domingo, 5 de abril de 2020

Magia draconiana Parte 21


El Huevo del Dragón entre los Druidas


La mitologia explica que los dragones ponen huevos que tardan 3000 años en abrirse. Cuando llega el momento de la eclosión, aparece un pequeño agujero en la cáscara y de este sale una pequeña serpiente que en cuestión de pocos minutos crece hasta alcanzar el tamaño normal y se eleva hasta el cielo formando un torbellino. No tienen alas pero vuelan gracias a su magia o energía.





Para los sacerdotes celtas y druidas portar un «huevo de serpiente dragón» era sinónimo de buena suerte

El huevo de la serpiente, o glain, era la posesión más preciada de un druida
La palabra dragón deriva del griego δράκων (drákōn), “dragón, serpiente de gran tamaño, o serpiente de agua”

La mitología céltica se enlaza con la antigua y misteriosa sabiduría de los druidas, los sacerdotes del pueblo celta. Para los celtas, el dragón era una divinidad de los bosques, cuya fuerza podía ser controlada y utilizada por los druidas utilizando los huevos de dragon.

En el Fold of the Bards, Taliesin dice: “Soy una serpiente, soy un druida”. Los druidas llevan un amuleto conocido como glainne nathair (huevo de serpiente dragon), de piedra o cristal natural, Mencionado por  Plinio y que todo mundo toma por un mito, decía que “flota a contra corriente”, incluso si está  “enganchado a algo de oro”.

Dentro del mundo celta, la sabiduría de los Druidas fue transmitida de forma oral. Las fuentes sobre estos hombres de lo sagrado que se negaron a la transmisión escrita de su saber, proceden del mundo clásico latino. Plinio el Viejo, el naturalista que murió al intentar acercarse al Vesubio durante su famosa erupción a fin de estudiarlo científicamente, es una de esas fuentes. Plinio el Viejo (23-79 d.C.),  relató en su Historia Natural un supuesto ritual mágico con un huevo de serpiente que él mismo no llegó a comprender.

Jean Markale, destacado estudioso de la sabiduría céltica,  en su libro Las tres espirales,  explica que se trataba de una especie de simbolismo iniciático que se hacía coincidiendo con alguna fase lunar concreta y en verano, en el que se entrelazaban unas víboras y se formaba así un huevo.  En la interpretación de Markale, el huevo de la serpiente se convertirá en un símbolo que revela la apertura hacia el Otro Mundo y el conocimiento de lo invisible.

Plinio relata, (Historia natural, XXlX, 52) esta  curiosa historia a la que apenas atribuye fe rebajándola a mera sesión de magia. Señala “una especie de huevo del que los griegos no hablan, pero que es muy conocido en las Galias. Durante el verano, innumerables serpientes que están enrolladas juntas, se unen en un abrazo armonioso gracias a la baba de sus gaznates y a las secreciones de sus cuerpos. Es lo que se conoce como el huevo de serpiente. Los druidas dicen que este huevo se lanza con silbidos y que hay que recogerlo con un manto antes de que toque el suelo. En este momento, el raptor debe huir muy deprisa a caballo, puesto que le persiguen las serpientes, las cuales sólo se detendrán ante el obstáculo de un río. Se reconoce este huevo debido a que flota contra la corriente, incluso si está enganchado a algo de oro. La extraordinaria habilidad de los magos (druidas) para esconder sus fraudes es tal, que sostienen que hay que apoderarse de este huevo sólo en una determinada fase de la luna, como si fuese posible hacer coincidir dicha operación con la voluntad humana. Ciertamente, he visto este huevo, del tamaño de una manzana redonda de talla mediana, con una corteza gelatinosa como los numerosos brazos del pulpo”. Todo esto, si se toma a pies juntillas, es absolutamente inverosímil. Y sin embargo…

Los fósiles de los erizos de mar regulares, del grupo de los cidáridos, generalmente, ejemplares de la especie Hemicidaris crenularis, debido a su forma globulosa, casi esférica, y por el hecho de tener la superficie cubierta de numerosas verrugas, más o menos, prominentes, en realidad eran la base, en los puntos del caparazón, en los que se asentaban las espinas o radiolas protectoras y poseer una figura en forma de estrella de cinco puntas, determinada por las alineaciones de los poros ambulacrales, desde muy antiguo, fueron interpretados por pueblos de cultura celta, como auténticos huevos de serpiente, petrificados, con propiedades mágicas.

