(ADVERTENCIA: Este artículo no se refiere a la ansiedad en
el aspecto médico o psicológico y tiene su correspondiente cuadro clínico, sino
a la ansiedad que se produce por motivos espirituales)
En mi opinión, la ansiedad es otro de esos motivos
inquietantes que se presentan en la vida cotidiana, pero con más fuerza en el
camino de Descubrirse.
En el Camino Espiritual se suele definir la ansiedad como
una enfermedad del estado de ánimo. Una enfermedad del alma.
En general, se mete en el mismo saco que las apatías
estancadas y dolorosas o las depresiones. Parece que se escapa a nuestro
gobierno, que tiene autonomía para manifestarse aun a nuestro pesar y nuestra
falta de vivirla.
Es un temor opresivo al que no se le encuentra una causa
precisa.
Se instala y nos gobierna.
De pronto, algunas cosas que hasta entonces han sido poco
importantes o invisibles toman fuerza, se manifiestan con sus demonios, y
nuestro ánimo, nuestra alma, no se siente en paz.
Personalmente entiendo que la ansiedad espiritual es un buen
síntoma, aunque incomprendido. Su manifestación indica que hay una
disconformidad interior que nos empuja a buscar. Ya no nos permite ocultar lo
que pasa por dentro; ya no hay algo dormido o desapercibido, sino que con su poco
precisa forma de explicar hace patente la situación; nos pone delante, en una
manifestación física que es claramente visible, un conflicto. Es una etapa
inevitable; es necesario pasar por ella porque nos saca del conformismo que
podría atarnos a la resignación, y hace de recordatorio de lo trascendente que
hay en nosotros.
Ahí aparece lo que reclama una atención a la vista de que se
siente olvidado y perdido: lo que nos transciende, lo que llega más lejos que
este cuerpo, harto de mostrarse en las emociones y en los silencios, harto de
verse relegado a otro momento, harto de la desatención, obliga la cuerpo a que
se pare y que se pregunte qué le pasa a la otra mitad de la persona, o sea, qué
le pasa al alma.
Esto no tiene que ver con la ansiedad psicológica, sino sólo
como una sensación que se produce, sin ser real en la mayoría de las ocasiones,
a la vista del miedo a lo que uno se puede encontrar en su interior, ese gran
desconocido, durante el Proceso de Desarrollo Personal.
El Ser que somos es el único que sabe lo que ha venido a
hacer aquí, y el único que presta atención y se acuerda del sentido de la vida,
y de lo que la persona se ha propuesto hacer durante esta vida.
Así que cuando las distracciones mundanas nos apartan del
Camino, o cuando la desatención a nuestro interior es constante, hay una señal
silenciosa e invisible que se manifiesta. Esta señal crea una intranquilidad:
sin saber dónde ni como, algo nos recuerda que quiere manifestarse y la
respuesta del organismo es una mezcla de miedo e inquietud, pues se siente
amenazado en su tranquilidad rutinaria, y a esta mezcla la llamamos ansiedad
espiritual.
La solución al conflicto interior-exterior es sencilla,
aunque no fácil: se trata de dejar que “lo que sea” se manifieste. Sin
prejuicios, sin temor, sin expectativas, con tiempo, con amor, con atención.
La llamada del interior se va a seguir realizando, ya que la
sabiduría vive dentro y, nos va a recordar que hay algo pendiente de resolver.
Ahí empieza nuestra función: o bien nos decidimos por buscar
la solución mediante alguna de las formas conocidas, o bien buscamos una
distracción tras otra para evitarlo. En el primer caso, inevitablemente, iremos
encontrando -en un proceso casi tan largo como la vida misma-, momentos de
satisfacción indefinible con momentos de bajón –cada vez menos fuertes y menos
continuados- en que nos arrepentiremos de haber escuchado la señal y habernos
metido en esta búsqueda. Es lo normal, y la experiencia de los que han iniciado
la primera propuesta es realmente grandiosa e indescriptible.
Los que se deciden por evitarlo y buscan excusas,
distracciones, o tratan de resolverlo mediante quejas por su mala suerte o con
medicinas, seguirán acompañados de un desasosiego continuo, de una
insatisfacción constante, y de una intranquilidad perseverante que le estarán
diciendo al oído de los sentimientos “mentiroso, cobarde, no estás siendo tú
mismo, no huyas del encuentro con tu parte divina, no te niegues, no te
engañes…”
Y ya que esta sensación se va a presentar en el Camino de
Descubrirse, es mejor atenderla, cuando llegue, con nuestra mejor sonrisa y
nuestro reconocimiento.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)
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