domingo, 8 de agosto de 2021

El arte “mágico” de la alquimia Parte III

 Historia de la alquimia

 

La alquimia en el Antiguo Egipto

 



El origen de la alquimia occidental puede, generalmente, situarse en el antiguo Egipto faraónico. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidos en el mundo antiguo, pues la transformación de oscuro mineral en brillante metal debe haber parecido un acto de magia gobernado por misteriosas leyes. Se afirma pues que la alquimia era en el antiguo Egipto el dominio de la clase sacerdotal.

La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han sobrevivido a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292 d.C.), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los períodos Naqada (entre el 4000 a.C. y el 3000 a.C.). Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma. Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico, en tiempos tan antiguos como el VI milenio a.C., si bien posiblemente fuera descubierto por accidente.

Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del antiguo Egipto habían inventado el mortero ya en el 4000 a.C. y el cristal en el 1500 a.C. El antiguo Egipto produjo además cosméticos, cemento, fayenza (tipo de cerámica) y pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado en el 3000 a.C.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Thot, llamado Hermes -Thot o Hermes Trimegisto por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara de serpiente, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

 

La alquimia en China

 

Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicial-mente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en tex-tos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.

La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu, aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica.

 

La alquimia en Grecia

 

La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con la filosofía pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencial-mente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón.

El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Pla-tón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas.

Un concepto muy importante introducido en esta época, desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto.

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» Alquimistas posteriores (si puede llamarse así a Platón y Aristóteles) desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

 

La alquimia en la Edad Media

Parte I

 

Los alquimistas de la Baja Edad Media introdujeron en Europa y perfeccionaron numerosas técnicas y fabricaron aparatos para la calcinación, sublimación, degradación. La obtención de alcohol etílico y el conocimiento de sus efectos como disolvente de las materias orgánicas permitió, por ejemplo, extraer de éstas su “quinta esencia”, en la que se pensaba residían sus propiedades peculiares, y el hallazgo de los primeros ácidos minerales, entre ellos, el “aqua regia” (combinación de los ácidos nítrico y clorhídrico), permitió disolver las inorgánicas, incluido el oro.

La alquimia en la Edad Media se caracterizó por los numerosos eruditos que estudiaron esta disciplina, tales como Bacon o Flamel.

Uno de los prime-ros alquimistas europeos fue Alberto el Grande (1206-1280), prototipo de numerosos personajes de la Edad Media que unían a un espíritu ávido de conocimiento un «algo más» que les valía ser admitidos en la misteriosa compañía de sociedades secretas. Monje dominicano, recorrió a pie Francia y Alemania enseñando filosofía.

Alberto afirmaba que la transmutación alquímica de los metales era imposible y que lo más que podían hacer los alquimistas era enchapar los metales para darles la apariencia de oro. Por otra parte, declaraba que un conocimiento íntimo del proceso alquímico le había sido otorgado por la gracia de Dios. El renombre de Alberto era tal, que los jóvenes intelectuales de todas partes de Europa venían a recibir su enseñanza, siendo uno de sus alumnos más famosos Santo Tomás de Aquino.

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