Se dice que entre Leonardo y Miguel Ángel había un cierto roce. Los dos eran hombres de una impresionante fuerza física en las manos. Un día se encontraron en un bodeguín y como Miguel Ángel estaba un poco tomado, agarró una vara de hierro, vamos a llamarla viga o cabilla y la dobló en forma de U, diciéndole a Leonardo: Oye, colega, ¿me la puedes enderezar?. Leonardo no dijo nada. Agarró la cabilla y la enderezó, luego la dobló de tal forma que hizo un nudo. Dirigiéndose a Miguel Ángel le dijo sonriendo: ¿quieres desatarlo amigo?.
¿Quién hizo el primer nudo? Se dice que Adán, antes de llamarse Adán se llamaba Odún.
Un día se miró en el espejo de un lago en el jardín del Edén y como el nombre estaba escrito en su frente, vio reflejarse en las aguas la palabra: nudo. ¿Qué es eso? ¿qué será un nudo?
Se preguntó Odún. Es que tú eres un nudo,
le respondió Dios con su voz interior. Eres el nudo de la existencia, un nudo
óntico. De repente, Odún, estando a la orilla del lago, se resbaló y cayó en
las aguas profundas. Nada, nada, nada, le gritó Dios. Y Odún espontáneamente,
empezó a nadar. Cuando subió a la orilla, todavía le sonaba en sus oídos lo que
Dios le había gritado: n-adan-adan-ada... Desde hoy, decidió Odún, me voy a
llamar y hacer llamar Adán, en recordatorio de este episodio trascendente de mi
vida. Las aguas del lago del jardín del Edén tenían la virtud de borrar las
letras escritas en la frente. Al mirarse en su reflejo Odún ya no vio su nombre
grabado en la frente. A través de su nombre secreto, Odún tenía el don de hacer
nudos. Solía practicar con la serpiente del árbol del Paraíso, que se dejaba
atar y desatar en manos de Odún. Con el episodio del lago Odún, ahora Adán,
adquirió también el don de flotar en las aguas, el arte de nadar.
Esta es la graciosa
historia del primer “hacedor de nudos”: Odún, llamado Adán en todo el Edén, y
de Dipsa la serpiente que enseñó a Odún a ligar, atar y desatar encantamientos
mágicos del bosque.
Lo que escribo es
como una larga cuerda en la cual estoy anudando nudos, un rosario de misterios
en boca de todos los viajeros.
El primer nudo tuvo un nombre: ouroboros.
Ocurre que la serpiente del Edén, Dipsa, estaba aburrida en cierto día y
decidió chupar un poco la punta de su cola. Adán-Odún la vio y empezó a reír:
¡cola en la boca!, ¡cola en la boca!, decía, saltando en un solo pie y riéndose
a carcajadas. En la lengua del Paraíso, cola en la boca suena algo así como
ouroboros, palabra en la cual oura u ouro es cola y boro boca. Desde aquel
tiempo la serpiente Dipsa recibió el apelativo de ouroboros o uróboro, en la
lengua popular. La gente que me ve así, comentaba luego Dipsa, cree que me
estoy mordiendo la cola. Falso. No me estoy mordiendo nada. Estoy “chupándome”
la cola, la estoy succionando como a un chupón porque es algo exquisito.
Adán-Odún tomó ejemplo de este subterfugio y poniendo la lengua en el paladar,
como si fuera una serpiente, empezó a chuparse a sí mismo.
Adán-Odún prestó
gran atención a la enseñanza de Dipsa. Cuando tuvo ocasión de establecer una
íntima conversación con el Creador, le solicitó humildemente, un
ombligo. Es cierto Odún, le dijo Dios, como tu nombre quiere decir nudo te haré
pues un nudo en el lugar de la armonía. Llamaremos a ese sitio omphalos, es
decir “el nudo (om) que está más arriba del phalos, tu miembro viril y varonil
que, por cierto, debe tener el tamaño preciso al estar parado, para alcanzar
ese punto. Es más, como en la mañana tu miembro está en erección y estamos en
el alba, déjame ver hasta dónde llega... Ajá, hasta aquí, dijo Dios y con un dedo,
su dedo pulgar, hizo un guiño en el cuerpo de Adán-Odún cuyo material de polvo
estelar todavía no se había secado ya que esa substancia tarda bastante en
ponerse dura. Dicho divino y hecho divino, el ombligo estaba ya dibujado y
practicado en el cuerpo paradisíaco de Adán-Odún. “Ese punto en el frente, es
decir delante, es testimonio de mi alianza sagrada contigo mi criatura, dijo el
Creador.
El lugar del
ombligo es el centro de un círculo que pasa por tus extremidades cuando abres
los brazos y las piernas, dijo Dios. Ya lo ves, si extiendes las manos en
lateral y dejas las piernas cerradas un cuadrado (en catalán se dirá cuadrat,
agregó Dios). Voy a revelar este sello dentro de un tiempo a mi amigo Leonardo,
a quien mandaré a la tierra algún día.
