martes, 31 de agosto de 2021

Chamanismo Parte IX

 CHAMANISMO:  LA AYAHUASCA   Parte III

 

Esto es lo que aprendí de aquella experiencia. Parte III

 



9. La ayahuasca no es una atracción turística.


Aquel que quiera tomar ayahuasca para divertirse, que se abstenga y elija otra sustancia. Por toda la selva hay estafadores que venden ayahuasca en botellitas para que cada cual lo consuma a su modo. Por favor, no lo hagas. La presencia del chamán es crucial, así como una actitud de respeto hacia la medicina, la cultura amazónica y a nosotros mismos.


10. Existen muchos testimonios, muy interesantes, de las búsquedas que emprenden los seres humanos a través de esta medicina.


Por ejemplo, las Cartas de la Ayahuasca, un libro que reúne la correspondencia entre los beats norteameticanos William Borroughs y Allan Gingsberg sobre su viaje por la Amazonía profundizando en la toma de ayahuasca o yagé (es también un hermoso libro de viajes y 

búsquedas).

11. La verdadera enseñanza es solo una.


El amor. Por muchas preguntas que tengas que hacerle a la planta, por muchos problemas que quieras solucionar, por muchos traumas que quieras superar, la lección que te enseña la planta es la única: si vivimos a través del amor (el amor incondicional por todo lo que existe, si nos sentimos parte de ese Todo) estaremos viviendo en armonía con el Universo.

 Ahora la experiencia de una persona que paso este bello proceso que lo llena a uno de alimento espiritual.

Dicen que tienes que estar preparado y tener intenciones muy claras para ir a hacer ayahuasca. Pero también dicen que el llamado más fuerte es cuando se te manifiesta, cuando la planta te busca a ti. Para mí así fue. Desde principios del año me fui encontrando con gente en mi camino que por una u otra razón me hablaban de su experiencia con la ayahuasca. Un gran amiga mía hasta paso varias semanas en un retiro en el amazonas peruano en un centro ayahuasquero. No presté mucha atención a estas primeras señales, ya que en mi mente cartesiana y escéptica pensaba en una sobrevaloración de esta planta respecto a la experiencia trascendental de la que me hablaban estos amigos. Desde hace varios años, mi espiritualidad se ha generado basada en la creencia de "fuerzas cósmicas del universo" y a través de vivencias suaves como retiros en la naturaleza para encontrar una conexión con la Tierra, el aquí y el ahora, también a través de la meditación, y la meditación activa para buscar un equilibrio entre mente y cuerpo. Pero hasta ahí. Mi concepción espiritual distaba mucho de la de mis interlocutores ayahuasqueros. Sin embargo había algo en su manera de hablar, en su manera de ser ante la vida distinta a la de los demás. Algo hipnótico. Paulatinamente y sin querer, me acercaba a la ayahuasca, mi curiosidad sobrepasaba mi pensamiento racional y empecé a hacerme muchas preguntas. Estaba lista, descubrí las intenciones que quería trabajar. Sabía lo que buscaba. Y no había tiempo ni manera de buscar las respuesta de otro modo, tenía que ser con la ayahuasca, algo intuitivo me lo decía. Estaba decidida, el problema es que ayahuasca fuera del amazonas no está legalmente definida, aunque el DMT sí esta considerado como una droga, por lo que la misión de tomarla en un ambiente seguro se convertía en un problema. Ir a un ritual de ayahuasca no es como comprar mariguana en la esquina de tu casa. Mientras mi premura por tomar ayahuasca impacientaba mi necesidad espiritual y alimentaba el miedo a la vivencia tan fuerte que me describía todo el mundo, tuve un sueño revelador. En un sueño, mi recién fallecido abuelo vino a despedirse de mi y en una charla muy paternal y consoladora se despidió sonriendo y me dijo: "Mi Olfa querida, no tengas miedo, la aya te esta esperando", y como una nube se esfumó. Desperté y el cosmos se había alineado, estaba lista. Al poco tiempo me llegó la invitación a la ceremonia, la cual no dude en aceptar.

Llegué con dos amigas un sábado por la noche a un templo a la mitad de un bosque cerca de Huixquilucan. Llovía a cantaros y el aire olía a pino húmedo. Nuestro chamán, Ichiro, es un brasileño que vive la mitad del año en México y la otra mitad en Perú. Por diferentes fuentes he sabido que es de los mejores de México, sea lo que quiere decir ser "el mejor chamán". Preparamos nuestros espacios con cobijas, sleeping bags, almohadas, pañuelos desechables, agua, una cubeta y más cobijas. Mi primer reflejo fue ubicar el baño, aterrorizada por la idea de purga —por todos los orificios— de tu cuerpo.

