El especialista en Derecho Canónico Mauricio Landra explicó
que "en los últimos 40 años" la Iglesia modificó su postura respecto
al suicidio, que antes era "renunciar a la salvación de Jesús" y
ahora considera que pueden gozar del paraíso eterno aún las personas que se
quitan la vida, a las que ya no les niega el "rezo de responsos, exequias
o una oración en el velorio".
"Ayudados por ciencias sociales y humanas como la
psicología, la respuesta de la Iglesia cuando una persona se quita la vida -sea
sacerdote o no- es que cuando realiza este tipo de actos la persona
internamente no es totalmente libre y por lo tanto, voluntario", dijo el
sacerdote y exdecano de la Facultad de Derecho Canónico de la UCA ante la
consulta de Télam. "Es un pecado pero no hay una responsabilidad completa
de la persona porque no es un acto libre y voluntario", agregó.
Landra aseguró que el suicidio "antes era sigo de
renunciar a la salvación de Jesús, es decir, se negaba a recibir ese
regalo" y en muchos lugares, las personas que morían de esta forma
"no pasaban por la Iglesia, no había responso, exequias o una oración en
el velorio".
"Con el tiempo, la Iglesia fue aprendiendo y desde hace
40 años, los sacerdotes cuando nos enteramos de que alguien se quitó la vida,
no se duda: se va y se reza por el eterno descanso del fallecido y por el
consuelo de la familia", apuntó.
Cuando quien se suicida es "una persona
consagrada", es decir un sacerdote o una monja, "la situación no
difiere de cualquier otro fiel", pero "lo penoso es que tiene una
formación y conocimiento mayor".
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Si bien no se conocen muchos casos de suicidio en la Iglesia
Argentina, "sí ha habido intentos de suicidio", afirmó Landra.
"En esos casos, la persona queda bajo el cuidado de la autoridad del
Obispo, porque queda vedado de su posibilidad de ejercer el ministerio",
indicó.
Sin embargo, aclaró que "no se trata de una
sanción", sino que se entiende que el religioso "está bajo una
profunda depresión" y que, por tratarse de "una cuestión de
salud", lo que corresponde es el "acompañamiento" mientras
"no está en condiciones de ejercer el ministerio".
Otro de los suicidios más resonantes de un sacerdote fue el
de Juan Viroche, hallado ahorcado el 5 de octubre de 2016 en su parroquia de La
Florida en Tucumán, aunque siempre sobrevoló la hipótesis de un homicidio por
sus denuncias contra los narcotraficantes locales.
El catecismo católico dedica al suicidio tres artículos en
los que sostiene que las personas son "administradores y no propietarios
de la vida que Dios nos ha confiado" y por tanto "no disponemos de
ella".
Si bien se aclara el suicidio "es contrario al amor del
Dios vivo" y puede adquirir "la gravedad de escándalo" si se lo
realiza "con la intención de servir de ejemplo", los "trastornos
psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o
de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida".
"No se debe desesperar de la salvación eterna de
aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por
caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La
Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida", concluye
este apartado del catecismo católico.
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