Según recogió Plinio El Viejo, de diferentes fuentes, entre los galos de su tiempo, en el s. I-II dC, existían diversas creencias supersticiosas relacionadas con este tipo de erizos fósiles:

Una prueba infalible para determinar la autenticidad de los huevos de serpiente es que siendo de piedra, pueden flotar en el agua, incluso cuando están recubiertos de oro, y además pueden desplazarse flotando a contra corriente. Y el mago que, con habilidad, sabe bien como ocultar su fraude a la percepción de los otros, suele decir que para poder obtenerlo, uno deberá esforzarse por conocer cual es el día exacto en que se reunirán las serpientes, pues este día coincide con cierta fase de la luna, como si la decisión de las serpientes, para realizar su actividad reproductora, dependiera de la luna.”
(C. Plinio Segundo, Historia Naturalis, Libro XXIX, párrafo 52-53)

Es evidente que el huevo de Plinio que “flota a contra corriente”, incluso si está  “enganchado a algo de oro”, no puede ser un objeto real: es un objeto maravilloso, por no decir mágico, y en cualquier caso simbólico. Entonces, es imposible no reconocer ahí el equivalente del huevo cósmico de la tradición india, envoltura del Embrión de oro, germen principal de la luz universal, que se encuentra en las Aguas primordiales y que es incubado por el Pájaro único, es decir, el fabuloso cisne Hansa, el cual reaparece a continuación en la leyenda de Lohengrin, hijo de Parsifal, rey del Grial.

El huevo de serpiente petrificado (Ovum anginum o Schlangeneistein), según una creencia muy antigua, se produciría únicamente en aquellos lugares en los que, durante el verano, se habían reunido para copular un gran número de serpientes.

Se creía que formaba cuando, después de entrelazarse, apretadamente, unas con otras, empezaban a segregar de su cuerpo una especie de bola de saliva o moco que iba creciendo lentamente y tomando la forma globulosa típica, luego, la bola se endurecía hasta convertirse en piedra. Los druidas decían que al acabarse la formación del huevo y antes dispersarse, las serpientes arrojaban el huevo al aire, mientras lanzan un silbido y quien quisiera disponer de uno de estos huevos de piedra mágicos, debería estar atento para intentar recogerlo antes de que toque el suelo, interponiendo una capa, pues si el huevo toca el suelo pierde toda su virtud. Inmediatamente, el ladrón del “huevo de serpiente” (Ovum anginum, en latín y Schlangeneis, en alemán) deberá salir huyendo a toda velocidad, si puede ser, sobre un caballo, ya que las serpientes lo perseguirán para matarlo inmediatamente. En su huida deberá atravesar algún curso de agua, puesto que el agua es el único tipo de obstáculo que puede detener la persecución mortal de las serpientes enfurecidas.

Plinio  (Historia natural, XXlX, 52)

 El huevo no era realmente de serpiente, pero el significado era el mismo, se lanzaba con silbidos y un caballero debía recogerlo antes de que tocase el suelo. Entonces la persona debía huir rápidamente a caballo pues era perseguido por las serpientes, que se detendrían sólo ante el obstáculo de un río, donde el huevo flotará. Aquí podemos ver la analogía del huevo cósmico, cubierto muchas veces con oro, como el germen principal de la Luz universal, que se encuentra en las aguas primordiales, que a su vez son el acceso a otros mundos y por eso las serpientes quieren preservarlo, persiguiendo al caballero, visto también como un héroe civilizador.

