VIII Los colores
Parte II
Un poema
de Verus Hermes de 1620 dice así:
Un débil feto, un provecto anciano
Por eso se me ha encerrado
Para que nazca como rey
La espada ardiente me atormenta con saña
La muerte me carcome la carne y el hueso
Mi alma, mi espíritu escapa de mí
Mal oliente veneno negro, un espanto horroroso
Soy como un cuervo negro
Así es el provecho de toda la maldad
Yacía yo en el polvo en el fondo del valle
Oh, que del tres resulte un número
¡Oh alma! ¡Oh espíritu!, no me abandones
A fin de que vuelva a ver la luz del día
Y que de mí salga el héroe de la paz
Que quisiera ver todo el mundo.
“La muerte de la semilla, es la que da el color negro.”
Según
Fray Marco Antonio Crasselame, toda simiente es inútil si permanece entera, si
no se pudre y se ennegrece, pues la corrupción precede siempre de la
generación.
Parece algo extraño que queriendo llegar a la Luz,
tengamos que partir de la mayor oscuridad, así como para llegar a la
purificación tengamos que partir de nuestro estado más sucio...
Entendamos por oscuridad así como suciedad, el
estado psicológico de la humanidad actual, es decir: una inconsciencia
colectiva, que nos lleva a vivir sujetos y sometidos a unas conductas morales,
que nada tiene que ver con una Ética Superior.
Por otra parte, solo los hombres que han sabido
vencerse a sí mismos comprenden y aceptan como fórmula de vida esa Ética. Misma
que les permite saber y discernir que tanto de malo hay en lo aparentemente
bueno, y que tanto de bueno hay en lo aparentemente malo. Por lo que se
convierten en seres totalmente distintos al común denominador de las gentes,
aunque físicamente sean iguales al resto.
La Luz
sale de las tinieblas..., y en donde hay Luz, no hay oscuridad.
Si hemos entendido que estamos viviendo en
oscuridad y en completa ignorancia sobre los misterios que guarda la
naturaleza, no nos será difícil comprender, que nuestra ignorancia es como la
mayor de las oscuridades, en donde nada se ve y todo permanece oculto.
El color negro tradicionalmente se asocia con lo
tenebroso, con lo maligno, y no falta a la verdad quien así discierne, pues es
claro que si nuestra voluntad, la ponemos a merced de todo lo que se asocia con
lo tenebroso, nuestras vidas estarán marcada por una falta de iluminación. A
razón de que en las tinieblas es donde se manifiestan las fuerzas más
perversas, conduciendo a quien se predisponga, en una identificación con esa
parte de nuestra naturaleza interior (infraconsciente), hacia el abismo.
Pero no
debemos confundir el color negro, como medio o hábitat de esas fuerzas
perversas, con el color de la putrefacción de la semilla.
“Si no
hay muerte, no hay nacimiento”
San Pedro, C. I, V. 23 dice: Puesto que habéis renacido no de
semilla corruptible, sino incorruptible por la palabra de
Dios vivo, la cual permanece por toda la eternidad.
Los escritores religiosos narran como Noé dio
libertad desde su arca en primer lugar a un cuervo, en donde debemos entender
que se trata de la representación, para nuestra Obra, del primer color
duradero, es decir del negro.
El cuervo es sinónimo de muerte y negrura, pero una
muerte no como la podemos entender físicamente, con el cese de nuestras
funciones vitales, sino como símbolo de esperanza, para una vida distinta, en
armonía con otra naturaleza, semejante a la naturaleza exterior, donde puedan
brotar ciertos principios vitales, que por mucho tiempo estuvieron sin poder
manifestarse.
El C. III de San Juan en los V. del 3 al 21 nos
hablan muy claramente de la necesidad de nacer de nuevo, es decir, de llegar a
crear los cuerpos, en lo que se viene a conocer como nacimiento segundo.
Mas solo será posible este nacimiento si nos
convertimos en hacedores de la palabra de Dios y dejamos nuestra actitud pasiva
de oidores, como común mente nos comportamos.
“El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es.” Salvador
“Os es necesario nacer otra vez.”
Por último con el fin de hacer más énfasis en ésta
enseñanza, repetimos las palabras de Jesús a Nicodemus: Lo que sabemos hablamos, y lo que
hemos visto, testificamos.
El niño recién nacido pasó nueve meses en la mayor
de las oscuridades, es decir, antes de sentir y ver la luz, estuvo en el
interior de la naturaleza materna, pero no como castigo a una falta, sino como
lugar idóneo para que se diera una gestación.
Pasado el tiempo de formación, dejó el vientre
materno para ir a desenvolverse, por sus propios medios bajo la luz del sol,
que a todos nos ilumina sin distinción de credos, colores, razas o cualquier
forma imaginaria de marginación, tan corriente hoy en día.
De la misma manera que el recién nacido, los
trabajadores del fuego y el agua tendremos que someternos a los trabajos en la
novena esfera durante un tiempo, para sentir el calor del nuevo Sol en ese
nuevo nacimiento, que es el nacimiento segundo, del cual hablara San Juan.
El paso
de la oscuridad a la Luz no se da de manera inmediata, más bien como
consecuencia de una gestación.
El
Príncipe Khalid Ibn Jazid, a finales del siglo VII escribió lo siguiente:
Las tres
palabras en las cuales está oculta toda la ciencia, han de entregarse a los
píos, esto es, a los pobres, desde el primero al último hombre.
Las tres
palabras son; “Durante tres meses el agua conserva el feto en el seno materno,
durante tres meses lo calienta el aire y durante ese mismo tiempo, lo custodia
al fuego.
Y estas
palabras (prosigue Kalid) y esta doctrina y la oscura meta
son tan manifiestas que uno ve la verdad.”
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