En los escritos de
Leonardo Da Vinci, el curioso encontrará las siguientes palabras de su diario:
“¡Oh, lector desocupado, presta atención a lo que estoy mostrándote aquí, pues,
pocas veces bajo a esta tierra”. Los críticos quedan estupefactos con esa frase
y suponen que es una más entre las extravagancias geniales de Leonardo.
Adán-Odún aprovechó
el momento para solicitarle a Dios otra seña a su cuerpo. Se trata del canal
que se encuentra encima del labio superior de la boca, llamado philtrum o
“fisura”, como aparece en los libros de anatomía hoy.
El origen del
philtrum en la cara del hombre tiene otra historia. Se dice que Adán empezó a
masturbarse por el fastidio de estar solo (Eva todavía no lo acompañaba) y, de
repente, descubrió que la serpiente lo observaba. Apenado y angustiado por lo
que la serpiente le diría al Creador, Adán puso su dedo sobre los labios y como
el material del cual estaba hecho no se había secado todavía, la huella del
dedo índice quedó marcada debajo de la nariz y separó el labio superior en dos
pequeñas montañitas.
Recuerdo que en mis
días de infancia, cargar libros era una empresa fascinante. Con una cinta larga
hacía varias ataduras en cruz sobre los cinco o seis libros que quería cargar y
dejaba un cabo suelto para poderlos llevar colgados de mi hombro. Era un peso
bellísimo y todo el mundo tenía que hacer con ese manojo fascinante. ¡Oye
niño!, ¿qué cargas tú ahí? ¿libros? Es que ni siquiera sabes leer, ¿qué es lo
que vas a hacer con ellos?. ¡Si!, respondía yo, no se leer pero algún día voy a
saber.... y así fue.
Un día soñé con la creación. Dios mismo me dijo:
Mira, cuando terminé a Adán-Odún, no usé nudo en el hilo pero
me quedó ese cabo suelto. Así el hombre tiene algo que le cuelga. En cambio,
cuando terminé a Eva, y luego la tuve que coser, se me acabó el hilo, por eso
las mujeres tienen algo que le falta, cuando los varones muestran algo que les
sobra. Con Eva se me terminó el hilo antes de acabar de coserla. No obstante,
sabes, no usé ningún nudo en el hilo de energía que hizo las veces de cierre
secreto del cuerpo Eso quedó así, perceptible para los atentos, y lo llamé la
línea blanca, que se ve en la parte delantera del vientre de los seres humanos.
Línea lúcida o línea alba la llamaron en anatomía, muchos años después.
En el cuerpo hay muchos nudos; son puntos de
encuentro de las distintas vías de la energía. Los hombres los llaman Nadis. Un
Nadi no es otra cosa que un nudo, me dijo el Creador en el sueño. Cuando me
desperté, todavía era de noche y antes del alba vi brillar todos los “nadis” de
mi cuerpo. Era una luz fría que Dios me había enseñado, diciéndome que su
nombre es Ardentía, o fosforescencia secreta. Estaba muy contento y no pude
conciliar el sueño de nuevo. Dios, que estaba atento a mis quehaceres, me
consoló diciéndome: Quédate quieto, en calma sutil, así tranquilo, en paz y en
silencio y escucha la música que he compuesto para los que están despiertos
mientras los demás aún duermen en la mañana: Son los despiertos del alba, agregó
el Creador y su voz se perdió en la lejanía dejando atrás una suave melodía que
parecía a un zumbido de abejas.
Este libro posee
algunas ilustraciones sobre los nudos digitales. Esta ciencia es muy importante
para la educación infantil. El niño disfruta de sus manos y tiene la
oportunidad de adquirir una destreza que lo llevará hacia un entendimiento
profundo de su cuerpo y su energía vital. Hay que saber que cada dedo tiene su
nombre secreto.
El pulgar se llama MA. El índice GE. El medio LI. El anular DO y el meñique BU. La unión de los dedos, su entrelazamiento y toques en las yemas construyen una suerte de arquitectura energética que tiene que ver con los nudos: MAMA, GEGE, LILI, DODO, BUBU. Tal como los nudos, estos castillos digitales, se deben atar y desatar, o anudar y desanudar, con ciencia.
Dispensar atención a sus propios dedos y por ende a su mano, abre al
niño una puerta hacia la búsqueda de sí mismo. Es que la consecuencia de esos
ejercicios es el silencio interno, la calma del Ser que puede sentirse luego de
guardar, al menos unos minutos, el nudo realizado con los dedos. Cada nudo
tiene su nombre y el hecho de que un dedo esté entrelazado o extendido genera
en el cuerpo y en el órgano correspondiente, una operación de tonificación o de
dispersión de la energía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario