VI El Alimento
Parte II
Al día siguiente la voz llegó y me llamó; Esdrás abre tu boca y bebe lo
que te haré beber. Abrí la boca. Me tendió una copa llena de agua cuyo color
parecía de fuego. La cogí y la bebí.
Mi corazón se lleno de sabiduría, la inteligencia pesó en mi pecho. Mi espíritu conservó el recuerdo y se acordó.
Esta agua prisionera dice Nicolás Valois grita sin cesar: Ayúdame y te ayudaré, es decir, libérame de mi prisión, y si puedes hacerme salir una vez, te convertiré en el dueño de la fortaleza donde me encuentro.
El agua, pues, que se halla en este cuerpo encerrado es de la misma naturaleza que la que le damos a beber y que se llama Mercurio Trimegisto, del que habla Parménides cuando dice:
Naturaleza se regocija en Naturaleza, Naturaleza supera a Naturaleza, y Naturaleza contiene a Naturaleza.
Pues esta agua encerrada se regocija con su compañero, que acude a liberarla de sus hierros, se mezcla con él y por fin, convirtiendo dicha prisión en suya y rechazando lo que les es contrario, que es la preparación, se convierten en agua mercurial y permanente...
Legítimamente nuestra agua divina es llamada la llave, luz, Diana que aclara la oscuridad de la noche. Pues es la entrada de toda la Obra y la que ilumina a todo hombre.
Es evidente que no se está hablando del agua de la lluvia, ni del agua del río, ni del mar. Se está hablando del preciado líquido que está en nuestra caverna, que hemos dejado escapar por miles de años y que ya es hora de que remediemos esa fuga...
Debemos conseguir que nuestra agua bendita, suba hasta lo más alto, y posteriormente se distribuya en nuestro templo corazón, donde está la fuente que aguarda en silencio el momento preciso de hacer brotar las bendiciones apostólicas.
Es necesario ser propagadores de la Fe consciente, iluminar el camino, para que no se siga en la sombra, ni sometidos a vivir bajo el yugo de la ignorancia.
¿Acaso no nos mueve a reflexionar la sentencia de Jesús a Pedro, cuando caminaba sobre las aguas? Recogida en San Mateo, C. XIV, V. 31: ¿Por qué has dudado, hombre de poca fe?
Agua limpia, alimento puro, que nos hace fuertes ante cualquier adversario, es justo lo que el alquimista busca; El alimento supersubstancial.
El hombre auténtico, el alquimista, recibe un alimento espiritual completamente sacratísimo, libre del mundo animal, vegetal o mineral, ya que el agua viva nos lleva a la eterna bienaventuranza.
Plutarco, escribe lo siguiente: La finalidad del matrimonio es la generación, es decir; Una marcha progresiva de las tinieblas hacia la luz.
El agua hay que saber fijarla para que proceda a la curación del órgano enfermo.
Artegio dice: Oh cuan preciosa y magnífica es ésta agua.
Los
Maestros de la Logia Blanca, por medio de Meurois-Givaudan, en el
Shambala nos dicen:
El papel de aquel a quien llamáis Lucifer es complejo; su explicación requeriría, poner a punto numerosas nociones. No obstante, la confusión reinante ha frenado de manera considerable nuestro trabajo en la tierra. El temor, la ignorancia y el odio disfrazado que suscita, erigen las barreras de un terrible egrégor.Maestro.
En Francia, en la Iglesia del pueblo de Rennes le Chateau, se encuentra sosteniendo la pila bautismal la figura de un diablo, y por todos es sabido, que sobre la pila está el agua con la que se bautiza. Es aquí donde nos preguntamos; ¿por qué el diablo sostiene sobre sus hombros la pila llena de agua?
En la catedral de Notre Dame en París, los peregrinos y devotos apagan sus velas en las fauces de un diablo.
En los dos casos aparece el mismo diablo, siendo
éste Lucifer. En el primer caso entregándonos el agua y en el segundo caso,
devorándose la luz. Tenemos que recordar que las figuras tenebrosas que podamos
encontrar en las distintas Iglesias o Catedrales, construidas normalmente por
Templarios, no se pusieron por capricho, sino para mostrar el camino y enseñar
al alquimista, el trabajo que debe realizar.
El Maestro Samael, nos dice: Lucifer es nuestro entrenador psicológico y debemos vencerle, para poder disponer de las llaves que nos permitan entrar en el paraíso, Lucifer es el guardián del templo, es la tentación que puede convertirse en escalera para subir o para bajar.
En la medida que superemos las pruebas a las que seamos sometidos, será nuestro propio Lucifer interior (Fuera de todo prejuicio dogmático consideramos necesario el mostrar al lector que el mismo nombre de Lucifer tiene etimológicamente una connotación divina: LUZ y FUEGO, son dos elementos que llevarán al iniciado por el camino de la Autorrealización.), quien nos conduzca hacia la parte más elevada de nuestra Iglesia interior.
