Bebí la cuarta toma. Un suspiro cósmico fue
el tiempo que transcurrió para que repentinamente me encontrara cara a cara con
Dios. ¡He llegado! Por fin, había llegado.
Nada se compara con esa experiencia.
Fui una con el universo. Yo era el universo, yo era tú, yo era un "y"
atemporal y una "o" interrogativa infinita. Fui presente, pasado y
futuro.
Sentía la energía de mi cuerpo desenredarse, nudo por nudo alrededor de
mi columna vertebral. Reí, me divertí, jugué con mi alma a "las
traes", paseé por dimensiones olfativas, perdí la noción del tiempo y del
espacio, porque yo era el tiempo y espacio. Nunca me divertí tanto, nunca me
alivié tanto, nunca fui tan esplendorosamente feliz. Reía sola. Reía con mis
vecinos de viaje. Reía con esas creaturas fosforescentes con las que dialogaba
mientras tomaba una eternidad en ponerme en sweater. Lloré todas las penas que
no sabía que podían retener líquidos y por fin el santo grial: vomité. Vomitar
en ayahuasca es lo más bello que puedes hacer, porque no es una vomitada
física, estas vomitando algo interno, puede ser desde un rencor con tu madre de
cuando tenías 15 años, puede ser vomitar un enojo, una perdida o vomitar tu ego
que no te deja avanzar. Frente a frente conmigo me abracé y crecí, me convertí
en una deidad, descubrí el camino hacía todas las intenciones que quería
trabajar. Estaba muriendo a la inversa. Estaba renaciendo. Dicen que tu vida
pasa frente a tus ojos antes de morir, eso sería el efecto del DMT que se
expulsa en tu organismo, pues es muy probable que eso sea cierto. Me maté
conscientemente para reencarnar en el sujeto que quiero ser, ahora la elección
de vivir fue mía.
La ayahuasca me enseñó una lección de
humildad, de ser sólo un simio microscópico en el esquema universal. Ver lo que
popularmente se conoce como "nuestros propios demonios" con la
lucidez y la capacidad energética que brinda la ayahuasca puede ser una
bendición si es que sabes como enfrentarlo. Fue un renacer. Algo en mí ha
cambiado. No digo que ya no sea atea o escéptica, pero es un conocimiento que
ha permeado mi vida. Es como ver alienígenas, es difícil que te crean y difícil
explicar algo que es desconocido en la psique humana, pero la gente que los ha
visto sabe. Todos están unidos en un entendimiento del universo diferente,
porque han visto y ahora saben. Es maravilloso llevar a los limites las
capacidades de tu cerebro. Volvería a hacer ayahuasca pero no se cuándo. La
recuperación es dura. Terminando la ceremonia en un abrir y cerrar de ojos, así
como te pegó, así aterrizas. La ayahuasca es una abducción alienígena. Regresas
agotado, es como haber corrido un maratón espiritual. Sin embargo físicamente
estás como nuevo y podrías ir a hacer un triatlón.
Probablemente la ayahuasca no es para
todos, tienes que estar dispuesto a adentrarte en la profundidades de tu
inconsciente y tener una poderosa y larga experiencia espiritual.
Pero cuando
vas sin miedo y dispuesto. Es una experiencia que te cambia la vida. La ayahuasca
no te da lo que quieres, sino lo que necesitas. A la experiencia psicodélica
viene intrínseca en un cambio real perdurable. Tal vez sí sea un short-cut a la
meditación y al psicoanálisis, pero por lo menos mientras sanas tu alma te
contactas con algo mucho más amoroso y poderoso que jamás podrías imaginar.
He fortalecido mi inteligencia existencial.
He sido tiempo y espacio, he muerto y renacido, he llorado, perdonado, amado y
agradecido. Después de haber vivido intensamente estas emociones creo que me
puedo abocar a vivir mi vida, sin preocupaciones, sin rencores, sin ego.
Simplemente vivir de la manera más pura y colorida la vida. No le tengo miedo a
la muerte, le tengo ganas a la vida. Doy gracias a la popularización de la
ayahuasca por esta muerte chiquita que me ha enseñado tanto sobre la inmensa
vida.
Gracias por compartir Lulú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario