Decir la verdad se ha convertido en un sinónimo de ofender a
las personas en la mayoría de las ocasiones. La “verdad” es un valor positivo y
lo deseable sería que siempre tengamos acceso a ella. ¿Por qué entonces se ha
convertido en un vehículo para agredir a los demás?
La respuesta podría estar en una sociedad que vive bajo el
pacto implícito de mentir en las relaciones humanas para, aparentemente,
hacerlas más amables. Parece que si queremos mantener la armonía con alguien,
debemos mentirle. Y si decidimos acabar con ese jardín de rosas, solo tenemos
que decirle la verdad, en los peores términos. Gran paradoja.
“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el
silencio”.
-Cicerón-
En ocasiones, decir la verdad es un acto que va acompañado
de ira. Otras veces, la persona objeto de esa “verdad” se sienta mal cuando se
la dicen, aunque la intención sea constructiva. ¿Qué nos sucede con la verdad?
Tendríamos que ser capaces de decir y escuchar verdades que no nos gusten, sin
que esto nos lleve a grandes conflictos. A continuación, veremos algunas claves
para que decir la verdad no se convierta en algo desagradable e hiriente.
1. EXPRESARSE DE FORMA CONSTRUCTIVA AL DECIR LA VERDAD
Antes de nada, es importante examinar cuáles son nuestras
intenciones en el momento de decir la verdad. Lo primero es ser honestos con
nosotros mismos y definir si nos mueve un afán constructivo o si por el
contrario, estamos utilizando esa verdad incómoda como pretexto para hacer
sentir mal a alguien.
De esa intención dependerá la forma de decir la verdad.
Cuando la motivación es positiva, se elige un enfoque amable para comunicarse
con el otro. Por ejemplo, se le señala un defecto, una falta o una
inconsistencia, de modo que se convierta en un aporte y no en una afrenta. Para
ello, podemos apoyarnos también en aquello que hace bien o se le da mejor. De
esta forma, el mensaje no quedará tan agresivo.
2. ESTAR DISPUESTO A ESCUCHAR
Muchas veces la verdad incómoda involucra a ambas partes. De
modo que si somos capaces de decir la verdad, también tendríamos que estar en
capacidad de escucharla. Las conversaciones sinceras son de doble vía. Ambas
partes tienen algo que decir.
Escuchar significa abrir la mente al punto de vista del
otro. Una escucha constructiva tiene por objetivo sacar conclusiones
provechosas para todos los involucrados. Por lo mismo, no hay reticencia a
entender las razones de los demás, ni a reconocer las verdades ajenas.
3. NO PENSAR POR LOS OTROS
No es adecuado intentar pensar por otros, en dos sentidos.
El primero es el de imaginar cuál puede ser la reacción de esa persona a quien
se le quiere decir la verdad. Y desistir de hacerlo suponiendo el posible daño
o incomodidad que se le pueda acarrear.
El segundo sentido es el de suponer que se tiene totalmente
claro qué es lo que hay en el interior del otro. Que se conocen sus intenciones
y sus sentimientos más secretos, lo cual sirve de base para juzgarlo. En ambos
casos, pensar por otros solo conduce al error. Decir la verdad no es lo mismo
que creerse poseedor de la misma.
4. SER CLARO Y DIRECTO
Una verdad incómoda suena terrible cuando se dice con ira,
palabras fuertes y desconsideración. Sin embargo, tampoco es adecuado
expresarla con eufemismos, sutilezas o empleando mecanismos para suavizarla
artificialmente. En ambos casos hay un falseamiento del propósito central, que
es decir la verdad.
Lo adecuado es comunicar esas verdades de manera serena y
con claridad. Los rodeos solo dan la sensación de que se quiere engañar o
manipular la situación. Es bueno pensar en cuáles son las palabras más
adecuadas para plantear un mensaje preciso, conciso y comprensible.
5. PLANTEAR UN PROPÓSITO
Decir la verdad debería tener siempre un propósito. Sin
embargo, muchas veces no hacemos el esfuerzo por definirlo claramente antes de
hablar. Es un gran error, ya que la declaración de verdades podría estar
obedeciendo a motivaciones no tan positivas o no tan relevantes.
La pregunta es: ¿qué se quiere lograr al decir la verdad?
Una respuesta saludable tiene que ver con la intención de superar conflictos,
buscar mayor entendimiento o elevar la calidad del vínculo que nos une con el
otro.
Sería positivo desterrar la idea de que decir la verdad
equivale a insultar. Ser grosero no quiere decir que alguien sea sincero. Las
verdades siempre son mejor escuchadas y aceptadas si se acompañan de respeto y
de una intención genuina por construir algo más positivo para los involucrados.
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