domingo, 14 de julio de 2019

EL chamanismo Parte XX



Ahora la experiencia de una persona que paso este bello proceso que lo llena a uno de alimento espiritual.

Dicen que tienes que estar preparado y tener intenciones muy claras para ir a hacer ayahuasca. Pero también dicen que el llamado más fuerte es cuando se te manifiesta, cuando la planta te busca a ti. Para mí así fue. Desde principios del año me fui encontrando con gente en mi camino que por una u otra razón me hablaban de su experiencia con la ayahuasca. Un gran amiga mía hasta paso varias semanas en un retiro en el amazonas peruano en un centro ayahuasquero. No presté mucha atención a estas primeras señales, ya que en mi mente cartesiana y escéptica pensaba en una sobrevaloración de esta planta respecto a la experiencia trascendental de la que me hablaban estos amigos. Desde hace varios años, mi espiritualidad se ha generado basada en la creencia de "fuerzas cósmicas del universo" y a través de vivencias suaves como retiros en la naturaleza para encontrar una conexión con la Tierra, el aquí y el ahora, también a través de la meditación, y la meditación activa para buscar un equilibrio entre mente y cuerpo. Pero hasta ahí. Mi concepción espiritual distaba mucho de la de mis interlocutores ayahuasqueros. Sin embargo había algo en su manera de hablar, en su manera de ser ante la vida distinta a la de los demás. Algo hipnótico. Paulatinamente y sin querer, me acercaba a la ayahuasca, mi curiosidad sobrepasaba mi pensamiento racional y empecé a hacerme muchas preguntas. 

Estaba lista, descubrí las intenciones que quería trabajar. Sabía lo que buscaba. Y no había tiempo ni manera de buscar las respuesta de otro modo, tenía que ser con la ayahuasca, algo intuitivo me lo decía. Estaba decidida, el problema es que ayahuasca fuera del amazonas no está legalmente definida, aunque el DMT sí esta considerado como una droga, por lo que la misión de tomarla en un ambiente seguro se convertía en un problema. Ir a un ritual de ayahuasca no es como comprar mariguana en la esquina de tu casa. 

Mientras mi premura por tomar ayahuasca impacientaba mi necesidad espiritual y alimentaba el miedo a la vivencia tan fuerte que me describía todo el mundo, tuve un sueño revelador. En un sueño, mi recién fallecido abuelo vino a despedirse de mi y en una charla muy paternal y consoladora se despidió sonriendo y me dijo: "Mi Olfa querida, no tengas miedo, la aya te esta esperando", y como una nube se esfumó. Desperté y el cosmos se había alineado, estaba lista. Al poco tiempo me llegó la invitación a la ceremonia, la cual no dude en aceptar.

Llegué con dos amigas un sábado por la noche a un templo a la mitad de un bosque cerca de Huixquilucan. Llovía a cantaros y el aire olía a pino húmedo. Nuestro chamán, Ichiro, es un brasileño que vive la mitad del año en México y la otra mitad en Perú. Por diferentes fuentes he sabido que es de los mejores de México, sea lo que quiere decir ser "el mejor chamán". Preparamos nuestros espacios con cobijas, sleeping bags, almohadas, pañuelos desechables, agua, una cubeta y más cobijas. Mi primer reflejo fue ubicar el baño, aterrorizada por la idea de purga —por todos los orificios— de tu cuerpo.


 El chamán preparó su altar, sacó sus instrumentos y nos leyó el protocoló de la ceremonia. Cómo y cuándo se puede pedir otra dosis de la medicina —si sentimos que no ha empezado el trabajo—, mantener silencio y no molestar al prójimo ya que es una experiencia introspectiva personal muy fuerte. Luego pasamos a una breve introducción del grupo, cada quien exponiendo a voluntad las intenciones que quiere trabajar. Ichiro prendió velas al centro del circulo e invoco al abuelo fuego. Pronto pasamos uno por uno a tomar el brebaje. Era el momento decisivo, ya no había vuelta atrás, clavé mi mirada en los apacibles ojos de Ichiro, tomé el vaso apenas más grande que un vaso tequilero, repetí mi intención concentrándome en pedirle a la abuelita que me enseñe con amor y en dos sorbos tragué el brebaje. Tiene la consistencia de un champurrado, y sabor a regaliz y tamarindo viejo. No me pareció nada mal. Todos terminaron de tomar e Ichiro inicio con los icaros (canciones rituales que invocan los espíritus de Pachamama). Poco a poco vi cómo uno por uno mis compañeros empezaron a conectarse a otra dimensión. Yo seguía sobria y pude presenciar la transformación silenciosa de mis compañeros. Al ritmo de diferentes instrumentos, el alma de cada uno se hacía presente. Entre las llamas veía sus presencias distorsionarse. "Qué envidia", pensé. Yo seguía perfectamente sobria por lo que me acerqué a una segunda toma. También quería vivir esa experiencia mística de conexión con el universo, quería ver a Dios a los ojos y entender todo, quería conmoverme de ser sólo una partícula en la inmensidad del cosmos, pero estaba muy lejos de eso. Mi segunda toma fue terrible, ese primer sabor dulce no me pareció en lo más mínimo atractivo la segunda vez. Otras dos personas fueron después de mí por una segunda toma, así que no me sentí tan extraña al ser la única a la que no le había pegado.


Gracias por compartir Lulú.

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