Según comenta Anselmus de Boodt, famoso médico y gemólogo, belga, en su lapidario médico titulado Gemmarum et lapidum historia (1636), más conocido por su versión francesa: Le Parfaict joaillier ou l’histoire des pierreries tratado (1644):

“La gente cree que esta piedra puede proteger contra cualquier tipo de intoxicación causada por la contaminación del aire y que es capaz de hacer que los conjuros y encantamientos de las brujas resulten completamente inofensivos para su poseedor.

Sin embargo, por el gran prestigio que esta piedra posee, resulta muy difícil convencer al pueblo de que está engañado y que lo que cree ser una piedra maravillosa, muchas veces, no es ni siquiera una verdadera piedra, sino que, muy a menudo, tan solo es una imitación hecha de vidrio soplado, que es utilizada por las mujeres de las ciudades como simple pesa de husillo, para poder retorcer con facilidad la fibra, del material usado para tejer, y así poder formar la hebra de hilo.”

(Boecio DE BOOT, 1636, citado en Abel, 1939)

…El texto de Plinio seguramente no es la descripción de un ritual, juzgado incluso aberrante o cuanto menos sospechoso. Es Plinio quien lo toma como tal. Debieron contarle un relato mitológico del que no comprendió nada, pero no obstante conservó los elementos esenciales: el arrollamiento de las serpientes, es decir, el nudo de víboras, el huevo secretado por las serpientes y que evidentemente no es un huevo, el rapto del huevo por un caballero audaz y veloz. La persecución que emprenden las serpientes para recuperar el huevo y la imposibilidad que tienen de cruzar el río. Este último punto es, por otra parte, paradójico, puesto que las serpientes nadan muy bien, pero sin duda hay que ver otra cosa más que una banal lucha entre el hombre y la serpiente entendida al pie de la letra.

Estos elementos son en efecto característicos de una verdadera epopeya iniciática: un caballero, o sea un héroe civilizador, un buscador de infinito, podríamos decir, penetra en los ámbitos prohibidos al común de los mortales, este Otro Mundo con el que los celtas sueñan sin cesar y que es un mundo concomitante al nuestro, un mundo en el que es fácil extraviarse sin siquiera saberlo, porque está junto a nosotros y las puertas de acceso son numerosas a poco que se tenga el famoso don de la doble visión. Allí, el caballero descubre maravillas, lo que a partir del siglo Xll se simbolizará con el famoso Grial, y, deslumbrado, se apodera del mismo para llevarlo al país de los vivos, a fin de que puedan beneficiarse todos los miembros de la comunidad. Responde al tipo de héroe civilizador, del héroe de luz, de origen prometeico, pero es también el misionero que viene a despertar a quienes se dormían en la sombra, faltos de esta luz divina indispensable para la vida. Esto constituye un crimen para los del otro Mundo, los cuales quieren reservarse esa luz para sí mismos. Así pues, persiguen al caballero, pero no pueden cruzar determinados límites: cada uno en su casa, y tanto peor para quienes hayan perdido la carrera, es decir, la prueba de inteligencia y perspicacia.

La imagen de la serpiente con huevo en la boca, un símbolo druídico encontrado en los altares en Cumbria y Gloucestershire, es un símbolo del óvulo y el esperma unidos.  En un sentido mágico, la Serpiente representa la procreación tanto física como metafísica.

El huevo,  círculo, esfera y redondo son todos aspectos de lo independiente, que no tiene principio ni final; en su perfección anterior a la creación, precede a cualquier proceso, eterno, ya que en su propia circularidad no hay antes ni después, no hay tiempo; y no hay arriba o abajo, no hay espacio… Todo esto sólo puede surgir con la llegada de la luz de la consciencia, la cual aún no está presente; ahora todo está bajo el influjo de la naturaleza divina no manifiesta, cuyo símbolo es por tanto el círculo.

