Hubo una Época que usaba pañoletas en el pelo y me preguntaban si era gitana, un tema del cual no fue fácil encontrar, pero la magia que ellos manejan es fascinante.
Los gitanos como gente mágica Los gitanos han sido objeto entre especialistas y profanos de multitud de tópicos.
Mi vivencia Gitana
Desde niña tengo grabada en mi mente, una foto con especial nitidez en blanco-negro que me tiene sentada en el escaloncito de entrada de la puerta de la casa de una vecina; con mis ojos buceando en la tarde gris del invierno, hacia la calle, alguna travesura con la que deleitarme.
Tan pronto como me invade esa imagen y me exalta la piel, poniéndola como de gallina; la postal comienza a cobrar vida, insertando en ese desértico paisaje, el tranco errante de un carro de Gitanos.
Con igual vertiginosidad con que la secuencia movilizaba mi alma, yo pretendía explicarme el por qué; respuesta a la que solo pude acceder 20 años después, en el preciso instante en que descubrí la existencia de otras vidas.
Con sus afirmaciones trajeron dificultades a varios matrimonios, pues le decían al marido: Tu mujer te ha coronado, o a la mujer: Tu marido te es infiel.
Lo peor era que mientras hablaban a los curiosos, ya por arte de magia o por otro procedimiento, ya sea por obra del enemigo que está en el infierno o por hábiles manejos, les vaciaban de dinero la bolsa para engrosar la propia, según se decía».
Los cronistas que señalan la aparición del grupo gitano en los distintos países suelen coincidir en la descripción anterior.
A propósito de su llegada a Italia encontramos el cuadro siguiente: «Mucha gente fue muy respetuosamente al encuentro de la mujer del duque para hacerse decir la buenaventura por ella, y así efectivamente pasaron muchas cosas: algunos se enteraron de su futura suerte; pero en todo caso, ninguno regresó sin que le hubieran robado su bolsa o tal o cual prenda de su vestuario.
Las mujeres de este pueblo recorrían la ciudad de seis a ocho de la tarde, exhibían sus talentos en las casas de los burgueses y se apoderaban de cuanto quedaba al alcance de sus manos.
Otras, entraban en las tiendas simulando querer comprar, pero en realidad era exclusivamente para robar»>.
El pueblo gitano era para mí un pueblo errante colmado de virtudes y sufrimientos, asimilando en sus costumbres aquella sabiduría que iban desentrañando en sus recorridas.
Siempre mirados con curiosidad, dejando a su alrededor un halo de misterio o de miedo, por el que eran perseguidos o discriminados. En esos tiempos no tenía ni la información, ni la capacidad crítica para observar ciertas cuestiones que más tarde pude ir deduciendo.
Hasta el momento no he podido develar la incógnita, sigo sin comprender bien, si son ellos quienes me vienen a buscar o soy yo quién me lanzo hacia ellos.
Cuestionamientos que sensibilizan la culpa de tamaña atracción, frente a mi realidad familiar concreta y tangible, en donde el amor hacia mis padres ha sido de una constante profundidad; dejando grabado en mí el sentimiento de una infancia colmada de afectos.
Los interrogantes se entremezclan con la felicidad que yo siento en ese carro y con esa gente; disfrutando de quienes no conocía con los ojos del rostro, pero sintonizaba a la perfección con el latir de mis emociones más intensas.
Gracias por compartir Carolina.
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