Durante muchos años la bruja era la única que se encargaba
de la salud en los pequeños asentamientos. Es decir, curaba a sus convecinos y
además solía ser la partera que los ayudaba a venir al mundo.
Sus conocimientos se trasmitían oralmente de madres a hijas,
eran grandes conocedoras de la naturaleza, de lo que ésta podía ofrecerles.
Esta situación se mantuvo más o menos igual cuando de pueblos y ciudades se
trataba.
Los grandes mandatarios, como emperadores, reyes, papas,
nobles, etcétera, tenían médicos pero la gran masa de la población seguía
consultando a estás curanderas, a las que respetaban con una mezcla de temor,
las llamaban como a las hadas buena mujer o bella dama, pero cuando las cosas
se torcían y sus conjuros y pócimas no sanaban se las llamaba brujas.
Pero ya hace eones nos reconciliamos con ese nombre y lo
rescatamos para la posteridad..
A estas brujas igual que las de ayer no, nos mueven solo una varita mágica, nos mueve el compromiso la naturaleza cercana, y sobre todo nos mueve el amor y la union entre nosotras.
Fuimos, somos y seremos, descubridoras y conocedoras de las
hierbas medicinales y su transformación en bálsamos y productos medicinales.
La naturaleza nos hizo hechicera.
Y estamos más cerca de lo que la mayoría de la gente piensa,
y somos más de las que nosotras mismas creemos.
Por eso, mis brujas, disfrutemos hoy como ayer de nuestra naturaleza...
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