de la lujuria, la cual nunca se satisface y arde como fuego.
Y añade en su texto 41: Por lo tanto, ¡Oh Arjuna, el mejor de los Bharatas! Refrena
desde el mismo principio a este gran símbolo del pecado (la lujuria) mediante
la regulación de los sentidos, y mata a este destructor del conocimiento y la
autorrealización.
Esas fuerzas siniestras que cargamos en nuestras psiquis, hacen que a la realidad objetiva (ejemplo a seguir de los Maestros alquimistas una vez concluida la Gran Obra) la veamos como quimera, pero la ilusión. Por Gran Obra se entiende la culminación del trabajo alquímico (realidad subjetiva), ilusión es, y por lo tanto si sabemos trascender esa ilusión, podremos llegar a convertirnos en alquimistas.
Siendo la realidad objetiva una, inconfundible, se
hace ciertamente difícil encontrarla, si antes no hemos sido puestos en el
camino correcto.
Así que si queremos llegar a eso que hoy
desconocemos, tendremos que ir por donde desconocemos, puesto que lo conocido
es un círculo con sus subidas y bajadas, que nos mantienen constantemente en
una repetición de nuestras vidas, pero sin salir del área que hemos creado y
que por lo mismo, nos parece nuestra área la única válida. Ignorando otras
opciones que son más reales que nuestra propia vida...
Ya San
Juan de la Cruz en su Monte Carmelo dice:
(...)
Para venir a lo que no gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no
posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.
(...)
Necesitamos despertar de nuestro sueño, para poder
evidenciar, comprender y tomar conciencia de otras dimensiones o planos de la
naturaleza, incluso de otros amigos, que aguardan a que despertemos, para así
poder hacernos partícipes de los secretos que el gran Arcano guarda en su
interior.
Es curiosa la frase que se mantenía en el umbral de
la casa de un alquimista. “Dulce es la vida si se la sigue bien. Ya sea en primavera o en
invierno, bajo blanca nieve o ramas verdes, cuando verdaderos
amigos nos la hacen vivir. Así, aquí todos tienen aquí su sitio, tanto los
viejos como también los jóvenes.”
El dragón (símbolo del cuerpo primitivo), es un
animal alquímico por excelencia, que con sus tres cabezas, muestra los tres
elementos básicos; sal, azufre y mercurio.
Así mismo, es el dragón al que debemos
enfrentarnos, ya que guarda y protege la puerta que nos permitirá pasar al
templo, donde en su interior permanece por siglos el conocimiento y la mística
de todas las formas religiosas.
Es el mismo dragón al que tantos caballeros medievales se enfrentaron, para poder rescatar a su adorada...
Una leyenda china cuenta a propósito del sabio
alquimista Hujumsin, elevado a la categoría de dios tras su muerte, que
habiendo dado muerte este hombre a un dragón horrible que asolaba el país, ató
el monstruo a una columna. Es exactamente lo que hace Jasón en el bosque de
Etes, y Cydiani en su narración alegórica “Hermes Develado”.
La verdad siempre semejante así misma, se expresa
con la ayuda de medios y ficciones análogas. Siempre es un dragón el encargado
de la custodia de los tesoros. Vela por las manzanas de oro de las Hespérides y
por el Vellocino suspendido de la cólquida. Los Filósofos (alquimistas) lo han
pintado con la imagen del dragón negro cubierto de escamas, al que los chinos
llaman lung.
Nicolás Flamel nos habla de los dragones
herméticos; uno alado (el monstruo de hocico de liebre) y el otro, áptero (el
gnomo del torso velludo) Contempla bien esos dos dragones, (nos dice el adepto) pues son los verdaderos principios de la
sabiduría...
Los cuentos e historias de caballería, escuderos,
castillos encantados, etc., fueron el medio de difusión de las bondades de la
alquimia.
Por todos es sabido que los dragones despiden por su boca fuego, éste elemento ígneo, es imprescindible en el laboratorio, mantener un dominio sobre el fuego, es básico. Siempre se ha tenido que vencer al dragón para llegar a un final feliz, y convertirse el caballero alquimista en hermafrodita (Quien tiene los dos aspectos, masculino y femenino.), dominando a las más bajas pasiones, solo así puede portar como tocado, la corona de la victoria, la que ostenta quien es rey de su propia naturaleza.
El dragón hace alusión (entre otras) al hijo de
Saturno, corporeizado bajo el azufre arsenical. Monstruo hermético cubierto de
escamas, sierpe alada con cabeza cornuda que vomita fuego, y patas con garras,
este animal, en unos provoca pánico, mientras que en otros es señal inequívoca
de que han llegado a su primer encuentro con el enemigo oculto.
Lo cual significa que su recorrido es certero y la oposición a vencer es la idónea, ya que el dragón es quien contiene la más pura semilla, que una vez cultivada de manera correcta, nos permitirá disfrutar de los frutos del Edén.
En sus enfrentamientos, contra el temido reptil
halado, tanto San Jorge como San Miguel, nos muestran como pudieron vencerlo.
Siendo San Jorge quien con un certero golpe de espada, pudo arrebatar de las
fauces del dragón a la princesa.
Todos éstos combates hay que verlos de manera
figurada, ya que en el lenguaje de los trabajadores de la Gran Obra, es
simbólico y se opera de manera oculta. Los combates hacen alusión a los instintos
pasionales sexuales, que el alquimista debe dominar hasta someterlos
completamente.
La realidad de este trabajo es bien distinta a la
que nos pueden decir quien nunca se enfrentó contra sus pasiones sexuales, por
lo tanto, de nada sirve estar continuamente enfrascados en una idea, de lo que
puede ser o lo que creemos que debe ser la alquimia. Necesitamos, si es que así
nos nace, lanzarnos con todas nuestras armas a conquistar la corona de la
victoria, y mantenernos firmes sobre la piedra cúbica perfecta, viviendo así la
realidad más sorprendente que ser humano haya podido imaginar, siempre
escondida bajo el símbolo del dragón.
Todos los autores herméticos hablan de un terrible
combate entre dos dragones, y la mitología nos enseña que éste fue el origen
del atributo de Hermes, que provocó su acuerdo interponiendo su bastón.
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