jueves, 27 de mayo de 2021

Como ser Alquimista Parte XXX

            VIII    Los colores 

 

   

 Parte II

            



            Seguimos con el color negro.

 

Un poema de Verus Hermes de 1620 dice así:

 

Un débil feto, un provecto anciano

            Con el sobrenombre de dragón

Por eso se me ha encerrado

Para que nazca como rey

La espada ardiente me atormenta con saña

La muerte me carcome la carne y el hueso

Mi alma, mi espíritu escapa de mí

Mal oliente veneno negro, un espanto horroroso

Soy como un cuervo negro

Así es el provecho de toda la maldad

Yacía yo en el polvo en el fondo del valle

Oh, que del tres resulte un número

¡Oh alma! ¡Oh espíritu!, no me abandones

A fin de que vuelva a ver la luz del día

Y que de mí salga el héroe de la paz

Que quisiera ver todo el mundo.

 

“La muerte de la semilla, es la que da el color negro.”

Según Fray Marco Antonio Crasselame, toda simiente es inútil si permanece entera, si no se pudre y se ennegrece, pues la corrupción precede siempre de la generación.

 

Parece algo extraño que queriendo llegar a la Luz, tengamos que partir de la mayor oscuridad, así como para llegar a la purificación tengamos que partir de nuestro estado más sucio...

 

Entendamos por oscuridad así como suciedad, el estado psicológico de la humanidad actual, es decir: una inconsciencia colectiva, que nos lleva a vivir sujetos y sometidos a unas conductas morales, que nada tiene que ver con una Ética Superior.

 

Por otra parte, solo los hombres que han sabido vencerse a sí mismos comprenden y aceptan como fórmula de vida esa Ética. Misma que les permite saber y discernir que tanto de malo hay en lo aparentemente bueno, y que tanto de bueno hay en lo aparentemente malo. Por lo que se convierten en seres totalmente distintos al común denominador de las gentes, aunque físicamente sean iguales al resto.

 

La Luz sale de las tinieblas..., y en donde hay Luz, no hay oscuridad.

 

Si hemos entendido que estamos viviendo en oscuridad y en completa ignorancia sobre los misterios que guarda la naturaleza, no nos será difícil comprender, que nuestra ignorancia es como la mayor de las oscuridades, en donde nada se ve y todo permanece oculto.

 

El color negro tradicionalmente se asocia con lo tenebroso, con lo maligno, y no falta a la verdad quien así discierne, pues es claro que si nuestra voluntad, la ponemos a merced de todo lo que se asocia con lo tenebroso, nuestras vidas estarán marcada por una falta de iluminación. A razón de que en las tinieblas es donde se manifiestan las fuerzas más perversas, conduciendo a quien se predisponga, en una identificación con esa parte de nuestra naturaleza interior (infraconsciente), hacia el abismo.

 

Pero no debemos confundir el color negro, como medio o hábitat de esas fuerzas perversas, con el color de la putrefacción de la semilla.

 

“Si no hay muerte, no hay nacimiento”

 

San Pedro, C. I, V. 23 dice: Puesto que habéis renacido no de semilla corruptible, sino incorruptible por la palabra de Dios vivo, la cual permanece por toda la eternidad.

 

Los escritores religiosos narran como Noé dio libertad desde su arca en primer lugar a un cuervo, en donde debemos entender que se trata de la representación, para nuestra Obra, del primer color duradero, es decir del negro.

 

El cuervo es sinónimo de muerte y negrura, pero una muerte no como la podemos entender físicamente, con el cese de nuestras funciones vitales, sino como símbolo de esperanza, para una vida distinta, en armonía con otra naturaleza, semejante a la naturaleza exterior, donde puedan brotar ciertos principios vitales, que por mucho tiempo estuvieron sin poder manifestarse.

 

El C. III de San Juan en los V. del 3 al 21 nos hablan muy claramente de la necesidad de nacer de nuevo, es decir, de llegar a crear los cuerpos, en lo que se viene a conocer como nacimiento segundo.

 

Mas solo será posible este nacimiento si nos convertimos en hacedores de la palabra de Dios y dejamos nuestra actitud pasiva de oidores, como común mente nos comportamos.

 

             “El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. Lo que es                      nacido de la carne, carne  es, y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu                    es.” Salvador               

              “Os es necesario nacer otra vez.”

 

Por último con el fin de hacer más énfasis en ésta enseñanza, repetimos las palabras de Jesús a Nicodemus: Lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos.

 

El niño recién nacido pasó nueve meses en la mayor de las oscuridades, es decir, antes de sentir y ver la luz, estuvo en el interior de la naturaleza materna, pero no como castigo a una falta, sino como lugar idóneo para que se diera una gestación.

 

Pasado el tiempo de formación, dejó el vientre materno para ir a desenvolverse, por sus propios medios bajo la luz del sol, que a todos nos ilumina sin distinción de credos, colores, razas o cualquier forma imaginaria de marginación, tan corriente hoy en día.

 

De la misma manera que el recién nacido, los trabajadores del fuego y el agua tendremos que someternos a los trabajos en la novena esfera durante un tiempo, para sentir el calor del nuevo Sol en ese nuevo nacimiento, que es el nacimiento segundo, del cual hablara San Juan.

 

El paso de la oscuridad a la Luz no se da de manera inmediata, más bien como consecuencia de una gestación.

 

El Príncipe Khalid Ibn Jazid, a finales del siglo VII escribió lo siguiente:

 

Las tres palabras en las cuales está oculta toda la ciencia, han de entregarse a los píos, esto es, a los pobres, desde el primero al último hombre.

 

Las tres palabras son; “Durante tres meses el agua conserva el feto en el seno materno, durante tres meses lo calienta el aire y durante ese mismo tiempo, lo custodia al fuego.

 

Y estas palabras (prosigue Kalid) y esta doctrina y la oscura meta son tan manifiestas que uno ve la verdad.”

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