viernes, 18 de junio de 2021

Como ser Alquimista Parte XXXII

 VIII        Los colores 

 

   

        Parte IV





 

Pitágoras afirma lo siguiente: “Debéis saber que toda la intención y el principio de la Obra es blancura, tras la cual viene la rojez, que es la perfección de la Obra.”


Estados pesimistas o derrotistas nada tienen que ver con el color negro de las aguas, aunque debemos aclarar el doble significado para éste color.


Uno sería nuestras aguas corruptas, podridas, producto de un abandono en la purificación y un estancamiento en la fornicación, como actitud negativamente prolongada en nuestro uso de las energías sexuales, quedando éstas en estado caóticas, por lo tanto ennegrecidas y pestilentes.

             Y un segundo significado es aquel color negro que adquiere la semilla,       

             después de un estado de putrefacción.

Normalmente, se parte del primer estado, caótico y poco a poco, esas aguas con el inicio del trabajo alquímico se tornan grises, así permanecen un tiempo, que es el de purificación, para más tarde regresar al color negro. Y es cuando se inicia el verdadero trabajo alquímico.


Una vez que se ha hecho la luz, el color blanco pasa a dominar el trabajo, por lo mismo, el alquimista ya no camina en oscuridad, sino más bien, ya porta en su mano diestra la lámpara de aceite encendida, que es con la que se ilumina la senda a seguir.


Nuestra piedra preciosísima, arrojada en medio del estiércol, se ha convertido, según dicen, en algo sumamente barato...

Pero si casamos al Rey coronado con la hija roja, ésta deberá concebir en el débil fuego a un hijo que alimentará con nuestro fuego.


Luego el hijo se transformará y su tintura quedará roja como la carne. Nuestro hijo, de nacimiento regio, tomará su tintura del fuego y huirán la muerte, las tinieblas y el agua.


El dragón temerá la luz del sol y nuestro hijo muerto vivirá. El rey proviene del fuego y se complace en las nupcias. Se abrirán los ocultos tesoros. El hijo se convertirá en un fuego guerrero y superará la tintura, porque él mismo es el tesoro y él mismo lleva la materia filosófica.


Venid aquí, hijos de la Sabiduría y alegraos, pues el dominio de la muerte ha pasado y el hijo reina; lleva el rojo ropaje y se ha vestido de púrpura.

Y leemos en el Apocalipsis en su C.III, V. 5: “El que venciere, será vestido

            de vestiduras blancas.”

La túnica de lino blanco, solo puede ser portada por quien venció a su enemigo oculto. Lamentablemente hoy en día éste color es utilizado con fines místicos de manera generalizada, y por lo mismo ha perdido el valor real que tiene.


Solo quien conoce el hondo significado del color blanco, sinónimo de pureza y castidad, puede respetar sus enseñanzas y así mismo, respeta a quien lo porta.

 

No es menos cierto que en el trabajo alquímico, el arco iris, con sus colores brillantes y luminosos, invitan a la continuidad después de un tiempo de reposo.

        Los discípulos de Jesús le dijeron: Sabemos que nos abandonarás, ¿quién será grande         sobre nosotros? Jesús les respondió: Donde estéis, id hacia Santiago el Justo  para                 quien han sido hecho los cielos y la tierra.

Raimundo Lulio dice que realizó en 1267 inmediatamente después de su conversión y a la edad de 32 años, el peregrinaje a Santiago de Compostela.


Así mismo el Maestro Samael Aun Weor, nos dice que Santiago es el Patrón de la Gran Obra.


Desde el Shambala (en el libro de Meurois y Givaudan), nos llegan estas palabras: “Ahora permitidme hablaros del segundo lugar, del segundo corazón del planeta, o sea el Asgard, ya que esa región también se comporta como energía fundamental de la tierra por varias razones. Su plano de existencia es simplemente distinto del anterior.


Mientras la vía de Pedro pertenece al cuerpo del corazón de la tierra, la vía del Agartha está vinculada al alma del corazón de la tierra. Para vuestro Occidente, no es sino el reino de Santiago, del todo subterráneo.


Su campo de acción se mezcla armoniosamente con el de los elementos primordiales de la naturaleza, que es también el del conocimiento hermético. Los seres que viven en él conocen la materia a través del estudio de sus principios. Hace millares y millares de años han huido de vuestro sol por temor a que vele su sol interior.


Tenía que ser así. Como un fruto, todo planeta necesita su núcleo. Su campo de energía, Hermanos, es el del rayo amarillo, también es el del Oro alquímico, habla a quienes buscan las estrellas en la materia...”


Todos los alquimistas están obligados a emprender este peregrinaje. Al menos, en sentido figurado, pues se trata de un viaje simbólico, y quien desea obtener provecho de él no puede, ni por un solo instante, abandonar el laboratorio.

 

Le es preciso vigilar sin tregua el recipiente. Y orar para que el fuego, esa sustancia fohatica no se extinga. Ya que sin la sustancia ígnea no es posible hacer carne y sangre de las palabras I.N.R.I. (Ignis Natura Renovatur Integram, que se traduce: el Fuego Renueva Incesantemente la Naturaleza.)

 

Compostela, ciudad emblemática, no está en absoluto situada en tierra Española, sino en la tierra misma del sujeto filosófico.


Camino rudo, penoso, lleno de imprevistos y de peligros. ¡Ruta larga y fastidiosa por la cual el potencial se actualiza y lo oculto se manifiesta!

           Y esta preparación delicada de la materia prima, o mercurio común es lo que los                     sabios han velado tras la alegoría de la peregrinación a Compostela.

Estas sugestiones ayudan a comprender el error en el que gran cantidad de ocultistas han caído, tomando en sentido literal de narraciones puramente simbólicas, escritas con la intención de enseñar a los unos lo que es preciso esconder a los otros.


Nosotros certificamos (dice Fulcanelli) y puede confiarse en nuestra sinceridad, que jamás Flamel salió de la bodega donde ardían sus hornos. Quien sabe lo que es el bordón, la calabaza y la mérelle del sombrero de Santiago, sabe también que decimos la verdad.


Sustituyendo por los materiales y tomando modelo del agente interno, el gran adepto observaba las reglas de la disciplina filosófica y seguía el ejemplo de sus predecesores.

La fuerza femenina, en apariencia pasiva, representa el Athanor del hombre...

 

 

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