Aquí inicia un primer cambio de hábito
brutal. Todos los que van a tomar ayahuasca van con un propósito, y al saber
que no es algo recreativo, su intención puede ser descubrir caminos en el
presente, abrir puertas para transitar por otros caminos futuros, superar
traumas pasados, sobreponerse de adicciones, comportamientos indeseados o tener
una experiencia espiritual entre otras cosas. Aunque nos pongamos específicos,
todos llevan de la mano un cambio de hábito, sea que ese vaya a ser el
catalizador a un aprendizaje más grande o que sólo sea un efecto colateral. El
psicólogo William James fundador de la psicología funcional y defensor de
terapias alternativas con curanderos, fue el primero en hablar de hábitos en la
psicología, a él se le atribuyen los famosos 21 días necesarios en la
plasticidad cerebral para generar un cambio de hábito. Pero nuevos estudios
realizados por la universidad del sur de California indican que los hábitos
comienzan a desarrollarse ante una necesidad y terminan siendo el resultado de
un aprendizaje de asociación que demora entre 15 y 254 días. Por lo que hay que
estar dispuesto a seguir trabajando las enseñanzas que revela la ayahuasca
muchos días después de haberlo tomado, si es que queremos cambios reales. Si
profundizamos sobre este pensamiento y hacemos la asociación con el
conocimiento científico, podemos llegar a varías preguntas, preguntas que yo
misma me he hecho desde la ceremonia: ¿es la ayahuasca un short-cut a la
meditación o al psicoanálisis? ¿Será que no tengo paciencia para ninguna de las anteriores?
La ayahuasca es una medicina vegetal que se
utiliza con frecuencia en rituales y ceremonias de los pueblos amazónicos. Por
sus propiedades psicoactivas, el brebaje ha cobrado cierta popularidad entre
los viajeros, que acuden a las comunidades en la selva para sanarse o para
profundizar en el mundo de las energías, el inconsciente y la cosmovisión
amazónica.
En 2015 me aislé en una cabaña a orillas
del Río Mayo, en la selva de Perú, para tomar, junto a otras dos personas y
nuestro chamán, esta bebida, también llamada la “soga de los muertos”. Esto es
lo que aprendí de aquella experiencia.
1. La ayahuasca no provoca alucinaciones,
sino que te lleva de viaje al inconsciente.
Por su composición química, la ayahuasca es
considerada una sustancia enteógena y no alucinógena, lo que significa que el
estado de conciencia alterado que produce nos conecta con nuestra parte más
espiritual. Etimológicamente, “enteógeno” significa “ser inspirado por los
dioses”. Es por eso que habitualmente se toma para llegar a conectar con partes
dormidas o bloqueadas en nuestro inconsciente o para conectar con lo sagrado
del mundo.
2. No es la ayahuasca la que produce el
“viaje”.
La sustancia psicoactiva que modifica
nuestro estado de conciencia es el DMT y no se encuentra en la soga de
ayahuasca, sino en las hojas de un arbusto bajo de selva llamado chakruna.
Nuestro cuerpo (que por sí mismo segrega DMT en cantidades muy pequeñas, por
ejemplo cuando recién nacemos) posee la habilidad de neutralizar el efecto de
la sustancia psicoactiva. Es decir: la chakruna por sí misma no puede
provocarnos nada. La ayahuasca es la que posee la capacidad de bloquear las
enzimas de nuestro hígado para que el DMT sea metabolizado con éxito.
Lo curioso es que la ayahuasca es la única
planta de la selva (entre millones de especies) capaz de bloquear estas enzimas
en nuestro cuerpo. ¿Cómo lo supieron los chamanes?
3. El chamán es el mediador entre el mundo
visible de las cosas y el mundo invisible de las energías y los espíritus.
Mi chamán se llama Braulio y le conocí
porque se me rompieron las gafas y tuve que encontrar alguien que me las
arreglara. Y di con él. Era un hombre chiquito y moreno, con los dientes
enchapados en oro y una mirada líquida (la de aquellos que saben muchas cosas
pero no necesitan contárselas a nadie). Con él acordamos hacer una ceremonia en
sus tierras junto al río.
No importa lo que le preguntes a un chamán,
que siempre terminará respondiéndote lo que le venga en gana. Nosotros, los de
fuera, venimos con tantas ganas de saberlo todo, de conocer lo que hay en ese
otro mundo invisible que está ahí pero que apenas podemos tocar, que no paramos
de lanzar preguntas como flechas. Sin embargo, los chamanes saben que cada uno
debe encontrar sus propias respuestas y practican muy bien su papel de guía.
La misión del chamán es dirigir la
ceremonia, esto es, llamar a los espíritus (especialmente al espíritu de la
Madre Ayahuasca) para que nos curen con su sabiduría y nos muestren lo que
tenemos que ver.
4. Todos los elementos naturales tienen un
espíritu o ánima.