Una vez más podemos comprobar que la humanidad, viendo no ve, ya que la piedra es un libro abierto que habla en silencio, pero solo pueden leerlo quienes están dispuestos a seguir a su íntimo muy amado.
Así encontramos en el libro de Fulcanelli “Las moradas filosófales” una magistral cátedra:
Esculpida sobre el grupo de hombre del grifo, advertiréis una enorme cabeza que hace un visaje y que adorna con una barba en punta.
Las mejillas, las orejas y la frente se estiran hasta tomar el aspecto de llamas. Esta máscara llameante, de rictus poco simpático, aparece coronada y provista de apéndices cornudos adornados con lazos, los cuales se apoyan en el funículo de la base de la cornisa. Con sus cuernos y su corona, el símbolo solar adquiere la significación de un verdadero Bafomet, es decir, de la imagen sintética en la que los iniciados del Templo habían agrupado todos los elementos de la alta ciencia y de la tradición.
Figura compleja, en verdad, con apariencia simple, figura parlante, cargada de enseñanzas, pese a su estética ruda y primitiva. Si se encuentra en ellas en primer lugar la fusión mística de las naturalezas de la Obra que simbolizan los cuernos del creciente lunar colocados sobre la cabeza solar, no se sorprende uno menos de la expresión extraña, reflejo de un ardor devorador que desprende este rostro inhumano, espectro del Juicio Final. Incluso hasta la barba, jeroglífico del haz luminoso e ígneo proyectado hacia la tierra, no se justifica el conocimiento exacto que poseía el sabio acerca de nuestro destino...
¿Nos hallamos en presencia de la vivencia de algún afiliado a las sectas de iluminados o rosacruces que descendían de los viejos templarios?
La teoría cíclica, paralelamente a la doctrina de Hermes, está allí expuesta con tanta claridad que como no fuera por ignorancia o mala fe, se podría sospechar el saber de nuestro adepto,
En cuanto a nosotros, (comenta Fulcanelli líneas después) ya nos hemos hecho nuestra idea, y estamos ciertos de no equivocarnos ante tantas afirmaciones categóricas; lo que tenemos ante nuestros ojos se trata con seguridad de un bafomet, renovación del de los Templarios.
Esta imagen, sobre la cual no se poseen más que vagas indicaciones o simples hipótesis jamás fue un ídolo, como algunos lo han creído, sino tan sólo un emblema completo de las tradiciones secretas de la Orden, empleado sobre todo exteriormente como paradigma esotérico, sello de caballería y signo de reconocimiento. Se reproducía en las joyas, así como en el frontón de las residencias de los comendadores y en el tímpano de las capillas templarias.
Se componía de un triángulo isósceles con el vértice dirigido hacia abajo, jeroglífico del agua, primer elemento creado, según Tales de Mileto, que sostenía que Dios es ese Espíritu que ha formado todas las cosas del agua.
Un segundo triángulo semejante, invertido con relación al primero, pero más pequeño, se inscribía en el centro y parecía ocupar el espacio reservado a la nariz en el rostro humano. Simbolizaba el fuego y, más concretamente, el fuego contenido en el agua o la chispa divina, el alma encarnada, la vida infusa en la materia. En la base invertida del gran triángulo de agua se apoyaba un signo gráfico semejante a la letra H de los latinos, en estenografía hermética, este signo indica el Espíritu universal, el Espíritu creador, Dios.
En el interior del gran triángulo, un poco por encima y a cada lado del triángulo de fuego, se veía, a la izquierda, el círculo lunar con el creciente inscrito y, a la derecha, el círculo solar de centro aparente. Estos circulitos se hallaban dispuestos a la manera de ojos.
Finalmente, soldada a la base del triangulito interno, la cruz rematando el globo completaba así el doble jeroglífico del azufre, principio activo, asociado al mercurio, principio pasivo y disolvente de todos los metales.
Así presentado, el bafomet afectaba una forma animal grosera imprecisa y de identificación problemática.
Eso explicaría, sin duda, la diversidad de las descripciones que de él se han hecho, y en las cuales se ve el bafomet, como una cabeza de Hapi Egipcio, de buco y, mejor aún, el rostro horripilante de Satán en persona. Simples impresiones, muy alejadas de la realidad, pero imágenes tan poco ortodoxas que, por desgracia, han contribuido a lanzar sobre los sabios caballeros del Templo la acusación de satanismo y brujería, que se convirtió en una de las bases de su proceso y en uno de los motivos de su condena.
El Baphomet de los Templarios debe leerse al revés: TEM O H P AB. Símbolo de las palabras latinas “Templi Omun Hominun Pacis Abbas”. Que quiere decir: El Padre del Templo, Paz Universal de los Hombr
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