miércoles, 25 de diciembre de 2019

Resinas e inciensos Parte I




La resina es una sustancia orgánica, líquida y pegajosa de color amarillo o amarillo-pardo que segregan muchas plantas. En contacto con el aire se endurecen adoptando un aspecto amorfo y brillante y cuando se queman despiden un humo de olor muy aromático. Son solubles en alcohol, éter y otros disolventes orgánicos, pero no lo son en agua. Existe una gran variedad de ellas y dependiendo de sus características pueden ser duras, oleorresinas y gomorresinas. Las resinas duras son quebradizas como el vidrio y brillantes. Entre ellas se encuentra el ámbar, el copal, el lentisco y la sandáraca. Las oleorresinas son semisólidas, amorfas y pegajosas y contienen aceites esenciales. Son oleorresinas la sangre de drago, el bálsamo de copaiba y la trementina. Y por último están las gomorresinas que contienen gomas y entre ellas están la mirra, el gálbano, la benzoína, la asafética, y el incienso.

Posiblemente es el incienso la resina aromática más popular y la más solicitada. Originariamente es una goma resinosa que se obtiene de un árbol de Etiopía llamado Olíbano. Sin embargo lo que hoy podemos encontrar en los comercios y a lo que se denomina comúnmente como "incienso" es realmente una mezcla de Olíbano y otras resinas, esencias y aceites. Podemos encontrar incienso en combinación con resinas como la mirra, la canela, el sándalo, el almizcle, el ámbar; con esencias de benjuí, de cedro, de avellana, de romero, etc, y aceites de rosa, de anís, de tomillo, etc. Por este motivo no existe un "único incienso" sino una gran variedad de ellos con aromas y propiedades diferentes dependiendo de los ingredientes que lleve la mezcla.

En la actualidad existen una gran variedad de inciensos en muchos tipos de comercios y en mercadillos. Unos más baratos y otros más caros, en forma de grano o de varillas. Sin embargo es recomendable tener una cierta precaución a la hora de comprarlos pues existen muchos de ellos, de muy mala calidad, que pueden resultar tóxicos al haberles añadido otras sustancias que permiten una fácil combustión. Lo más adecuado es adquirirlos en establecimientos o tiendas esotéricas donde nos aseguren su calidad y su inocuidad. Suelen quemarse en recipientes especiales, pebeteros o incensarios en el caso de los inciensos en grano, y en tablillas especiales en el caso del incienso en varillas. Las varillas no revisten ninguna dificultad, posiblemente es la forma más cómoda de quemar incienso, sólo tenemos que sujetar la varilla en una tablita especial y prenderle fuego con la llama de una cerilla o mechero. En el caso del incienso en grano se queman sobre carbón vegetal que previamente hemos incendiado en el pebetero o incensiario. En cualquiera de los casos el incienso al arder produce un humo aromático con unos usos y propiedades de los que nos da buena cuenta la Historia.

Efectivamente no ha habido cultura a lo largo de los siglos que no haya utilizado el incienso para sus ritos y celebraciones religiosas y mágicas. En un principio empezaron a utilizarse en las purificaciones, pero al comprobar que el humo provocaba una especie de frenesí, su uso se extendió también a las celebraciones de los cultos.

Durante ese estado de ánimo se sentían más receptivos y con una capacidad mayor para adentrarse en los secretos del Universo y así entrar en comunicación con los dioses para solicitar de ellos favores.

De esta manera el incienso pasó a ser un elemento fundamental en todos los rituales de todas las culturas del mundo y se utiliza desde los tiempos más remotos, tal vez desde que el hombre al quemar en el fuego ciertas cortezas de árboles y plantas descubrió que emitían un olor agradable. Parece ser que ya en el año 1.530 antes de Cristo los egipcios lo utilizaban pues se le menciona en una tableta grabada colocada en la esfinge en Gizeh. Según se cuenta los egipcios eran unos auténticos maestros en la preparación de inciensos y los primeros en emplearlo. Su famoso "Kifi" era un incienso cuya fórmula era secreta y sólo conocida por unos cuantos privilegiados. Pero no sólo ellos lo utilizaron, también fue de uso común en los ritos de los primitivos judíos y entre los romanos. Los cristianos lo adoptaron para su culto aunque al principio mostraron una gran aversión hacia él dado que se utilizaba en ritos paganos. Sin embargo fue uno de los presentes que los tres Reyes Magos de Oriente llevaron a Jesús, según se cita en el Nuevo Testamento. Para los budistas el incienso tiene una fascinación especial y ocupa un lugar muy destacado en sus vidas. Los tibetanos extienden su uso a los actos sociales y sus inciensos son unos de los mejores que se pueden adquirir en la actualidad por su excelente calidad y pureza. Japón también es un gran productor de excelentes inciensos como la India, China, Cuba, Méjico o Tailandia.

Otras veces sus usos han sido más pragmáticos. Durante la Edad Media el Botafumeiro de la Catedral de Santiago de Compostela se utilizaba para perfumar el ambiente contrarrestando el mal olor que despedían los peregrinos que se concentraban allí después de haber realizado el Camino de Santiago en una época donde las condiciones higiénicas nada tenían que ver con las que existen en la actualidad. Durante la epidemia de peste que asoló Europa a mediados del siglo XIV se utilizó mucho la quema de incienso en el interior de las casas para purificar el aire que consideraban infectado y nocivo. Incluso fue utilizado durante la antigüedad como método anticonceptivo. Ya Aristóteles recomendaba una mezcla de incienso, cedro y aceite de oliva para impedir el embarazo. También se quemaba incienso durante los exorcismos para contrarrestar los hedores nauseabundos que emitía el demonio cuando se manifestaba.

Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días el incienso ha estado y sigue presente en multitud de celebraciones y cultos y es un ingrediente que no sólo acompaña a los rituales religiosos sino también a aquellos eventos más cotidianos y, por supuesto, allí donde la magia quiere hacer acto de presencia. Hoy se utiliza porque es un medio que nos permite alcanzar un estado elevado de conciencia necesario para realizar las prácticas mágicas. La suma del incienso junto con otros elementos hace que lleguemos a ese estado y que el ritual tenga éxito.

El incienso facilita la concentración y la meditación individual o de un grupo, crea un ambiente placentero en nuestras casas o en nuestro trabajo liberándonos de energías negativas, atrae la energía positiva y purifica el entorno y a las personas librándonos de las malas influencias, concentra las fuerzas y las dirige hacia el objetivo que nos hemos propuesto siendo capaz de ayudarnos a conseguir lo que en un determinado momento deseamos. Perfuma, relaja y armoniza la mente. En definitiva, el incienso es otro regalo que la Naturaleza nos hace. Es un ingrediente más para que nuestras prácticas mágicas se consumen con éxito.


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