El chamán preparó su altar, sacó sus instrumentos y nos leyó el protocoló de la ceremonia. Cómo y cuándo se puede pedir otra dosis de la medicina —si sentimos que no ha empezado el trabajo—, mantener silencio y no molestar al prójimo ya que es una experiencia introspectiva personal muy fuerte. Luego pasamos a una breve introducción del grupo, cada quien exponiendo a voluntad las intenciones que quiere trabajar. Ichiro prendió velas al centro del circulo e invoco al abuelo fuego. Pronto pasamos uno por uno a tomar el brebaje. Era el momento decisivo, ya no había vuelta atrás, clavé mi mirada en los apacibles ojos de Ichiro, tomé el vaso apenas más grande que un vaso tequilero, repetí mi intención concentrándome en pedirle a la abuelita que me enseñe con amor y en dos sorbos tragué el brebaje. Tiene la consistencia de un champurrado, y sabor a regaliz y tamarindo viejo. No me pareció nada mal. Todos terminaron de tomar e Ichiro inicio con los icaros (canciones rituales que invocan los espíritus de Pachamama). Poco a poco vi cómo uno por uno mis compañeros empezaron a conectarse a otra dimensión. Yo seguía sobria y pude presenciar la transformación silenciosa de mis compañeros. Al ritmo de diferentes instrumentos, el alma de cada uno se hacía presente. Entre las llamas veía sus presencias distorsionarse. "Qué envidia", pensé. Yo seguía perfectamente sobria por lo que me acerqué a una segunda toma. También quería vivir esa experiencia mística de conexión con el universo, quería ver a Dios a los ojos y entender todo, quería conmoverme de ser sólo una partícula en la inmensidad del cosmos, pero estaba muy lejos de eso. Mi segunda toma fue terrible, ese primer sabor dulce no me pareció en lo más mínimo atractivo la segunda vez. Otras dos personas fueron después de mí por una segunda toma, así que no me sentí tan extraña al ser la única a la que no le había pegado.

La ceremonia transcurría, conforme los ícaros nos guiaban y el sonido del vómito les hacía eco. Uno por uno, todos empezaron a vomitar. Yo no, seguía lúcida y sobria. Empecé a dudar seriamente sobre los elogios mágicos que tanto me contaban de la ayahuasca. No quise ser ese ser humano magnánimo y crítico que juzga los atributos de la medicina vegetal, pero no lo pude evitar, yo vine a vivir una experiencia y no estaba sucediendo. Cuando la ceremonia ya estaba bastante entrada me acerqué por una tercera dosis y por fortuna, las mismas otras dos personas también. Mi asco ante el sabor era máximo en ese momento. Regrese a mi lugar y ahí sucedió todo.

Repentinamente sentí que una sensación ajena se apoderaba de mí. Una visita oscura acompañada de formas geométricas. La oscuridad que me sumergió en ese momento fue más profunda que ninguna otra que haya experimentado en mi vida. No era negro, era un color más pastoso y más desamparadamente oscuro. Unos demonios trepaban las paredes de ese poso de oscuridad alrededor mío. Pronto sentía su energía depositarse sobre mis costados. En una exhalación profunda abrí los ojos. Una parte importante del control de tu experiencia se lleva a cabo a través de la respiración, ya que la respiración es lo que te conecta con la vida y con ella manejas tu trabajo. Escapé momentáneamente de esa sensación demoniaca. Pero mis parpados fueron muy débiles y volvieron a sumergirse en el abismo demoniaco de mi alrededor. Me invadió la angustia, desesperanza e impotencia, era como esa paranoia del malviaje de mota pero en el infierno. Volví a respirar y abrir los ojos, a mi alrededor todo seguía igual, gente vomitando, gente viendo a Dios a los ojos, algunos extremadamente exaltados rompiendo todas las reglas del protocolo empezaban a gritar, a desplazarse en el templo y a tocar a la gente. Me concentré en eso, seguí respirando y la sensación oscura desapareció. Habrá durado 10 minutos. ¿Ésa es mi gran enseñanza?, me pregunté decepcionada, "no puede ser sólo eso", pensé.


 Gracias por compartir Lulusita.

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