El círculo es el huevo, el Huevo del Mundo Filosófico, el núcleo del comienzo y el germen del cual, como la humanidad enseña en todas partes, surge el mundo. También es el estado perfecto en el que se unen los opuestos; el comienzo perfecto, ya que los opuestos aún no están separados y el mundo aún no ha comenzado. El final perfecto porque en él los opuestos se han reunido nuevamente en una síntesis y el mundo descansa una vez más.

Como símbolo de creación, el huevo es también símbolo de resurrección, renacimiento y fertilidad.

En sus orígenes la Serpiente estaba estrechamente ligada a los ciclos de la naturaleza. El hecho de que hiciera un agujero para poner huevos dentro de la tierra se asoció con la idea primigenia del huevo cósmico y la vagina de la mujer, relacionándose con los cultos ctónicos y ligada a la idea de fertilidad femenina.

El huevo, símbolo de la tierra, en torno al cual la serpiente (símbolo femenino, como es el luna) se enrolla. La serpiente en espiral se asemeja a la trayectoria que nuestra luna toma – la cabeza y la punta de la cola de la serpiente que representa la posición de la luna en su aparente detención en órbita. El huevo además matiza el simbolismo de la renovación constante de la Naturaleza, del renacimiento. Ése es el sentido que encierran los famosos huevos de pascua.

El huevo de Pascua, así mismo precristiano, originariamente era un huevo de serpiente. Los druidas cogían huevos de serpiente y los cocían en una infusión de tojo, que les daban un color rojizo (sol). Actualmente se usan huevos de gallina, pero con el mismo significado.

Sobre los misterios druídicos, Robert Graves comenta que «los huevos eran pintados de escarlata en honor al Sol». También escribe que «el “glain” o “huevo rojo de la serpiente marina” que figuraba en los misterios druídicos puede ser identificado con el Huevo Órfico del Mundo».

El huevo de Pascua, así mismo precristiano, originariamente era un huevo de serpiente. 

Los druidas cogían huevos de serpiente y los cocían en una infusión de tojo, que les daban un color rojizo (sol). Actualmente se usan huevos de gallina, pero con el mismo significado.
El resurgimiento de la vida alrededor del Equinoccio de Primavera, lleva el nombre de Ostara, la diosa teutónica de la primavera. Su animal sagrado, la liebre, pone tradicionalmente el Huevo de Pascua. La liebre, como bien es sabido, es un animal prolífico y simboliza la fertilidad. El Huevo de Pascua es pintado a menudo de rojo, aunque en este caso el rojo simboliza la vida y no la fuerza destructora de Tifón, como en el huevo órfico.

En Ucrania, el Huevo de Pascua tradicional se denomina «pisanka» y, nuevamente, predomina el color rojo. El «pisanka» se realiza cubriendo el huevo de un patrón de cera, dejando este patrón en blanco cuando el huevo es coloreado de amarillo. Después, se aplica otro patrón de cera, y el huevo se pinta de naranja. Y así, hasta que los colores rojo y negro completan la secuencia. La cera se elimina poniendo el huevo en una toalla dentro de un horno a 250º. Las decoraciones y lo símbolos son bastante tradicionales.
Sobre los misterios druídicos, Robert Graves comenta que «los huevos eran pintados de escarlata en honor al Sol». También escribe que «el “glain” o “huevo rojo de la serpiente marina” que figuraba en los misterios druídicos puede ser identificado con el Huevo Órfico del Mundo».

Se puede encontrar mucha más información en relación al huevo como símbolo, y espero que lo anterior inspire una búsqueda más profunda.  Los festivales estacionales y la sintonización con los ciclos estacionales pueden usarse para crear un vínculo positivo en este acercamiento simbólico. Al principio los símbolos externos son una extensión del «inconsciente colectivo» (del que todos formamos parte, como hemos podido ver) pero más adelante es posible vincularse con los niveles arquetípicos de la realidad sin las formas concretas. En este sentido, los símbolos concretos (por ejemplo el «pisanka» en el festival de primavera) pueden ayudarnos a enfocarnos en la realidad simbólica que representa y, de este modo, enriquecer nuestra introspección espiritual.



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