Para nuestra mentalidad occidental es muy
difícil de aceptar que un árbol, una piedra, o algo incluso más intangible, como
el viento o el océano o la montaña tengan un espíritu que les habita en cada
una de sus partes. Sin embargo, la cosmovisión amazónica considera que cada
elemento posee su propia ánima, con el que los seres humanos nos relacionemos
en condiciones de igualdad (el fin del antropocentrismo occidental de que los
humanos somos los dueños del mundo). En las ceremonias de ayahuasca son esas
ánimas las que acuden para ayudarnos a “ver”. Bajo los efectos del DMT nuestra
sensibilidad a lo invisible se potencia y somos capaces de intuir o incluso ver
esos espíritus. Muchas veces reconocemos la figura de la vieja Madre Ayahuasca,
una brujita de piel rugosa como la propia soga (su personificación en la
Tierra). También es muy común que aparezcan la boa, la víbora y otras
serpientes: son espíritus protectores de la selva. La forma que el chamán tiene
de comunicarse con ellos es a través de sus ícaros o cantos (el lenguaje del
Universo).
5. Es absurdo seguir pensando que el mundo
invisible es una copia del mundo visible.
Las películas de fantasmas nos han sugerido
que si vemos un espíritu nos encontraremos con una copia de su forma física,
pero en versión semi-transparente. Nada más alejado de la realidad. Del mismo
modo que el mundo visible y físico es muy complejo y está formado por millones
de partículas, desde un átomo hasta una mega-estrella, el mundo invisible
también posee jerarquías y formas propias, que nos cuestan mucho entender y
aceptar. En mi experiencia descubrí que mi manera de notar o sentir las
energías y los espíritus, especialmente durante las tomas y en el proceso de
dieta, era a través de la piel: cosquilleos en las manos, sensaciones de
incomodidad física, aires que pasan, etc.
6. Es muy importante dietar antes y después
de la toma.
Como medicina, la ayahuasca posee sus
propias instrucciones de uso. Una de las más importantes es cumplir con el
proceso desde el principio hasta el final. Dependiendo de la zona donde tomes
ayahuasca, los chamanes tendrán una manera distinta de prepararte para ello,
pero siempre habrá una dieta que seguir. Esto es: abandonar productos “nocivos”
o “fuertes” como la carne, la leche, el café, el alcohol, e incluso el azúcar
un tiempo antes de la toma y también durante periodos que van de una semana
hasta tres meses después de tomar. Esto sucede porque en la selva la ayahuasca
se toma más como purga que como conector con mundos invisibles, es decir, para
curar enfermedades del cuerpo (como puede ser una gastritis o incluso un
cáncer). La dieta, por tanto, prepara nuestro cuerpo para llegar lo más limpios
posibles al encuentro con la planta.
7. La dieta más dura es la dieta humana.
Durante el periodo de reposo después de
tomar, el chamán te indicará el tiempo que debes estar sin ver, hablar, tocar
ni por supuesto mantener relaciones sexuales con otra persona. Es sencillo: a
través del contacto físico vinculamos nuestras energías y es contraproducente,
después de una “purga” o ceremonia de limpieza como ésta, que otras personas
que no han tomado (“que no se han limpiado”) estén cerca de nosotros.
Para romper la dieta (tanto la de alimentos
como la de sexo) se sigue un procedimiento que se llama “mapachear”. Consiste
en inhumar los alimentos o a tu pareja con el tabaco de selva o “mapacho” con
el objetivo de limpiarlos y de protegernos. El ánima del tabaco es protector y
está muy presente en todas las ceremonias rituales de la selva (también es un
potente vomitivo).
8. Se pasa mal, se pasa bien, se disfruta,
se teme, se vomita, se sana.
La experiencia con la ayahuasca es integral
y con toda probabilidad te provocará emociones muy diversas y contradictorias
en una misma toma. La ayahuasca nos remueve por dentro y saca a la superficie
cosas que nos gustan de nosotros mismos, y también problemas o traumas que
tenemos bloqueados. Es importante no pensar en esto en términos de “bien” y
“mal”, sino como parte de una sanación completa. El chamán siempre está ahí
para guiarte y para que no pases miedo. Elígelo bien: ha se ser de confianza.
9. La ayahuasca no es una atracción
turística.
Aquel que quiera tomar ayahuasca para
divertirse, que se abstenga y elija otra sustancia. Por toda la selva hay
estafadores que venden ayahuasca en botellitas para que cada cual lo consuma a
su modo. Por favor, no lo hagas. La presencia del chamán es crucial, así como
una actitud de respeto hacia la medicina, la cultura amazónica y a nosotros
mismos.
10. Existen muchos testimonios, muy
interesantes, de las búsquedas que emprenden los seres humanos a través de esta
medicina.
Por ejemplo, las Cartas de la Ayahuasca, un
libro que reúne la correspondencia entre los beats norteameticanos William
Borroughs y Allan Gingsberg sobre su viaje por la Amazonía profundizando en la
toma de ayahuasca o yagé (es también un hermoso libro de viajes y búsquedas).
11. La verdadera enseñanza es solo una.
El amor. Por muchas preguntas que tengas
que hacerle a la planta, por muchos problemas que quieras solucionar, por
muchos traumas que quieras superar, la lección que te enseña la planta es la
única: si vivimos a través del amor (el amor incondicional por todo lo que
existe, si nos sentimos parte de ese Todo) estaremos viviendo en armonía con el
Universo.
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