La resina es una sustancia orgánica, líquida y pegajosa de
color amarillo o amarillo-pardo que segregan muchas plantas. En contacto con el
aire se endurecen adoptando un aspecto amorfo y brillante y cuando se queman
despiden un humo de olor muy aromático. Son solubles en alcohol, éter y otros
disolventes orgánicos, pero no lo son en agua. Existe una gran variedad de
ellas y dependiendo de sus características pueden ser duras, oleorresinas y
gomorresinas. Las resinas duras son quebradizas como el vidrio y brillantes.
Entre ellas se encuentra el ámbar, el copal, el lentisco y la sandáraca. Las
oleorresinas son semisólidas, amorfas y pegajosas y contienen aceites
esenciales. Son oleorresinas la sangre de drago, el bálsamo de copaiba y la
trementina. Y por último están las gomorresinas que contienen gomas y entre
ellas están la mirra, el gálbano, la benzoína, la asafética, y el incienso.
Posiblemente es el incienso la resina aromática más popular
y la más solicitada. Originariamente es una goma resinosa que se obtiene de un
árbol de Etiopía llamado Olíbano. Sin embargo lo que hoy podemos encontrar en
los comercios y a lo que se denomina comúnmente como "incienso" es
realmente una mezcla de Olíbano y otras resinas, esencias y aceites. Podemos
encontrar incienso en combinación con resinas como la mirra, la canela, el
sándalo, el almizcle, el ámbar; con esencias de benjuí, de cedro, de avellana,
de romero, etc, y aceites de rosa, de anís, de tomillo, etc. Por este motivo no
existe un "único incienso" sino una gran variedad de ellos con aromas
y propiedades diferentes dependiendo de los ingredientes que lleve la mezcla.
En la actualidad existen una gran variedad de inciensos en
muchos tipos de comercios y en mercadillos. Unos más baratos y otros más caros,
en forma de grano o de varillas. Sin embargo es recomendable tener una cierta
precaución a la hora de comprarlos pues existen muchos de ellos, de muy mala
calidad, que pueden resultar tóxicos al haberles añadido otras sustancias que
permiten una fácil combustión. Lo más adecuado es adquirirlos en
establecimientos o tiendas esotéricas donde nos aseguren su calidad y su
inocuidad. Suelen quemarse en recipientes especiales, pebeteros o incensarios
en el caso de los inciensos en grano, y en tablillas especiales en el caso del
incienso en varillas. Las varillas no revisten ninguna dificultad, posiblemente
es la forma más cómoda de quemar incienso, sólo tenemos que sujetar la varilla
en una tablita especial y prenderle fuego con la llama de una cerilla o
mechero. En el caso del incienso en grano se queman sobre carbón vegetal que
previamente hemos incendiado en el pebetero o incensiario. En cualquiera de los
casos el incienso al arder produce un humo aromático con unos usos y
propiedades de los que nos da buena cuenta la Historia.
Efectivamente no ha habido cultura a lo largo de los siglos
que no haya utilizado el incienso para sus ritos y celebraciones religiosas y
mágicas. En un principio empezaron a utilizarse en las purificaciones, pero al
comprobar que el humo provocaba una especie de frenesí, su uso se extendió
también a las celebraciones de los cultos.
Durante ese estado de ánimo se sentían más receptivos y con
una capacidad mayor para adentrarse en los secretos del Universo y así entrar
en comunicación con los dioses para solicitar de ellos favores.
De esta manera el incienso pasó a ser un elemento
fundamental en todos los rituales de todas las culturas del mundo y se utiliza
desde los tiempos más remotos, tal vez desde que el hombre al quemar en el
fuego ciertas cortezas de árboles y plantas descubrió que emitían un olor
agradable. Parece ser que ya en el año 1.530 antes de Cristo los egipcios lo
utilizaban pues se le menciona en una tableta grabada colocada en la esfinge en
Gizeh. Según se cuenta los egipcios eran unos auténticos maestros en la
preparación de inciensos y los primeros en emplearlo. Su famoso
"Kifi" era un incienso cuya fórmula era secreta y sólo conocida por
unos cuantos privilegiados. Pero no sólo ellos lo utilizaron, también fue de uso
común en los ritos de los primitivos judíos y entre los romanos. Los cristianos
lo adoptaron para su culto aunque al principio mostraron una gran aversión
hacia él dado que se utilizaba en ritos paganos. Sin embargo fue uno de los
presentes que los tres Reyes Magos de Oriente llevaron a Jesús, según se cita
en el Nuevo Testamento. Para los budistas el incienso tiene una fascinación
especial y ocupa un lugar muy destacado en sus vidas. Los tibetanos extienden
su uso a los actos sociales y sus inciensos son unos de los mejores que se
pueden adquirir en la actualidad por su excelente calidad y pureza. Japón
también es un gran productor de excelentes inciensos como la India, China,
Cuba, Méjico o Tailandia.
Otras veces sus usos han sido más pragmáticos. Durante la
Edad Media el Botafumeiro de la Catedral de Santiago de Compostela se utilizaba
para perfumar el ambiente contrarrestando el mal olor que despedían los
peregrinos que se concentraban allí después de haber realizado el Camino de
Santiago en una época donde las condiciones higiénicas nada tenían que ver con
las que existen en la actualidad. Durante la epidemia de peste que asoló Europa
a mediados del siglo XIV se utilizó mucho la quema de incienso en el interior
de las casas para purificar el aire que consideraban infectado y nocivo.
Incluso fue utilizado durante la antigüedad como método anticonceptivo. Ya
Aristóteles recomendaba una mezcla de incienso, cedro y aceite de oliva para
impedir el embarazo. También se quemaba incienso durante los exorcismos para
contrarrestar los hedores nauseabundos que emitía el demonio cuando se
manifestaba.
Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días el
incienso ha estado y sigue presente en multitud de celebraciones y cultos y es
un ingrediente que no sólo acompaña a los rituales religiosos sino también a
aquellos eventos más cotidianos y, por supuesto, allí donde la magia quiere
hacer acto de presencia. Hoy se utiliza porque es un medio que nos permite
alcanzar un estado elevado de conciencia necesario para realizar las prácticas
mágicas. La suma del incienso junto con otros elementos hace que lleguemos a
ese estado y que el ritual tenga éxito.
El incienso facilita la concentración y la meditación
individual o de un grupo, crea un ambiente placentero en nuestras casas o en nuestro
trabajo liberándonos de energías negativas, atrae la energía positiva y
purifica el entorno y a las personas librándonos de las malas influencias,
concentra las fuerzas y las dirige hacia el objetivo que nos hemos propuesto
siendo capaz de ayudarnos a conseguir lo que en un determinado momento
deseamos. Perfuma, relaja y armoniza la mente. En definitiva, el incienso es
otro regalo que la Naturaleza nos hace. Es un ingrediente más para que nuestras
prácticas mágicas se consumen con éxito.
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