miércoles, 31 de marzo de 2021

Como ser Alquimista Parte XXIII


 

VII     El Alimento

 

Parte III

 

El ignorante quien se identifica con una mente sensual o dogmática, se cree ser un ilustrado y saberlo todo. Dando respuesta para todo, vive completamente hipnotizado por un supuesto conocimiento tan limitado como pueden ser las paredes de su recamara. No se percata que el diablo de la mente lo tiene completamente engolosinado, impidiéndole por lo tanto, recibir y comprender las enseñanzas de tipo superior, reservadas para los que han puesto a su mente al servicio del Íntimo.


Destruyendo a Lucifer, aparece el Arcángel de Luz, y al integrarse en nosotros, nos convertimos en Arcángeles. El se convierte en hacedor de Luz. Él está negro como el carbón y hay que blanquearlo.

“Quema tus libros y blanquea el latón”, nos dicen los adeptos.

El latón es de cobre y el cobre está relacionado con Venus, la estrella de la mañana. Venus representa a la Diosa del Amor, por lo que podemos deducir que para trabajar con el amor, no es preciso aportar datos intelectuales de ningún tipo o género, y por lo tanto sale sobrando cualquier guía metódica, materialista o moralista.


Es menester alimentarse de manera callada y secreta, paulatinamente, para que así se plasme en el físico una cristalización de la energía, llamada quinta esencia, que nos dé: inteligencia, memoria, felicidad, fortaleza, etc.


Nuestro alimento es real y solo lo recibe quien está dispuesto, mediante su trabajo de transmutación, pues nadie recibe lo que no se merece.


El alquimista se convierte por anhelo interno, no por imposición o curiosidad, pero muy pocos son los que de verdad aspiran al alimento eterno, al Maná de los israelitas...


La práctica alquímica en sí, es un acto de amor, y su alimento engrandece el alma de quien lo recibe.


San Pedro en su epístola primera, C. II, V. 11 dice: Por esto, queridos míos, os suplico que como extranjeros y peregrinos que sois en este mundo, os abstengáis de los deseos carnales, que combaten contra el alma.


Nunca sería posible fijar el mercurio mientras la lujuria, ese deseo sensual desordenado, esa lascivia, pueda estar en continuada batalla contra nuestra esencia o conciencia.


El animal intelectual, se diferencia del iniciado básicamente, por el alimento que recibe.


El iniciado se nutre de los principios resultantes de una transformación o transmutación en su manera de pensar, así como de la transformación de alimentos y del aire que respira.


El iniciado o alquimista, tiene en cuenta, que sus alimentos no estén contaminados, así como sus bebidas, sin llegar nunca a cometer excesos con el alcohol.


El Prana o aire que respira, será limpio y puro, huyendo en la medida de lo posible de los locales cerrados y contaminados por el humo. Procura mantenerse en espacios abiertos y bien ventilados, donde el sol, pueda bañar todo su espacio. Así mismos sus pensamientos han de ser fuera de toda maldad y resentimiento hacia todo lo creado por Dios.


Este es básicamente, el alimento con el cual forma la materia prima, el llamado mercurio de los sabios.


“Sería una locura alimentar a un asno con lechugas u otras hierbas raras”, dicen los filósofos,” puesto que los cardos le bastan”.


El secreto de la Piedra es lo bastante precioso como para hacer de él un misterio. Todo lo que puede volverse perjudicial para la sociedad, aunque de por sí excelente, no debe ser divulgado y solamente debe hablarse de ello en términos misteriosos. (Harmonie Chymique)


Si adulteramos nuestra alimentación así será nuestra materia prima, es por eso, que se hace muy importante para trabajar y conseguir los logros anhelados, seleccionar de manera rigurosa todo aquello que nos permita alimentarnos correctamente


           La materia prima de la Obra, el alquímico elemento con el cual podemos fabricar el                   cuerpo astral (o nacimiento segundo), es el Hidrógeno Sexual Sí 12 (Recomendamos               para estudiar éste tema, consultar el libro del V.M. Samael Aun Weor, “El collar del                   Budha”).

 

Obviamente, el citado Hidrógeno representa el producto final de la transformación de los alimentos, dentro del maravilloso laboratorio del organismo. Resulta evidente que ésta es la materia más importante con que trabaja el sexo.


La elaboración de esta sustancia se desarrolla en consonancia rítmica con las siete notas de la escala musical. No está de más comprender que el Ens. seminis y su peculiar Hidrógeno Si 12, es semilla y fruto a la vez.


Transmutar este Hidrógeno portentoso para darle inteligente cristalización en una octava superior, significa, de hecho, crear una nueva vida dentro del organismo existente, dar forma evidente al cuerpo astral o sideral del alquimista y cabalista.


Deben Ustedes entender (nos dice el M. Samael) que el cuerpo astral nace del mismo material, de la misma sustancia, de la misma materia de que nace el cuerpo físico; lo único que difiere es el procedimiento.


Todo el cuerpo físico, todas las células, queda, por así decirlo, impregnadas por las emanaciones de la materia que es Si 12, y cuando éstas se han saturado lo suficiente, la materia Si 12 comienza a cristalizar.


La cristalización de esta materia constituye la formación del cuerpo astral.


La transición de la materia Si 12 a una condición de emanaciones y la gradual saturación de todo el organismo con estas emanaciones, es lo que se llama en Alquimia, transmutación o transformación.


Justamente esta transformación del cuerpo físico en astral, es lo que la Alquimia denomina transformación de los metales groseros en metales finos, o sea, la obtención de oro de los metales ordinarios.


 

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