Ahora la experiencia de una persona que
paso este bello proceso que lo llena a uno de alimento espiritual.
Dicen que tienes que estar preparado y
tener intenciones muy claras para ir a hacer ayahuasca. Pero también dicen que
el llamado más fuerte es cuando se te manifiesta, cuando la planta te busca a
ti. Para mí así fue. Desde principios del año me fui encontrando con gente en
mi camino que por una u otra razón me hablaban de su experiencia con la
ayahuasca. Un gran amiga mía hasta paso varias semanas en un retiro en el
amazonas peruano en un centro ayahuasquero. No presté mucha atención a estas
primeras señales, ya que en mi mente cartesiana y escéptica pensaba en una
sobrevaloración de esta planta respecto a la experiencia trascendental de la
que me hablaban estos amigos. Desde hace varios años, mi espiritualidad se ha
generado basada en la creencia de "fuerzas cósmicas del universo" y a
través de vivencias suaves como retiros en la naturaleza para encontrar una
conexión con la Tierra, el aquí y el ahora, también a través de la meditación,
y la meditación activa para buscar un equilibrio entre mente y cuerpo. Pero
hasta ahí. Mi concepción espiritual distaba mucho de la de mis interlocutores
ayahuasqueros. Sin embargo había algo en su manera de hablar, en su manera de
ser ante la vida distinta a la de los demás. Algo hipnótico. Paulatinamente y
sin querer, me acercaba a la ayahuasca, mi curiosidad sobrepasaba mi
pensamiento racional y empecé a hacerme muchas preguntas.
Estaba lista,
descubrí las intenciones que quería trabajar. Sabía lo que buscaba. Y no había
tiempo ni manera de buscar las respuesta de otro modo, tenía que ser con la ayahuasca,
algo intuitivo me lo decía. Estaba decidida, el problema es que ayahuasca fuera
del amazonas no está legalmente definida, aunque el DMT sí esta considerado
como una droga, por lo que la misión de tomarla en un ambiente seguro se
convertía en un problema. Ir a un ritual de ayahuasca no es como comprar
mariguana en la esquina de tu casa.
Mientras mi premura por tomar ayahuasca
impacientaba mi necesidad espiritual y alimentaba el miedo a la vivencia tan
fuerte que me describía todo el mundo, tuve un sueño revelador. En un sueño, mi
recién fallecido abuelo vino a despedirse de mi y en una charla muy paternal y
consoladora se despidió sonriendo y me dijo: "Mi Olfa querida, no tengas
miedo, la aya te esta esperando", y como una nube se esfumó. Desperté y el
cosmos se había alineado, estaba lista. Al poco tiempo me llegó la invitación a
la ceremonia, la cual no dude en aceptar.
Llegué con dos amigas un sábado por la
noche a un templo a la mitad de un bosque cerca de Huixquilucan. Llovía a
cantaros y el aire olía a pino húmedo. Nuestro chamán, Ichiro, es un brasileño
que vive la mitad del año en México y la otra mitad en Perú. Por diferentes
fuentes he sabido que es de los mejores de México, sea lo que quiere decir ser
"el mejor chamán". Preparamos nuestros espacios con cobijas, sleeping
bags, almohadas, pañuelos desechables, agua, una cubeta y más cobijas. Mi
primer reflejo fue ubicar el baño, aterrorizada por la idea de purga —por todos
los orificios— de tu cuerpo.
El
chamán preparó su altar, sacó sus instrumentos y nos leyó el protocoló de la
ceremonia. Cómo y cuándo se puede pedir otra dosis de la medicina —si sentimos
que no ha empezado el trabajo—, mantener silencio y no molestar al prójimo ya
que es una experiencia introspectiva personal muy fuerte. Luego pasamos a una
breve introducción del grupo, cada quien exponiendo a voluntad las intenciones
que quiere trabajar. Ichiro prendió velas al centro del circulo e invoco al
abuelo fuego. Pronto pasamos uno por uno a tomar el brebaje. Era el momento
decisivo, ya no había vuelta atrás, clavé mi mirada en los apacibles ojos de
Ichiro, tomé el vaso apenas más grande que un vaso tequilero, repetí mi
intención concentrándome en pedirle a la abuelita que me enseñe con amor y en
dos sorbos tragué el brebaje. Tiene la consistencia de un champurrado, y sabor
a regaliz y tamarindo viejo. No me pareció nada mal. Todos terminaron de tomar
e Ichiro inicio con los icaros (canciones rituales que invocan los espíritus de
Pachamama). Poco a poco vi cómo uno por uno mis compañeros empezaron a
conectarse a otra dimensión. Yo seguía sobria y pude presenciar la
transformación silenciosa de mis compañeros. Al ritmo de diferentes
instrumentos, el alma de cada uno se hacía presente. Entre las llamas veía sus
presencias distorsionarse. "Qué envidia", pensé. Yo seguía
perfectamente sobria por lo que me acerqué a una segunda toma. También quería
vivir esa experiencia mística de conexión con el universo, quería ver a Dios a
los ojos y entender todo, quería conmoverme de ser sólo una partícula en la
inmensidad del cosmos, pero estaba muy lejos de eso. Mi segunda toma fue
terrible, ese primer sabor dulce no me pareció en lo más mínimo atractivo la
segunda vez. Otras dos personas fueron después de mí por una segunda toma, así
que no me sentí tan extraña al ser la única a la que no le había pegado.
Gracias por compartir Lulú.
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