VII La Medicina de Dios
Parte III
La medicina de Dios está creada para toda la
humanidad, mas sin embargo, no toda la humanidad está dispuesta a medicarse con
ese suero Divino. El Cristo histórico de Jesús de Nazaret nos abrió las puertas
del Amor, ya que su mensaje así fue. El no solo representó la manera de llegar
a lo más alto, sino también dio su carne y su sangre, para quien quiera seguir
sus pasos...
Mencionamos (otros Cristos) algunos personajes
históricos e hiero-históricos: entre los Chinos a Fu-ji; Entre los Mexicanos a
Quetzalcóatl; entre los Japoneses el Cristo es Amida; los Eddas germanos citan
a Kristos Odín, Wotan y Beleno; entre los Indúes es Krishna; entre los Griegos
es Zeus; entre los Romanos Júpiter Tonante; entre los Egipcios es Osiris; Entre
los Persas es Ormuz; etc. HERCULES?
Si hiciéramos un análisis de los principios
religiosos, veríamos con asombro que siempre en todas las religiones de todos
los tiempos, estos principios han sido los mismos.
El camino es uno, tal como lo dijera Jesús. “Camino estrecho y puerta angosta”. Quedando descartados todos los demás caminos. Pero para reconocer el camino estrecho y poder pasar por la puerta angosta nos es
necesario antes que nada, reconocer que estamos totalmente dormidos, y por lo
mismo, es urgente despertar.
En la medida que seamos humildes, y pidamos por ese
despertar de nuestra conciencia, seremos asistidos desde lo alto, sin que nos
percatemos de ello..., y en la medida que trabajemos por vivir cada día más
acorde a ese despertar de nuestra conciencia; estaremos así mismos más cerca de
nuestra realidad, “Pedid y se os dará”.
Deberemos medicarnos con el único fármaco que existe, si queremos entrar por la puerta angosta, ¡La negación de uno mismo!. Por lo tanto serían inocuos todas los demás tratamientos, ya que no contienen el verdadero antídoto, ósea, el arrepentimiento sincero. Pero no un arrepentimiento basado en un momento de aflicción, sino un arrepentimiento acompañado de hechos, que demuestren en sí la predisposición para recibir los misterios...
Vivir de acuerdo a los principios espirituales en
un mundo materialista, no es tarea fácil. Ya que estamos en los tiempos del
sueño de la conciencia, en donde por la misma enfermedad, la ilusión de la
vida, así como la fantasía, se cometen continuamente ofensas contra la
Divinidad, lo que hace que nuestra agonía sea cada día más y más dolorosa.
Es menester saber equilibrarse entre lo material y
lo espiritual, no se puede divorciar la materia del espíritu, más bien se debe
estar entre ambas, sin dejarse atrapar por ninguna de ellas. Dando al Cesar lo
que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Hay medicinas que matan si sus dosis no son
adecuadas, y a veces la misma medicina es inapropiada o deficiente, por lo que
tendremos que ajustar la cantidad para que surja la sanación del órgano
enfermo.
Hay que rectificar incesantemente nuestra tintura,
para obtener el León Verde. Este León Verde es el bálsamo natural de todos los
planetas celestes, y tiene el poder de sanar todas las enfermedades. El León
Verde es nuestro ángel interno, nuestro Intimo.
El íntimo es nuestro Espíritu, el Ser, el árbol de
la vida. El íntimo es el hijo muy amado del Cristo interno. El Cristo interno
es el rayo de donde emanó el íntimo mismo. El Cristo interno es uno con el
Padre.
En Gálatas IV, 19, podemos leer: Hijitos míos, que vuelvo otra vez
a estar de parto de vosotros, hasta que Cristo sea formado en
vosotros.
¿Qué más evidencias necesitamos para comprender que
la naturaleza del Cristo, puede ser vehículo de la humana persona para llegar
al Padre?
Así mismo queremos decir que, quien quiera dar
testimonio de cuanto decimos, ponga en práctica la vía de la alquimia, tal como
se está enseñando en esta obra, ya que si seguimos teorizando, no pasaremos del
estado animal intelectual en el que hoy nos encontramos.
El pelícano, alimentando a sus siete polluelos, alegoriza en la alquimia al Cristo, alimentado con su propia sangre a toda la humanidad.
Medicina de Dios, elixir de la
larga vida, inmortalidad, después de la resurrección y ascensión. Quien se eleva
hasta lo más alto, consigue todos los poderes de la Piedra Filosofal, se
convierte por derecho propio en un Gran Elegido, Maestro de Maestros, Luz de
Luces.
A cada régimen, los filósofos han atribuido una de
las divinidades superiores del Olimpo y también uno de los planetas celestes, (
7, en total) cuya influencia se ejerce de manera paralela a la suya, en el
tiempo mismo de su dominio.
De acuerdo con la idea generalmente extendida,
planetas y divinidades desarrollan su poder simultáneo, según una jerarquía
invariable.
Al reino de Mercurio (base, fundamento) primer
estadio de la Obra, sucede el de Saturno (el anciano, el loco) A continuación,
gobierna Júpiter (Unión, matrimonio) y, luego Diana (entero, completo) o la
Luna, cuya vestidura brillante tan pronto está tejida con cabellos blancos como
hecha de cristales de nieve. Venus, inclinada al verde (Belleza, gracia),
hereda entonces el trono, pero pronto le arroja Marte (adaptado, fijo), y este
principio belicoso de atavío teñido en sangre coagulada es, a su vez,
derrotado, por Apolo (El triunfador), el Sol del Magisterio, emperador vestido
de brillante escarlata, que establece definitivamente su soberanía y su poder
sobre las ruinas de sus seis predecesores.
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