En la primera noche de Luna Nueva hay que encender
dos velas rojas sobre una mesa dispuesta con un mantel, que tenga
en su centro un jarrón con flores; y
sobre un costado se colocarán tres copas junto con
una botella de vino fino tinto sin abrir y
dos manzanas rojas.
Estando todo dispuesto allí, se
deberá tomar un baño caliente con los pétalos de nueve rosas, procurando que el
agua con los mismos recorra toda la piel; perfumar el cuerpo con colonia de
rosas y vestirse con tonos rojos, rosados o en su defecto, colores claros.
Es importante que mientras se avanza en la ceremonia se tenga en mente todo el tiempo la intención, que debe centrar la atención de quien lo ponga en práctica, mientras dura la misma. Acercarse a la mesa, descorchar el vino, servir dos copas a un cuarto de su capacidad, mientras se evoca mentalmente y se solicita a los espíritus de luz por el encuentro de esa alma con quien merezca la pena compartir el amor; porque esa persona sea reconocida en cualquier circunstancia de la vida como tal, y por qué sea posible la verdadera unión de la sangre y el aliento en un proyecto conjunto de vida a futuro.
Se toman con cada una de las manos una copa, se las hace chocar
semejante a un brindis, y se vuelca el contenido de ambas en la tercera que se
encontraba vacía en la mesa y a la espera; seguidamente se debe beber de dicha
copa todo el vino de una sola vez, sin apoyarla sobre la mesa antes de haberla
vaciado.
Este preceptivo debe de hacerse los tres primeros días de
Luna Nueva y durante tres lunaciones consecutivas, completando así un total de
nueve días de sortilegio.
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